miércoles, 12 de junio de 2019

775

Temeridad: acción, calidad de una obra o juicio propios de quien se sabe lanzado a cumplir sus designios, buscando satisfacerlos más allá de la naturaleza o fundamento de los mismos; fuera de toda razón y conveniencia. De ahí que sean tachados de imprudentes o precipitados. En otras latitudes, razón de ser. Sal de la vida. 


domingo, 9 de junio de 2019

773


Se demora todo aquel (o aquello) que decide, por su cuenta y riesgo, detenerse en alguien (o algo) de improviso, a sabiendas de que su actuación causará impaciencia, o será recibida con fastidio e incordio, cuando no con irritación manifiesta. De ahí que el sujeto (u objeto) demorador o demorante sea, en general, un idealista (o un ideal), un soñador irredento (o un ensueño). A veces, también, un perfecto tocapelotas.


viernes, 7 de junio de 2019

Revista LITORAL, núm. 267

Muy agradecida a Antonio Lafarque y Lorenzo Saval por encontrarme con el microrrelato "Principio de contradicción" en feliz compaña entre tan bellas páginas de poesía, arte y pensamiento de la Revista Litoral, cuyo último número dedica por extenso al automóvil y a rendir homenaje a FGL.



Aquí, los dos índices del número 267:




lunes, 3 de junio de 2019

Berlín, 34 grados

Niños como lagartijas corretean por la calle, gritando y escabulléndose sin importarles nada más que su propio juego, al que se entregan con absoluta seriedad. Las golondrinas chillan y los coches pasan mientras los adultos sestean o, al menos, lo intentan. La tarde parece que transcurra a ratos. Quién sabe. A lo mejor, lo hace.


sábado, 1 de junio de 2019

772

Oquedad: hueco que deja un vacío. O vacío que deja un hueco. Como sucede en el vaciado de un molde, quedando este, por extraño que parezca, ahuecado a perpetuidad. Acaso una muestra de puro orgullo. O como cuando alguien ahueca el ala. Y echa a volar sin saber hasta cuándo, ni en qué dirección es mejor tirar, pues ignora por dónde sopla el viento; ese mismo que nos sostiene cuando decide sostenernos. Como seres de aire que somos. Un comportamiento semejante.



viernes, 31 de mayo de 2019

jueves, 30 de mayo de 2019

Juan Vico, El animal más triste


La verdadera ficción


En Los bosques imantados, la anterior novela del autor, el protagonista se empeñaba en deslindar las falsas creencias de la pura realidad objetiva, un empeño que trataba de conseguir por medio de su labor detectivesca en un entorno rural donde la verdad apenas sí parecía interesar a nadie frente a la más poderosa superchería y autosugestión de la gente. En El animal más triste, por el contrario, ya no se trata tanto de contrastar la realidad con leyendas o ficciones cercanas al mito, sino de cotejarla más bien con los deseos, anhelos y sueños de un grupo de amigos que acaban de ingresar en la madurez. 

Vico pone el acento en la realidad a menudo amarga ─o, cuando menos, agridulce─ de un puñado de amigos cuarentones que se reúnen con sus parejas en una casa rural tras veinte años de amistad, un motivo habitual en la literatura, lo que da pie a un ajuste de cuentas personal y colectivo que se va desplegando en la primera y tercera parte de la novela, mientras hablan entre sí o incluso monologan, tal y como ocurre en el teatro de, por ejemplo, Thomas Bernhard, o en las películas de Éric Rohmer y Woody Allen, tras ver rebajados o defraudados sus afanes de juventud. Si exceptuamos la segunda parte, no se trata de una narración en la que ocurran cosas sino, más bien, de una novela en la que prevalece el diálogo. De ahí la sensación acuciante de hallarnos ante un examen de conciencia que corre a cargo de cada uno de los personajes, quienes toman la palabra como narradores para justificar sus decisiones vitales.


Pero esta novela polifónica es también un homenaje al buen cine. No en vano, son múltiples las referencias a directores y películas que se utilizan como término de comparación para justificarse o, incluso, transigir ante un destino que no se revela tan fantástico como soñaban. Tampoco falta en la segunda parte un cuento melodramático intercalado que sucede en plena guerra civil, escrito por la más joven del grupo, todavía con los sueños intactos. Paula recrea, en suma, una bella historia de amor con visos de leyenda cuya acción transcurre en el mismo valle en el que se encuentran, en el pueblo abandonado que a veces recorren para estirar las piernas entre escombros y ruinas; acaso una nueva metáfora de la labor destructora del tiempo. De hecho, la chica confiesa en un momento dado en que se habla de temores inconfesables: «La falta de sentido; que nada de lo que hagamos acabe sirviendo para nada» (p. 51), y aún Jonás, el protagonista, añade en la p. 71, mientras se ve reflejado en la carrera dudosa de un saxofonista que languidece en una orquesta de pachanga: «La sensación de que cada día es más difícil corregir cualquier mínimo error. La dificultad de continuar creyendo que uno aún sostiene las riendas de su futuro». Esta historia del saxofonista le sirve a Juan Vico para rendirle homenaje a Charlie Parker y, de paso, a «El perseguidor», otra metáfora más de los múltiples desvelos e insatisfacciones a que nos condena la mayoría de afanes que no han llegado a cumplirse. 

Juan Vico ha construido una novela de personajes a partir del recurso básico del diálogo que entablan estos amigos, además de trazar numerosas remisiones entre los episodios y las partes que lo componen, desembocando en un conjunto trabado, casi orgánico. El autor exhibe aquí un indudable manejo de la lengua y de los recursos literarios, sin olvidar la reflexión metaliteraria, al servicio de un argumento dramático; alternándolos con buenas dosis de ironía y sarcasmo. Y mientras nos muestra los sinsabores de un grupo de amigos que se corresponden con los de su propia generación, el autor rinde homenaje a varios géneros artísticos (el cine, el diario, el cuento, el guion cinematográfico, la fotografía o la música). Y claro, a la novela, un género capaz de englobarlos a todos ellos.


* Esta reseña ha sido publicada en el número 425 correspondiente al mes de mayo de la revista literaria Quimera.


770

Autoridad: figura respetable que hace las veces de dechado de virtudes y perfecciones en la materia que la ocupa, en caso de existir tales cosas. Muestra ejemplar de ese conocimiento.


miércoles, 29 de mayo de 2019

martes, 28 de mayo de 2019

768

Deslumbre: vislumbre alumbrado. O tal vez alumbre vislumbrado. A saber.


lunes, 27 de mayo de 2019

767

Alucinación: antídoto que la naturaleza humana genera de forma espontánea para combatir un exceso tóxico de realidad.



sábado, 25 de mayo de 2019

766

Adorar: divinizar a todo aquel o aquello que se lo merezca, aunque sea por méritos sobrevenidos, atribuidos o apócrifos.



viernes, 24 de mayo de 2019

miércoles, 22 de mayo de 2019

764

Se desespera todo aquel que pierde la capacidad de esperar sentado o de mantenerse en espera sine die, prefiriendo bien impacientarse, bien exasperarse en la consecución de un fin, mientras causa despecho a los demás y a sí mismo a partes iguales.



martes, 21 de mayo de 2019

763

Aversión por los malos microrrelatos la tenemos todos. Como por las malas novelas, aforismos, poemas, cuentos, artículos, ensayos, piezas de teatro y hasta reseñas. Mira por dónde.






762

Alegría: a partir de cierta edad, buen pasar de los sentidos.


lunes, 20 de mayo de 2019

761

¡Ojalá un día los tontos del bote —y los de remate— despertaran por fin de su tontedad!


760

Se desvive todo aquel que deja de vivir normalmente para hacerlo en pos de una pasión que lo arrebata. Hasta consumirse del todo por dentro.



jueves, 16 de mayo de 2019

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.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"