Doscientos once

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Somos la misma respiración 
sostenida, 
entre
       cortada, de nuestra escritura.
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Doscientos diez

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La verdadera ficción es toda esta realidad insincera, 
tan rematadamente nuestra.

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Doscientos nueve

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Crear (es) una obra de arte. 

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Doscientos ocho

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Las palabras son pájaros que echan a volar cuando resucitan.

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Doscientos siete

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Dios nos piensa cada vez que lo ignoramos.

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Doscientos seis

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El perfeccionismo es la clase de sadismo

que cultivan los espíritus nobles.
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Doscientos cinco

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Por falta de fe somos sacrílegos devotos.

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Docientos cuatro

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El descreimiento nos ha convertido en despóticos dioses.

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Doscientos tres

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El despellejamiento literario

constituye la verdadera vocación 

de algunos letraheridos.

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Doscientos dos

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El aforismo a menudo nace con esfuerzo 

aunque este no baste para alzarse.

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Doscientos uno

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Los amigos nos descubren 
(y describen) a conciencia.

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Doscientos

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Se ruega no confundir la risa con la hiel. 

(Ni la zafiedad con el talento). Gracias.

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Ciento noventa y nueve

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Determinados espacios nos retienen en su atmósfera ingrávida.

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Ciento noventa y ocho

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Tomar conciencia anticipada de cuanto 

se nos viene encima pese a ignorarlo. 

Estar despiertos.

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Ciento noventa y siete

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La brevedad no es cortedad; 

antes bien, largueza de compre(n)sión.

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Ciento noventa y seis

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Los amores que tuvimos 

nos sostienen de por vida 

en sus sólidos (a)brazos.

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Ciento noventa y cinco

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Algunos progresos lastran. 

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Ciento noventa y cuatro

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Mutatis mutandis, la querencia que exhibimos por 
ciertas personas nos envilece. 

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Ciento noventa y tres

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El amor que profesamos sin remedio 

por determinados objetos nos humaniza.

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Ciento noventa y dos

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El pasado inmediato nos deslumbra 

con el fulgor previo de la desmemoria.

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