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Hay quien disfruta con el mal: haciéndolo, cortejándolo, envaneciéndose por él, dentro de él, a través suyo. Como si el mal no fuera el bien de los más estúpidos: aquellos que lo son por vocación, por convicción, porque les da la santa gana. Como si alguna vez hubiera sido -ese mal dichoso- otra cosa distinta, de naturaleza menos engañosa de tan puro. Como si ese mal bendito, junto con todas las maldades sucedáneas que lo circundan, hubiera dejado de ser alguna maldita vez el cielo voraz de los engreídos.
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domingo, 3 de noviembre de 2013
jueves, 31 de octubre de 2013
Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos. Antología (1980-2012). Ed. de José Ramón González
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La riqueza del aforismo
Varias son las razones por las que esta compilación de aforismos me parece un volumen imprescindible para todos aquellos interesados no sólo en el género, sino en general en la literatura. Acaso la más importante sea que se trata de la primera en España compuesta con criterios rigurosos, pues su editor ha logrado reunir una amplia selección de aforismos de diversa índole perteneciente a 50 autores de distintas generaciones que contaban con al menos un libro publicado, a excepción de Fernando Aramburu y José Luis Argüelles, quienes sin embargo habían visto recogidas sus piezas en alguna revista.
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José Ramón González cifra el despegue y afianzamiento del género en España a partir de los años 80 del pasado siglo, coincidiendo con la aparición de varios libros, fenómeno que irá progresivamente en aumento hasta llegar al siglo XXI, en cuya primera década se produce una eclosión de ediciones inusitada, lo que da cuenta de la buena salud de que goza en la actualidad. Desde entonces, editoriales como Pre-textos, Renacimiento o Cuadernos del Vigía le han dedicado una atención creciente, y en este contexto cabe entender que la editorial Trea haya decidido publicarlo en su colección de poesía, un género que no le es ajeno.
José Ramón González cifra el despegue y afianzamiento del género en España a partir de los años 80 del pasado siglo, coincidiendo con la aparición de varios libros, fenómeno que irá progresivamente en aumento hasta llegar al siglo XXI, en cuya primera década se produce una eclosión de ediciones inusitada, lo que da cuenta de la buena salud de que goza en la actualidad. Desde entonces, editoriales como Pre-textos, Renacimiento o Cuadernos del Vigía le han dedicado una atención creciente, y en este contexto cabe entender que la editorial Trea haya decidido publicarlo en su colección de poesía, un género que no le es ajeno.
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En un prólogo erudito y utilísimo para todo tipo de lectores, y en especial para los no avezados en la materia, el autor no sólo nos brinda un acercamiento a su historia y genealogía, de donde concluye que el aforismo actual es primo hermano de la máxima y de la sentencia, sus antecedentes más ilustres, sino que señala su condición ecléctica al orbitar en torno de los polos fundamentales de la filosofía y la poesía. Asimismo, propone los siguientes rasgos distintivos: «a) máxima condensación verbal (sintáctica y léxica), b) máxima apertura semántica y c) máxima capacidad expansiva y proyectiva (lo que apunta a la experiencia de lectura)»; todos ellos extensibles a otras formas breves como el microrrelato, al margen de que el aforismo no suela poseer componentes narrativos.
Otras características propias de su cultivo moderno son el carácter subjetivo, epifánico y fragmentario del género, al ofrecer un pensamiento exento y a la vez inabarcable cuyo significado se completa necesariamente con la participación del lector; o bien su condición paradójica y a menudo irónica, además de su empeño por connotar de forma abierta, sustentado en cierta imprecisión o ambigüedad polisémica, a partir del empleo de tropos tales como la metáfora, la metonimia o la sinécdoque. El editor reconoce también que ha apostado por un tipo de aforismo de determinada extensión, sin que cupiera confundirlo con otras prácticas cercanas; así, por ejemplo, anotaciones, reflexiones, opiniones y comentarios.
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Pensar por lo breve recoge, en fin, una muestra generosa y representativa de aforismos elocuentes y brillantes a un tiempo. Escritores apreciados, la mayoría fallecidos, como Carlos Edmundo de Ory, Ángel Crespo, Antonio Fernández Molina, Cristóbal Serra, Carlos Pujol, Rafael Pérez Estrada, Rafael Sánchez Ferlosio o la certera Dionisia García conviven con Rafael Argullol, Andrés Trapiello, Manuel Neila, Ramón Eder, Miguel Ángel Arcas, Fernando Aramburu, Carlos Marzal o Mario Pérez Antolín, y éstos, a su vez, con los aún más jóvenes Juan Varo, Andrés Neuman o Erika Martínez, entre otros posibles. Alguno de ellos ha querido singularizar sus piezas, proporcionándoles una nueva denominación: aerolitos (Ory), nótulas (Serra), aflorismos (Castilla del Pino), aforemas (Arcas) o electrones (Marzal). Pero lo importante es que ninguno de los autores antologados desmerece ni desentona en el conjunto. Todos dialogan consigo y con los demás en esta antología ordenada cronológicamente, aunque podamos leerla a nuestro antojo. El género nos lo permite. «Amemos el silencio, y algo se oirá», aconseja Dionisia García. Tal vez sea el mejor modo de acercarnos al secreto de esta polifonía de voces.
domingo, 27 de octubre de 2013
Ciento trece
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Hay quien se siente muy a gusto enfundado en su disfraz de Matón de Patio de Colegio. A esta especie no suele importarle lo más mínimo que se le vean todas las costuras. Se les reconoce fácilmente porque prefieren el desplante y la chulería al diálogo. De igual modo, aman la sospecha y la inquina en la misma medida en que desprecian la buena fe, cualquier atisbo de inocencia. Acostumbran a dejar un rastro de azufre al hablar.
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Hay quien se siente muy a gusto enfundado en su disfraz de Matón de Patio de Colegio. A esta especie no suele importarle lo más mínimo que se le vean todas las costuras. Se les reconoce fácilmente porque prefieren el desplante y la chulería al diálogo. De igual modo, aman la sospecha y la inquina en la misma medida en que desprecian la buena fe, cualquier atisbo de inocencia. Acostumbran a dejar un rastro de azufre al hablar.
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A veces
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Hoy he soñado que mi casa amanecía convertida en un zoo que daba cobijo a una marabunta. A veces resultaba incómodo, y bastante molesto, convivir con tanto bicho maleducado, pues de pronto te asaltaban procedentes de los lugares más inhóspitos; en especial cuando veía pulular por las paredes peludas tarántulas de robustas patas y oscuras pretensiones; toda una osadía. Al despertar, como ocurre a menudo cuando nos embargan las pesadillas más abstrusas, me escocía el brazo por el desliz de una picadura. De camino al baño, un cocodrilo muy simpático me ha dado los buenos días tras haberse zampado una perdiz a modo de desayuno. Esta vez su atrevimiento me ha reconfortado.
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Hoy he soñado que mi casa amanecía convertida en un zoo que daba cobijo a una marabunta. A veces resultaba incómodo, y bastante molesto, convivir con tanto bicho maleducado, pues de pronto te asaltaban procedentes de los lugares más inhóspitos; en especial cuando veía pulular por las paredes peludas tarántulas de robustas patas y oscuras pretensiones; toda una osadía. Al despertar, como ocurre a menudo cuando nos embargan las pesadillas más abstrusas, me escocía el brazo por el desliz de una picadura. De camino al baño, un cocodrilo muy simpático me ha dado los buenos días tras haberse zampado una perdiz a modo de desayuno. Esta vez su atrevimiento me ha reconfortado.
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viernes, 25 de octubre de 2013
Ciento doce
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Amemos el silencio, y algo se oirá.
Dionisia García
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En el silencio oímos, amplificada, la pauta de la escucha.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"