Habitáculos improvisados. O esa sana costumbre de los pobladores de la capital alemana que consiste en subirse a los tejados para poder charlar a sus anchas...
. . Hermosa vida que pasó y parece ya no pasar… Desde este instante, ahondo sueños en la memoria: se estremece la eternidad del tiempo allá en el fondo. Y de repente un remolino crece que me arrastra sorbido hacia un trasfondo de sima, donde va, precipitado, para siempre sumiéndose el pasado.