... ...
Afuera, la oscuridad se ceba sobre una nada cubierta de sombra, mientras, adentro, una anciana impedida escapa de la nada sombría por el blanco de la escritura. Cuando den las doce, habrá logrado escribir, con pluma de tinta, varios folios de vida, emborronando tan sólo algunos márgenes, sin apenas tachaduras. Alumbra su cuarto un globo de papel redondo y blancuzco de luna. Horas después, empieza a sentir cómo la noche se le escurre por entre los dedos, boca arriba, al lento ritmo con que el alba va rompiendo veladuras. De pronto, ya no tirita.
...
Las
OOhojas
OOOescri
OOOOOtas
OOOOorespi
OOOOOora
OOOoban
todavía.
OO
...
sábado, 7 de febrero de 2009
viernes, 6 de febrero de 2009
Azul
......
Cada mañana la dejaba en aquel puestecito de la calle estrecha, con un atuendo distinto, recostada en el banco de siempre. Que no tuviera manos ni piernas, que fuera apenas un torso vestido, unos brazos sin terminar, no parecía importarle lo más mínimo. Él la cubría siempre con esmero y pudor, de ahí que la gente le preguntase a menudo por sus ropas. A ella todo le sentaba bien.
...
A partir de septiembre, con la llegada del frío, empezó a ponerle alrededor del cuello un pañuelo de color, cada pocos días uno distinto. No siempre conseguía sentarse un rato a su lado, pero si podía, lo hacía. Por entonces, algunos empezaron a murmurar. Yo también. Hasta que me armé de valor y se lo dije. Por toda respuesta, él repuso que si aquello de que le acusaban era capaz de ser tan azul como el pañuelo que lucía ella ese día, tal vez fuera cierto. Ya de regreso a casa, me convencí de que debía de serlo, más allá del absurdo incluso; mi amigo no es de los que mienten.
....
Cada mañana la dejaba en aquel puestecito de la calle estrecha, con un atuendo distinto, recostada en el banco de siempre. Que no tuviera manos ni piernas, que fuera apenas un torso vestido, unos brazos sin terminar, no parecía importarle lo más mínimo. Él la cubría siempre con esmero y pudor, de ahí que la gente le preguntase a menudo por sus ropas. A ella todo le sentaba bien.
...
A partir de septiembre, con la llegada del frío, empezó a ponerle alrededor del cuello un pañuelo de color, cada pocos días uno distinto. No siempre conseguía sentarse un rato a su lado, pero si podía, lo hacía. Por entonces, algunos empezaron a murmurar. Yo también. Hasta que me armé de valor y se lo dije. Por toda respuesta, él repuso que si aquello de que le acusaban era capaz de ser tan azul como el pañuelo que lucía ella ese día, tal vez fuera cierto. Ya de regreso a casa, me convencí de que debía de serlo, más allá del absurdo incluso; mi amigo no es de los que mienten.
....
miércoles, 4 de febrero de 2009
El ojo de cristal
......
Aquel ojo de cristal tenía la transparencia y el brillo de una mirada límpida y sin dobleces, diáfana de puro fulgor. Tanto era así que él la seguía amando, única y exclusivamente, en virtud de aquel ojo falso de perlas nacarado, y no del otro sano y verdadero que le quedaba, auténtico, sí, pero absolutamente vulgar.
..
Aquel ojo de cristal tenía la transparencia y el brillo de una mirada límpida y sin dobleces, diáfana de puro fulgor. Tanto era así que él la seguía amando, única y exclusivamente, en virtud de aquel ojo falso de perlas nacarado, y no del otro sano y verdadero que le quedaba, auténtico, sí, pero absolutamente vulgar.
..
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"