Que no éramos inofensivos:
uno de nuestros aprendizajes más ingratos.
Andrés Neuman
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Luego tampoco éramos inocentes...
Sin saberlo entonces, decimos ahora,
matábamos a pedrada limpia camadas y ratas;
mientras los días alternos
preferíamos rebanar indulgentes
preferíamos rebanar indulgentes
patas y pescuezos,
exánimes ancas e irisadas colas,
exánimes ancas e irisadas colas,
traslúcidas alas, exiguos pellejos.
Sin poder saberlo, insistimos,
nuestra frágil conciencia desleía
en agua de borrajas sentimientos de culpa
porque ¡qué horror si no!
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Pero claro que sabíamos,
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Pero claro que sabíamos,
cómo no íbamos a saber,
si lo primero que aprendimos,
que se aprende por mucho tiempo en la infancia,
que se aprende por mucho tiempo en la infancia,
fue nuestra insondable,
su desnaturalizada,
capacidad para la farsa.
su desnaturalizada,
capacidad para la farsa.
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* Esta foto es de Albert Montellà Pellicer, mi sobrino mayor.
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