746

Penas de amor, amores en vela. Reverdecen en vilo cuerpos y corazones.

745

El tiempo lima nuestras decisiones vitales hasta dejarlas en los huesos.

744

Penosa pena de la que pendemos, pendencieros.

743

El destino es ese lugar único que nos (des)espera.

742

Memorizamos nuestros deseos y anhelos para que un día, satisfechos, se cumpla su olvido.

741

El niño, al hablar, funda la realidad. El hombre, por el contrario, cuando no la concluye, la reconstruye.

740

Doblar el día en cuatro pliegos mientras de noche nos acalla la nostalgia. Doblarlo todo a partir de entonces: la ropa, la esquina, la calle. La misma rabia.

De vuelta en Berlín

Con la sensación ingrávida de todos esos atardeceres por venir grabados a fuego en la memoria.

739

Retirarse a tiempo como hace la marea para que —en su descenso— la luna nos bañe.

738

Saber mirar para admirar.

737

La sola imaginación nos cuestiona tanto como la propia vida.

736

La sinrazón de amar. 
Semejante despropósito; 
tamaño empeño.

735

Dioses odiosos por pasar olímpicamente de todo. Menos del Olimpo.

734

Todo sigue su curso. 

Nosotros, también.

733

Para sentirse vulnerables e invencibles a un tiempo, basta amar.