domingo, 30 de junio de 2013

Ochenta

Para Olga Bernad.........................
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Las palabras pueden herir y echar a perder una vida 
porque son acciones invisibles.
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sábado, 29 de junio de 2013

Un exceso de realidad

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Estoy en el metro, sentada en uno de esos vagones arruinados que hacen chirriar sus ejes cada vez que toman la curva de entrada al andén. Miro por la ventanilla. Un hombre extremadamente envejecido avanza con gran esfuerzo en dirección a la puerta del convoy. Varios de nosotros, la mayoría de mediana edad, seguimos el avance esforzado del intrépido escalador; salvo una chica muy joven que ha descubierto con desagrado que se halla justo delante de él. Ni siquiera se inmuta cuando lo ve agarrarse a los quicios metálicos para salvar el vacío. Le bastaría alargar el brazo, pero ha decidido ignorarlo. Para disimular mejor su desdén, le da la espalda mientras se dedica, muy concentrada, a buscar esos archivos tan urgentes de pronto, convencida de que sólo ellos podrán salvarla de semejante exceso de realidad. 
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viernes, 28 de junio de 2013

Polvo en el neón, de Carlos Castán


Novela de náufragos

Poético y sugerente, elíptico y sustancial, el estilo literario de Carlos Castán vuelve a adquirir forma en Polvo en el neón, su primera novela corta: un relato de carretera de apenas 42 páginas de texto que transcurre a lo largo de la mítica Ruta 66, traspasando los Estados Unidos de este a oeste a través de Albuquerque, la ciudad natal del fotógrafo Dominique Leyva, quien ilustra y narra esta historia sucinta de abandonos y traiciones hasta convertirla en un libro de 96 páginas con imágenes en color. Un tándem, Leyva y Castán, que parece compenetrarse muy bien pese a la dificultad del envite: relatar unos amores contrariados hasta la desolación.

Quinn quiere a Sally, pero la engaña desde hace tiempo con Jessica. Jessica está empeñada en que renuncie a su mujer y se larguen juntos de una vez, ahora que él ha descubierto que también Sally tiene a alguien, pero Quinn no se decide; Quinn vacila. Y, sobre todo, sufre. No en balde toda la novela es una huida hacia delante del protagonista por esa ruta de ensueño que constituye la carretera americana, casi onírica tal como muestran las fotos, hechas al sesgo y atendiendo a meros detalles que de pronto cobran especial relevancia; repleta de luces, sombras, letreros luminosos y moteles destartalados. Lugares marginales y esquivos como el personaje. “Conducir por cualquier carretera sin excesivas ganas de llegar a puerto puede ser en sí todo un destino”, empieza el texto de Castán. Un arranque enigmático que nos introduce de lleno en la experiencia de una huida que todo lo revuelve, arrollando a su paso no solo a Jessica, sino también las falsas esperanzas de este pobre náufrago dispuesto a reconducir su vida junto a Sally, la esposa despechada que ha ido a refugiarse en los brazos de otro hombre.

Quinn quiere a Sally aunque se acuesta con Jessica, puro ardor frente al hogar apacible y conocido que representaba vivir junto a su mujer; con la previsión del futuro resuelto y la sensación de una vida detenida, sin horizontes en apariencia, de una seguridad no menos engañosa. Así que Quinn coge el coche, como solía hacer de joven cuando necesitaba largarse para pensar, y pone ruta a la ciudad de Flagstaff, casi al otro extremo de los Estados Unidos, donde su tía Hanna les ha dejado en herencia, a él y su hermano, un motel que en realidad es una ruina, un problema añadido con el que bregar.

A partir de la voz omnisciente de un narrador en tercera persona que a menudo se funde con los pensamientos de Quinn, asistimos al carácter huraño de su protagonista, y a su visión desesperada de cuanto le acontece; al recorrido feroz que emprende movido por la necesidad, un deambular errabundo por un conjunto de situaciones absurdas amplificadas por ese halo de irrealidad que las envuelve y convierte en excepcionales, como un trasunto de su propia confusión; tal es el caso de la visita improvisada de Michelle, la hermana pequeña de Sally, otra desahuciada más a quien se propone seducir pero a la que, de pronto, descubre en la fragilidad más absoluta; una Michelle que de repente ha dejado de ser la muchacha vitalista que él conoció, perdiendo toda su luz. Nada subsiste, como si dijéramos. Ni la pasión, ni tampoco siquiera la belleza de los ángeles.
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Castán parece haber escrito esta historia para mostrarnos el particular descenso a los infiernos de Quinn a través de un recorrido repleto de señales y desvíos engañosos, pues al cabo el trazado y el sentido se revelan curiosamente únicos: con la sempiterna desilusión de fondo, y el más crudo desengaño. Los diferentes espacios por los que transita, plasmados con suma delicadeza y cercanía por Leyva, expresan todo el cúmulo de carencias y ausencias vividas, con imágenes turbias y borrosas tan parecidas a sus sentimientos, a través de las cuales el autor edifica esa atmósfera de soledad y nostalgia que resulta crucial en el comportamiento de esta novela de náufragos. Una vez más, Castán se erige en retratista de la desolación y el quebranto. De ese perderse de pura soledad. 




* Esta reseña ha aparecido publicada en el número de junio de la revista de literatura Quimera.

martes, 25 de junio de 2013

Setenta y nueve

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A menudo la vanidad se mira en el espejo de la envidia, cara y envés de un rostro que se muestra de perfil.
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lunes, 24 de junio de 2013

Setenta y siete, setenta y ocho...

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La literatura es incierta por naturaleza; cuando no lo es, el tiempo, tan astuto, se encarga de despojar al autor de sus certezas.
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La literatura sólo se redime por medio de la incertidumbre, desde lo incierto escrito.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"