lunes, 11 de octubre de 2010

Cuerpo de luna



Con el calor de estas manos bruñiré tu cuerpo de luna para que la noche amanezca sin astros, llena de ti.


* De los cien escalones (L100e) que recorre Nano, el décimo dice lo siguiente:

Diez

Prefiero tu silencio a mis palabras banales.

Callemos juntos.

Que no nos quede más consuelo que el recuerdo de un calor confuso.


** La espléndida ilustración es de Veronica Leonetti, procedente de su bitácora La muerte del espejo.

domingo, 3 de octubre de 2010

No lo sabemos

...

NOS TOCA QUERERNOS SIN LA PIEL

Ahora que mi olor ya no te duele

y que no sangras reproches,

la culpa me suelta el cabello.

A las heridas, lo sabemos,

las maquillará el tiempo.

Bien se puede decir

que nos hemos sobrevivido.

Al fin y al cabo

nunca tuvimos mapa.

ARACELI ESTEVES

..

..

Y un contrapoema...


NO

LO

SABEMOS

Nu

nca tuvimos

que

maquillarnos

el

olor

.

Mi tiempo

sangraba

cabellos y

heridas,

reproches

al fin

y al cabo; ahora,

ella

,

la

piel que

nos

soltamos

sin

culpa, ya

no

te-me-le

duele.

Podría decirse

que nos

toca querernos... Bien.

Hemos sobreviv

ido

a los

m

apas.

* El poema, inédito, pertenece a Araceli Esteves, de El pasado que me espera. La foto es de Cándido Del Puente, y forma parte de una serie que se titula "Juguetes abandonados".

..

domingo, 26 de septiembre de 2010

La vagabunda




He vuelto a reconocerla. Hoy, sin ir más lejos, estaba sentada en el banco de los borrachos. Fumaba un pequeño cigarro a sorbos, como buscando recomponer sus fuerzas, o el ánimo intacto que alguna vez tuvo. Fingía no haberme visto. Aunque no la conozca personalmente, suelo encontrármela a diario al salir de casa. Si no la veo, la busco hasta dar con ella. Siempre que toma el camino que corre paralelo a la vía de la estación Julius-Leber-Brücke se embosca para beber a solas, a sus anchas. La he visto hacerlo en más de una ocasión. Se traga a morro el contenido de una cerveza tibia, mientras con la otra mano arruga una bolsa de plástico. Da la espalda al mundo para mejor empinar el codo. Es la vagabunda de Shöneberg. Una mujer de mediana edad que parece una vieja. La mayoría de las veces, una rubia alcohólica; otras, sin embargo, una dama solitaria y coja.

.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"