Después de levantarse a la misma hora de siempre, fue vistiéndose con gestos automáticos. Primero se puso las zapatillas, luego el batín, y sólo cuando hubo anudado el cinturón, se encaminó medio dormido hacia el cuarto de baño. Situado al fondo de un largo y tortuoso pasillo, a mano derecha, mientras se dirigía hacia él con la parsimonia de todas las mañanas, sintió que tenía el cuerpo revuelto, pero no pudo averiguar si su incomodidad procedía de la boca del estómago o, más bien, de sus adentros.
Le bastó verse en el espejo para descubrir que ese señor que había enfrente no era él. Tras reconocer el susto reflejado en los ojos del otro, se asustó él también. Gritó, o quizá gritara el otro primero, no lo sabía a ciencia cierta, pero en cualquier caso fue un grito lo bastante ensordecedor como para desparramarse, insolente, por el estrecho hueco del patio de la escalera. Más de uno se estremeció al oírlo.
Le bastó verse en el espejo para descubrir que ese señor que había enfrente no era él. Tras reconocer el susto reflejado en los ojos del otro, se asustó él también. Gritó, o quizá gritara el otro primero, no lo sabía a ciencia cierta, pero en cualquier caso fue un grito lo bastante ensordecedor como para desparramarse, insolente, por el estrecho hueco del patio de la escalera. Más de uno se estremeció al oírlo.
Cuando a la mañana siguiente el vecino del sexto B le preguntó en el vestíbulo si se había encontrado indispuesto, el otro dijo por toda respuesta que se había sentido algo mal pero que, gracias a Dios, ya se encontraba mucho mejor.
Susto!
ResponderEliminarMuy borgiano este relato, sobre todo si giras (lo sugieres) el eje-espejo: el señor reflejado se asusta del señor ¿real? Pero, ¿quién es el que se topa con el vecino luego, el del batín o el "otro"?
ResponderEliminarAntonio, Ika, ahí está la gracia: que no queda claro quién de los dos se asusta primero (en el relato, el otro), quién grita antes (en el micro, él, nuestro personaje); o, por lo menos, esa idea quería transmitir...
ResponderEliminarEn cuanto a quién se topa con el vecino, si lo lees de nuevo te darás cuenta enseguida, jeje...
Un saludo a ambos
¡Claro que sí: el vecino era "paredaño". Muy bueno. Ya sé quién era el del sexto A (o C).
ResponderEliminarNo hay mayor tragedia que mirarse y no reconocerse. Ser un extraño para uno mismo. Eso asusta, sí. Mucho. Muchísimo. Angustia, más bien. Dentro de nosotros habitan muchos yoes. A menudo, el que mostramos no es el que queremos ser. Y viceversa.
ResponderEliminarGran relato, Mega.
bss
¿Se convirtió nuestro personaje en el vecino más popular de la escalera? ¿Tanto como para que los vecinos le hicieran una escultura laureada adosada en la fachada del edificio?
ResponderEliminarMe parece que muchos de nosotros nos hemos llevado alguna que otra vez este susto descomunal al ver en el espejo algo que no esperábamos, no siempre el físico es tal cual lo imaginamos.
ResponderEliminarMirarse a los espejos es una de las cosas más peligrosas. Ya bastante riesgo es mirar a los demás.
ResponderEliminarMe dejas temblando, de la cantidad de veces que habré caído por el hueco de la escalera (bueno, eran otros; también yo empujé al mío, al último). Eres una espanta-jóvenes angelicales (como yo).
Por decir algo que no me gusta: que el pasillo sea "largo y tortuoso".
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ResponderEliminarah... ja, ja, já. Volví a pasar y creí que no había dado al botón de publicar, así que hice otro con "la misma sensación"... ¡y es que hay "moderadora"! Borra el que más rabia te dé.
ResponderEliminarETDN, dices: "Dentro de nosotros habitan muchos yoes. A menudo, el que mostramos no es el que queremos ser", y yo lo suscribo por entero. Un beso
ResponderEliminarManuel, jajaja, qué cosas tienes... ¿Viste el rostro del sujeto? ¿Da miedo, verdad?
En realidad, no pertenece a ninguna fachada, sino al decorado (es un decir) de uno de los puentes más antiguos de Berlín. Otro beso
Maria Eugènia, sí sí, sé perfectamente de qué me hablas... Una abraçada.
Nán querido, ¿a cuál de los dos me cargo, al primer Nán o al otro, jeje? Menudo dilema más feo que me planteas...
Después de las explicaciones tan acertadas al relato que he leído, incluida la de la autora (que juega con ventaja, claro), la mía aparte de ser mi estupidez habitual se queda fuera de lugar. Pero por si me causa algún trauma no me la quiero guardar para mí.
ResponderEliminar¿Quién es capaz de articular tres movimientos seguidos, sin la mínima torpeza, cuando se levanta? Yo no, os lo aseguro. Y eso es lo que le pasó al protagonista del relato. Estaba torpe, espeso y aún adormilado. ¿Qué hizo? Confundió una ventana, que daba al pequeño y oscuro patio interior del inmueble, con el espejo del baño. Por supuesto lo que allí vio no fue su no-persona, era el vecino de enfrente (bastante feo por cierto) que estaba incluso más torpe, legañoso y somnoliento que él.
Y como no se iba a convertir en el vecino más popular de la escalera como dice Ortiz. Después del susto salió corriendo y desnudo por la escalera abajo hasta el portal. Como es normal, en su torpeza y descoordinación a la hora de levantarse, se le olvidó ponerse el batín. Aunque el pensase que lo llevaba puesto.
Vale, es retorcida la interpretación. Pero a mí me pasó una vez. ¿O fue al vecino de enfrente?
Un saludo.
Por cierto. ¡Maldita moderación de comentarios!
ResponderEliminarAdanero, jaja. Veamos: Muy torpe (y desorientado) tendría que estar el susodicho para confundir un espejo con la ventana, ¿no te parece? ;-P
ResponderEliminarEn cualquier caso, te doy la razón en que recién levantados, estamos más dormidos que despiertos.
Lo de la moderación ha sido para evitar a indeseables. No se me ocurre otro modo mejor... (¿tienes alguna contrapropuesta?)
Coda para los tres Nán: se me ocurrió lo del "largo y tortuoso pasillo" como un modo de conectar lo real con lo fantástico. Como si el pasillo fuera el mismo intercambiador del metro... Aunque celebro que, por fin, haya cosas que no te gusten, jaja, empezaba a estar algo preocupada. ;-)
Mi querida, Mega: sé lo que cuesta poner en palabras ante todos lo que pensamos y sentimos, o lo que nos divierte y asusta. Así que solo comento en aquellos blogs que me gustan. Además, ¿quién soy yo para mostrar un desagrado que posiblemente cae más en mi parte recibida que en la entregada?
ResponderEliminarCreo que esto lo aprendí de mi admirado Haro Tecglen: en los espectáculos con mucho dinero detrás, normalmente público, podía ser implacable si la ocasión lo requería. Pero en la interesantísima cadena de teatros del off, o hacía una crónica destacando los elementos muy positivos o no aparecía crónica alguna sobre el espectáculo. Un gran hombre.
Con respecto a lo segundo, mi señora autora, que aquí no le hablo a la narradora, tantas veces nos has espantado que ahora no te puede fallar el pulso. Sé estricta (o piadosa, según se mire): es muy fácil, apunta entre ceja y ceja para que el elegido ya esté muerto al caer al suelo. Ni siquiera te tienes que esforzar, son tan intecambiables que cualquiera de los dos lo merece.
No me dejes en la duda y en la esquizofrenia, no se me vayan a desmandar los dos por la cadena de blogs.
Nán, con tu permiso, me cargué al Nán "clónico". ;-)
ResponderEliminar(Lo que bien puede lerse como una poética o reivindicación en favor de la frescura, jeje, la mía, claro.)
Un abrazo
Mega, jeje. Veo: A ciertas horas de la mañana se puede estar tan torpe (y desorientado) o más. Un claro ejemplo soy yo, a estas altas horas de la madrugada en las que escribo esto (11h30') mi torpeza (y desorientación) quedan claras en lo que escribo. Por cierto, me acaba de decir el vecino de enfrente que no fue a él al que le pasó.
ResponderEliminarLo de la moderación, aunque molesta, la verdad es que a veces no queda más remedio. Te entiendo. Además, después de leerte que es para evitar indeseables y ver que permites mi comentario, siento alivio. No debo de ser un indeseable (por ahora). Y es que no hay nada peor que una persona indeseable, torpe (y desorientado).
Un saludo.
Superado el susto inicial, no estaría mal sufrir de tanto en tanto metamorfosis de este tipo.
ResponderEliminarComo alguien dijo, resulta muy cansado ser uno mismo todo el tiempo.
pd.- mis felicitaciones por la publicación en Narrativas, ha sido grato toparme contigo.
ay Mega...qué inquietante relato...
ResponderEliminar¿quién nos espiará al otro lado del espejo?
un beso
Adanero, por suerte para todos, tu cuidada antipatía es de una simpatía arrolladora. ;-P
ResponderEliminarViajero, sí, sí, a mí también me lo parece. Sería una suerte poder hacer vacaciones de uno mismo de vez en cuando...
Y gracias, yo también celebro haber publicado en la revista de Magda (para aquellos que no conozcáis su blog: Apostillas literarias).
María, ¡justo! Quién, eso mismo, a ver, quién. Yo tampoco lo sé...
Un abrazo a todos