miércoles, 18 de mayo de 2016

Trescientos treinta y tres

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Las verdades más hondas son captadas en el mismo instante en que se manifiestan. De hecho, su hondura depende de la urgencia requerida en emerger, de esa extraña precipitación.
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martes, 17 de mayo de 2016

Trescientos treinta y dos

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Los sueños nos cobran su sentido.
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* Esta foto es de Mireia Pellicer Bertrand.
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lunes, 16 de mayo de 2016

Trescientos treinta y uno

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Las ensoñaciones recurrentes expresan 
empecinamientos insalvables de todo orden. 
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*La foto es de Mireia Pellicer Bertrand.
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sábado, 14 de mayo de 2016

Trescientos treinta

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El grado de susceptibilidad en cualquier reacción 
lo da siempre la inteligencia herida.
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jueves, 12 de mayo de 2016

Trescientos veintinueve

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Ignoro en qué circunstancias menesterosas el azar o el mismo aburrimiento se inclinan por mejorarnos o justo por lo contrario.
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domingo, 8 de mayo de 2016

miércoles, 27 de abril de 2016

Trescientos ventiséis

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Lo terrible de un ignorante furioso no es su ignorancia, sino su absoluta predisposición a despreciar a quienes algo saben. Ante la evidencia de su renuncia, se sienten ofendidos en lo más profundo.
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lunes, 25 de abril de 2016

viernes, 22 de abril de 2016

Trescientos veinticuatro

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Bienaventurados los que se aventuran, 
pues serán relegados de los cielos terrenales.
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lunes, 18 de abril de 2016

Trescientos veintitrés

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La desconcentración nos fragmenta. A la inversa, 
la capacidad de concentración nos desfragmenta.
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domingo, 17 de abril de 2016

Pompas de jabón

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Había una vez tres gatos negros de cuerpos y andares desiguales. El primero era oscuro como el tizón, con ojos intensos de brasa y aspecto saludable. El segundo, por el contrario, maullaba raquítico por las esquinas con el pelo erizado, tenso el espinazo, dispuesto a implorarle a la luna cualquier despropósito con absoluta desfachatez. El tercero, de trapo lustroso, parecía un pelele surcando los cielos cada vez que los otros dos le mostraban las uñas, como si tuviera un resorte en su interior o pegara brincos por puro gusto. Esos tres gatos displicentes se colaron en mi cuarto una mañana de insomnio, sin que yo alcance a averiguar el motivo. Desde entonces, viven encerrados en esta pompa de jabón que son siempre los sueños rotos.
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miércoles, 13 de abril de 2016

viernes, 8 de abril de 2016

A escala

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En Padua las calles son estrechas y empedradas como en las ciudades antiguas de mayor solera, recorridas por interminables soportales que han sido trazados con arcos de medio punto y la voluntad de ponernos a salvo de las inclemencias del invierno. Y, sin embargo, es difícil que la mirada tropiece con la muralla de la ciudad o se impaciente por las prisas de los demás; hay en torno una amplitud que ensancha nuestra respiración, una escala humana que agradezco y preciso. 
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miércoles, 6 de abril de 2016

Trescientos veintiuno

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Las vocaciones cultivadas con diligencia nos diseccionan hasta los hígados.
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sábado, 2 de abril de 2016

Trescientos veinte

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Globalizados los cuerpos y las mentes, 
empezamos a flotar de pura inanidad por doquier
dando tumbos y volteretas silvestres.
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miércoles, 30 de marzo de 2016

En esa clase de bar

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Entro en ese bar globalizado que poseen casi todas las ciudades chic de cierta extensión. Me pido una bebida globalizada y, en ese momento, decido acompañarla de un dulce ídem. La señorita que me atiende me canta el precio en un tono que pretende ser conciliador, aun cuando la cantidad adeudada supere toda cifra decente. Busco en medio de la decoración de tarjeta postal que me rodea un sitio plácido donde poder sentarme y desintegrarme un poco, pasar desapercibida. No lo consigo. Mientras espero a la persona que no llega, decido ir rápidamente al baño. Al final del pasillo, varias puertas me reciben con el mismo rechazo inamovible. Abro una al azar; me equivoco. Abro otra, pero tampoco es la puerta indicada. Cuando estoy a punto de abrir la tercera, una valquiria de dos metros me escancia un portazo en toda la sien mientras con engolada voz finge un arrepentimiento que no siente. Como no la disculpo con la rapidez que ella merece, insiste en su compunción de mentirijillas:
-Oh, my darling. I'm so sorry...
La miro mientras trato de detener, encorvada por el dolor, la brecha de sangre que sus buenas palabras me han abierto en la cabeza. Debo de haberla sorprendido porque, de golpe, oigo cómo dice, con el mismo soniquete de antes:
-I'm so sorry, but it's your fault, my darling, not mine. It's YOURR fault. 
Al portazo en la frente le sigue el de la puerta de servicios. Vuelvo a mi sitio antes de que la vista se me nuble por completo. 
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martes, 29 de marzo de 2016

J. D. Kaplan, Whisna, el jardín de las luces. Una fábula de los tiempos del Buda

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Ser un águila destronada, un príncipe a punto de caer
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Hubo en torno al 300 a de C. un emperador sanguinario en la antigua India llamado Aśoka que, tras numerosas matanzas, se convirtió al budismo, procurando en adelante instaurar en el gobierno de su gran imperio valores tales como la consecución del bien común o la aspiración a la paz interior. En su figura se inspira este título con resonancias de Herman Hesse, Stefan Zweig o Rudyard Kipling. Así las cosas, es probable que el lector se pregunte por la identidad secreta de J. D. Kaplan, pseudónimo con el que Juan José Flores, autor de varios libros de cuentos y novelas de mérito, pretende en esta ocasión abordar una compleja fábula de misterio en apenas la distancia de una novela corta; averiguar desde el parapeto tras el que juega a esconderse si es posible que el príncipe de esta historia llegue a ser un hombre justo, como se ha propuesto el personaje que da nombre al libro, Whisna; perseguir lo que nos aguarda el destino para emprender así, de una vez por todas, el vuelo. No en vano, Kaplan, el espía imaginario del que todos hablan en Con la muerte en los talones, de Alfred Hitchcock, es a Juan José Flores lo que el príncipe por destronar al águila de esta fábula.
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En definitiva, aun cuando el origen del libro remita a un pequeño cuento que Juan José Flores escribiera tiempo atrás, la historia de este príncipe a quien los demás pretenden asesinar para apoderarse de su reino tiene su correlato simbólico en el águila que un día pierde el equilibrio y cae del nido, aprendiendo a vivir –a partir de entonces– a ras del suelo, tras ser adoptado por Kuma, una ardilla capaz de trascender los prejuicios de su especie para acoger en su nido al aguilucho desamparado. Así pues, mientras el príncipe a punto de ser destronado se halla prisionero de los malos sentimientos, la violencia y el rencor de la Corte y el polluelo de águila, condenado a vivir como lo hacen las presas de las que debería alimentarse, a lo largo de sus respectivos viajes iniciáticos ambos deberán aprender a trascender sus determinismos vitales para comportarse como sólo hacen los verdaderos héroes: trazando su propia senda.
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En fin, se trata de una fábula que apuesta por el rechazo a la violencia instintiva, por resolver los problemas de forma diferente, asumiendo con sobrada maestría las enseñanzas propias de las fábulas de Esopo, La Fontaine y los cuentos tradicionales, emulando desde el comienzo semejante misterio y fulgor. No en vano, a las ineludibles correspondencias entre J. D. Kaplan y Juan José Flores, el joven príncipe de Bolpur y el águila Whisna, habría que sumar la que se establece entre la sabia y humilde ardilla, por una parte, y la anciana a la que todos llaman “maestra”, una especie de bienhechora que reina rodeada de peregrinos de diverso pelaje, ya se trate de hombres o de animales amansados, en el mágico enclave donde todo es posible que representa El jardín de las luces.
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Y, sin embargo, tanto Whisna, el pollo de águila, como el príncipe heredero en tiempos de Buda deberán hacer frente a su destino sin saber el uno del otro, aun cuando el príncipe atisbe en sueños los diversos lances que debe afrontar el pobre aguilucho. Ambas historias transcurren en paralelo desde el arranque, alternándose para desembocar en una trama común, que no podemos desvelar aquí. Si acaso, cabe apuntar que El jardín de las luces constituye una especie de umbral mágico dentro del que Whisna y el príncipe confluyen, convirtiéndose la fábula animal en símbolo de una trama política, no por legendaria, falaz. Al cabo, en sus páginas asistimos a la historia de un príncipe que es, sobre todo, poeta y amante antes que gobernador y guerrero; a su duro batallar interior. El estilo de estas páginas reproduce la prosa limpia y clara de los cuentos tradicionales, a los que esta fábula evoca y completa a un tiempo.
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* Esta reseña ha aparecido en el número 388 de marzo de la revista de literatura Quimera
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sábado, 26 de marzo de 2016

Trescientos diecinueve

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La gran literatura desquicia (en el buen sentido). 
O, para decirlo mejor, la buena literatura desquicia.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"