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Tan preocupado estaba por acudir a tiempo al insidioso reclamo que, bajando primero las escaleras de dos en dos, y luego de cuatro en cuatro, se plantó en un santiamén frente a la puerta de La eternidad. En los relojes del mundo entero pasaban diez minutos de la hora convenida. Un eco vacío le devolvió, reverberados, sus lánguidos pasos.
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Es magnífico. A veces tenemos tanta impaciencia porque pase el tiempo que , al final, acaba pasando de verdad... Un beso guapa.
ResponderEliminarQuizá estamos demasiado obsesionados con el tiempo. De tal forma que al pretender ganarle la batalla, le vamos perdiendo, inexorablemente, poco a poco.
ResponderEliminarSalud y República
¿Qué pasaría si, eso que no puede pasar, pasase?
ResponderEliminar¿En que espacio quedaríamos?
Marisa, temprano y tarde son, efectivamente, categorías relativas, mudables. Un beso
ResponderEliminarRafa, esa paradoja se cumple tal como dices: en realidad, nunca se le gana sin que nos cobre el adelanto... Otro beso
Nano, ¿en el del limbo? Vete a saber. Más besos
A todos, he retocado otro poco el texto. Gracias
¡Qué putada!
ResponderEliminarBueno, al menos siguen reberverando sus pasos.
Es magnífico.
Besazos.
Gemma, llego a deshora, mas como la eterna eternidad se demora, tengo la esperanza de que este comentario reverbere por poco tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo a las veintiuna y treinta y siete horas del norte del continente americano.
Sergio Astorga
*La fotografía es un hallazgo
Tengo unas dudas:¿la eternidad está abajo?, ¿abajo es una tumba?.En la eternidad,¿ el tiempo no existe porque es infinito ?.Uf!,¡ qué lío me estoy haciendo!.Estos relatos tuyos siempre me hacen pensar, son muy laberínticos.Besos.
ResponderEliminarPues yo creo que la languidez de sus pasos nos dice que no quería llegar a esa cita de hecho se retrasó a pesar de que al principio
ResponderEliminartenía mucha prisa.¿Le admitió la eternidad a pesar de su retraso?.
Un abrazo.(no sé si he comprendido bien el texto)
Yo creo que no quería llegar, quería que la eternidad esperase. Tal vez todos esos escalones bajados de cuatro en cuatro no eran más que maneras de gastar el tiempo, rodeos, maneras de escaparse.
ResponderEliminar¿Qué dices tú?
Yo te mando besos.
Tal vez era el autor del bolero, apunto de enloquecer, quien bajaba las escaleras de cuatro en cuatro y se plantó a la puerta de la eternidad por ver si ella, que se fue para siempre, la abría por el otro lado.
ResponderEliminar¿Para irse con ella cuando amanezca otra vez o para que regresase? Eso en el próximo capítulo.
Besos reverberados.
Se me olvidó el pequeño detalle que el bolero es aquel que dice: "Reloj no marques las horas porque voy a enloquecer. Ella se irá para siempre cuando amanezca otra vez. Y bla bla bla..."
ResponderEliminarFantástico, Gemma. Misterioso y voladizo como la eternidad misma.
ResponderEliminarUn besito.
Al final, al pobre abuelo que aparecía retratado en La visita le ha llegado su hora. Disculpad mi ausencia por unos días. Besos
ResponderEliminarviendo el reportaje de fotos que hizo un compañero de profesión sobre Bali le pregunté por el paso del tiempo por allí.Me respondio"el tiempo en Bali no existe".
ResponderEliminarMuy bueno, Gema. Breve y certero. Una de tus muchas perlas. Un beso.
ResponderEliminarEspero que se haya ido con los besos recibidos,querida MEga.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un abrazo,ante tu ausencia.
ResponderEliminarno merece menos la foto en cuestión (esta reflexión sobre nuestra impaciencia)
ResponderEliminarun abrazo fuerte!
Gracias a todos por vuestros comentarios. Abrazos
ResponderEliminarConviene llevar un reloj que no coincida con los del resto del mundo. Son demasiadas coincidencias. ;)
ResponderEliminarGracias por la lectura y el comentario. Ya vuelvo.
Saludos