Un maniquí blanco viste de blanco, los brazos desnudos y lechosos, en un escaparate de la ciudad. Junto a él, otro maniquí negro, piel, zapatos y bolso a juego, muestra su impaciencia por salir. Como si quisieran aprovechar el letargo de las calles nocturnas para estirar un poco las piernas. Es crudo invierno.
Me paro un momento a observarlas y todavía consigo cazar al vuelo algunos retazos de su conversación.
-Ten cuidado, no te resbales... -comenta la primera mujer frente a la puerta.
-Espera un segundo, enseguida estoy lista -le responde su amiga.
Me ha sorprendido que compartan un mismo modelo de bolso. La escena me parece misteriosa y natural. Les saco una foto que me sirva de prueba y recuerdo.
En Berlín, las noches son frías y oscuras como en pocas ciudades. También son muy hermosas. Ellas lo saben, así que -tras sentirse descubiertas- se han lanzado a la calle, camino de Eldorado. Ambas comparten esa belleza trasnochada de las cosas envejecidas desde siempre. Es ya de madrugada cuando estas mujeres de fibra de vidrio se alejan de la mano, calle abajo. Persiguen sueños de músicas antiguas que sólo hallarán en aquel viejo local situado en la Motzstraße, envuelto, a estas horas, en sinuosas volutas de humo.
Me paro un momento a observarlas y todavía consigo cazar al vuelo algunos retazos de su conversación.
-Ten cuidado, no te resbales... -comenta la primera mujer frente a la puerta.
-Espera un segundo, enseguida estoy lista -le responde su amiga.
Me ha sorprendido que compartan un mismo modelo de bolso. La escena me parece misteriosa y natural. Les saco una foto que me sirva de prueba y recuerdo.
En Berlín, las noches son frías y oscuras como en pocas ciudades. También son muy hermosas. Ellas lo saben, así que -tras sentirse descubiertas- se han lanzado a la calle, camino de Eldorado. Ambas comparten esa belleza trasnochada de las cosas envejecidas desde siempre. Es ya de madrugada cuando estas mujeres de fibra de vidrio se alejan de la mano, calle abajo. Persiguen sueños de músicas antiguas que sólo hallarán en aquel viejo local situado en la Motzstraße, envuelto, a estas horas, en sinuosas volutas de humo.
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