sábado, 20 de diciembre de 2008

Avaricia

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avaricia.
(Del lat. avaritĭa).
1. f. Afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas.
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Fuente: DRAE (2001)


Se miró de frente al espejo buscando encontrar lo que tanto añoraba, pero sólo halló el mismo rictus mezquino y de amargura del día anterior, de la semana pasada, de hacía tantos meses. No contenta con la respuesta que aquel espejo olvidadizo le devolvía insistente, procuró reflejarse en él de nuevo, pero volvió a atisbar en su azogue de azufre la misma ausencia redoblada. Como si esas malditas aguas escondieran, a sabiendas, la memoria de otro rostro, acaso el que alcanzara a tener en otra vida, mucho más dulce y serena. Bastaba un ligero parpadeo para que esa imagen perseguida se desvaneciera en ondas aladas. Pero ella no iba a cejar. Mañana volvería a su empeño, a buscarse con la misma insistencia. Y pasado mañana, y al otro, hasta que lograra vislumbrar, al menos, el alcance de lo perdido.
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miércoles, 17 de diciembre de 2008

Envidia

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envidia.
(Del lat. invidĭa).
1. f. Tristeza o pesar del bien ajeno.
2. f. Emulación, deseo de algo que no se posee.
comerse alguien de ~.
1. loc. verb. coloq. Estar enteramente poseído de ella.
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Fuente: DRAE (2001)

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Cansado de ver cómo languidecían ante la ventana de aquella belleza radiante, el astro rey se emboscó una tarde tras el cristal y cegó para siempre a su fiel cohorte de admiradores.
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martes, 9 de diciembre de 2008

Piel de ángel

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Bastó verla en mitad de la calle apenas un segundo, las mismas alas desplegadas de algodón esponjoso y reluciente que solían arroparlo ya casi todas las noches, para reconocerla de inmediato.
-¿Qué haces aquí, si puede saberse?, dijo él abrumado, mientras en vano trataba de cubrir con el abrigo sus arrebatadoras alas fulgentes.
-Esta madrugada andábamos discutiendo algo crucial, ¿recuerdas?, y de pronto, con los primeros rayos de sol te esfumaste. No vuelvas a hacerlo.
Y aunque él trataba de recordar, más azorado que nunca, por qué absurdo motivo habrían tenido que reñir horas antes, cayó rápidamente en la cuenta de que no había nada que hacer, de que sus sueños no alcanzarían a tener jamás la textura del algodón, pues estaban hechos de otra materia más lábil y putrefacta, compuesta a base de huesos, tendones y venas de grosor distinto. Tras despedirse de ella, emplazándola a un nuevo encuentro aquella misma noche, supo que ya sólo era un hombre abatido más.

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"