Síndrome de Cotard:
se trata de uno de los trastornos psiquiátricos más insólitos, ya que la persona cree que está muerta o bien que es inmortal. Quien sufre el síndrome llega a pensar que sus órganos vitales han dejado de funcionar e incluso que se encuentran en proceso de putrefacción, con alucinaciones olfativas incluidas. El País semanal, 30/5/09.
..Llevo esperando que aparezcas 467 días y 19 horas exactamente. Cada tarde, después del trabajo, me dirijo sin falta al banco en que solíamos sentarnos y te espero en vano dos, tres horas, cuatro. Quedarme allí es lo único que me consuela. O, al menos, así era no hace tanto. Te divertiría comprobar hasta qué punto los pájaros se han ido acostumbrando a mi presencia. Cuando la sombra se apodera de los caminos, no es extraño verlos acercarse dando saltos hasta mis pies. Sin temor alguno, picotean los restos de las meriendas, como si me hubiera vuelto de piedra. Ahora, en cambio... En su actitud displicente he creído adivinar hace poco la causa de tu desdén. Tiemblo sólo de pensar que quieran echárseme encima cualquier día, comerme los ojos, la nariz, el hígado. Estos cuervos son tan listos que ya se han dado cuenta.
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como una estatua me he quedado yo...eso del síndrome de Cotard me ha dejado impresionadísima...y luego me he leído el relato y me ha impresionado todavía más...
ResponderEliminarun abrazo fuerte!!!
Pues sí, es impresionante. ¿Y no podría ser al revés? O sea estar muerto y actuar como si estuvieras vivo. Aunque hay algunos que ya lo hacen.
ResponderEliminarUn beso.
Salud y República
Cuando la sombra se apodera de los caminos....(me gusta mucho como suena ésto)..la causa de tu desdén.
ResponderEliminarLos que eran pájaros se transforman en cuervos.¡ J. con el texto!.Yo también me he quedado de piedra.Un fuerte abrazo.
Genial, mega. Cuántos trastornos se esconden tras una apariencia normal. Besitos.
ResponderEliminarEste relato me recuerda el famoso cuento de la estatua del "Prîncipe feliz" de Wilde al que lo fueron devorando poco a poco, y a quien tras haber carcomido poco a poco su belleza, tal vez, tras su petrificada huella llegase a sentir el sîndrome de Cotard, quien sabe. Hueco y vacîo lo dejaron, aunque su alma, se engrandeciera en cada desgarro.
ResponderEliminarBesos.
Qué pánico. Supongo que quienes vimos de pequeños los pájaros descubrimos con frecuencia a los cuervos acechándonos. Muy bueno. Y el síndrome, horripilante.
ResponderEliminarUn beso.
María, yo tampoco tenía ni idea de que pudieran existir síndromes así, la verdad. Debe de ser terrible. Otro abrazo bien gordo
ResponderEliminarRafa, efectivamente. De eso se trataba más o menos. Aunque el personaje no esté muerto biológicamente, lo estaría en sentido figurado, hasta el extremo de padecer por ello el síndrome...
Un fuerte abrazo
Sigma, lo cierto es que me gustan mucho las transformaciones. Procurar entender por qué suceden. Aquí el relato empieza como si ella hubiera fallecido y él fuera un pobre viudo que recorre los caminos en busca de su recuerdo, para luego descubrir el lector que sucede, justamente, al contrario: él es un muerto en vida, un alma en pena...
Besos (y hasta muy pronto)
Isabel, ni que lo digas. A mí también me sorprende. (Y los que todavía queda por descubrir...) Da miedo de sólo pensarlo. Un abrazo
Eva, estás hecha toda una rastreadora, jaja. Me encanta que te lo haya recordado. Gracias y un beso
Izaskun, lo cierto es que en Barcelona no es nada difícil ver cómo se comportan las gaviotas... Da grima verlas comer (y atacar).
Besos
Estupendo,intrigante y obsesivo relato, Mega. A mí también, como a María, me ha impresionado eso del síndrome de... De todos modos, ¿dónde está la frontera entre la realidad y el sueño? ¿acaso no morimos un poco mientras dormimos?
ResponderEliminarEn fin...
Un abrazo, Javier.
Menudos síndromes somos capaces de elaborar los humanos para mortidficarnos. De piedra me has dejado y yo diría que incluso empiezo a oler a muerto.
ResponderEliminarMuerto me dejas (espero que sólo sea una frase y no haya contraído el síndrome de Cotard). Abrazos.
ResponderEliminarDe lo mejor que te he leído. Veo a Poe y a Hitchcock conjurados con Mega para que temblemos los lectores de estos Sueños. Enhorabuena. ¿Para cuándo un libro con tus mejores micros?
ResponderEliminarBesos.
Me encanta esta historia.Ya el principio,en forma de medida:dias,horas, nos habla de una obsesión.Y ese miedo a ser devorado ¿consciente o no?...sintiéndose más muerto que vivo,sufiendo.
ResponderEliminarLa imagen ¿es una foto o una pintura?,parece una pintura romántica.
Abrazo.
Excelente microrrelato. Tiene un aire kafkiano.
ResponderEliminarBesos.
Javier, sin duda alguna. Yo, esto que comentas, lo veo sobre todo en aquellos ancianos que han empezado a dormir el mismo número de horas que permanecen despiertos; en el fondo, un primer paso en su abandono del mundo. Besos
ResponderEliminarAraceli, jaja; lo cierto es que la imaginación siempre se queda corta con respecto a la realidad (aunque a lo mejor resulta que esa realidad se muestra tan larga debido precisamente a la imaginación que alberga. En fin, un lío). Beso bien grande
Herman, esperemos que no, jaja; de lo contrario, tendremos que resucitarte cuanto antes. ;-P
Antonio, gracias, querido. Estoy en ello, sí. Ojalá pueda cumplirse ese sueño. Un abrazo
Bambú, qué bien que te guste. Esa imagen de Prometeo cuyo hígado es devorado por un águila me pareció que podía servir para expresar la idea de dolor continuo. La imagen es una foto del Viktoriapark (situado en Kreuzberg), un parque diseñado originalmente por Karl Friedrich Schinkel en 1821 en lo alto de una colina, desde la cual se divisa buena parte de la ciudad. A mí me encanta esa atmósfera romántica y también modernista (fue rediseñado en 1888 y ampliado entre 1913-1916), lleno de contrastes... Besos
Lilian, celebro que te agrade. Un fuerte abrazo para ti
Llego muy tarde pero, como dicen más arriba, me quedo de piedra. Este repaso por los síndromes más raros que nos da por tener a los humanos me deja pensativa. ¿Qué nos pasa? Pararse a comprender es empezar a notar síntomas...
ResponderEliminarEn fin, voy a estar unos días desconectada, pero espero saludarte mañana;-)
Un beso, Mega.
Un muerto o muerta por amor que cuenta los días y las horas desde que declaró oficialmente su muerte.
ResponderEliminarHas dado una vuelta de tuerca de la motivación al síndrome, por eso nos dejas tan vacíos por el horror.
Caray, Meguita, besos.
Olga, nos vemos ya mismo. ;-)
ResponderEliminarBesazo
Nán, pues sí: no me había fijado pero podría tratarse perfectamente de un muerto o una muerta...
Besos Nanón (ji)
Acabo de llegar de un viaje y me encuentro tu magnífico relato, duro,impresionante, delirante...
ResponderEliminarme gusta mucho cómo tratas y enfocas estos temas partiendo de una definición científica y ahondando en el ser humano y la pequeña historia que hay siempre detrás.besos, guapa
Mega, ya se pierde el litoral,se trenza de nuevo la espera, la ilusión y la asechanza de ser devorado por los picos de la noche, esa de los cuervos de eternas negras alas.
ResponderEliminarMicro trepidante, estatuario.
Felicidades.
Abrazo lector.
Sergio Astorga
Marisa, hola, pues a mí me encanta que lo veas así. ;-)
ResponderEliminarQuise, en efecto, sacarle el lado humano a todas esas definiciones científicas, intentar comprenderlas, de hecho, desde el único ángulo que importa: el de las víctimas... Un abrazo
Sergio, esa sombra que se enseñorea de los caminos y los devora es, como apuntas, un anticipo de la amenaza que siente el personaje. Como para no quedarse de piedra... Besos