miércoles, 11 de agosto de 2010

Cuando ella me paseaba

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Cuando me paseaba con ella, las cabezas de los paseantes se transformaban en gigantescos ojos que la miraban.
Cuando entraba en el metro con ella, los cuerpos de los que la rodeaban se transformaban en gigantescas manos que la tocaban.
Y cuando me besaba, su cabeza se convertía en dos labios que lentamente me devoraban.
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Fernando Arrabal, “[Cuando me paseaba con ella]”, La piedra de la locura,
introducción y notas al texto por Francisco Torres Monreal,
Destino, Barcelona, 1963, p. 63.
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I.
Cuando ella me besaba, me convertía en dos labios con cabeza que se transformaban; en metros de cuerpo con paseantes cabezas; en gigantescos ojos que se devoraban, en manos gigantescas, que lentamente la rodeaban. Cuando me miraba, entraba transformado y la tocaba.
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Cuando ella me paseaba...
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II. Cuando Lola me paseaba...
Cuando ella, lentamente, me besaba, me convertía en su cabeza con dos labios que se transformaban en metros de cuerpo con paseantes de gigantescos ojos y cabeza gigantesca, los cuales se devoraban las manos que la rodeaban, transformando lo que tocaban.
Cuando en ella me miraba, entraba en ella.
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martes, 3 de agosto de 2010

Mi doble cuerpo

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"El doble"
Sería bueno y feliz si yo fuese sólo mi cuerpo.
Fernando Pessoa
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Yo nunca lo hubiera hecho; pero mi cuerpo lo hizo.

Luciano G. Egido, "El doble", en Cuentos del lejano oeste, Tusquets, Barcelona, 2003, p. 25.
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"Mi doble cuerpo "
Y él sería feliz si yo fuese bueno, pero lo hice yo solo: su cuerpo nunca lo hubiera hecho.
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viernes, 30 de julio de 2010

Te tejo y me cercas

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Oh, tú, criatura alada, vuela alto si puedes, que sólo así podrá mi sueño voraz rondarte sin consuelo.
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* La imagen, titulada "Entre dos mundos", la he tomado prestada de la bitácora de Abel Murcia, Al trasluz. No deja de ser curioso que ambos títulos (el de la foto y el del blog) compartan la idea de umbral... En su bitácora, además de traducir a importantes poetas polacos contemporáneos, publica fotos enigmáticas y reveladoras como ésta.
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lunes, 26 de julio de 2010

Fábula vegetal

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Nada más despertar de la siesta, descubrió que bastaba estirar los dedos, extender brazos y piernas, para congraciarse con el aire de la tarde. Tras recomponer su vestido de lino echó a andar por caminos pedregosos y senderos, recabando memorias vegetales. A esa hora los rayos de sol volvían dóciles zarzales y rosas. Pudo conocer todo tipo de flores y plantas. Varias veces trató la noche de sorprenderla, derramando oscuridades. Pero Flor no se amedrentó. En absoluto quería volver a un redil hecho de parterres; antes bien, prefería reimplantarse en cualquier parte ventilada, entre semejantes. Y fue así que no regresó. Ha descubierto que adora las tormentas de verano.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"