Si las hojas fueran cuadradas, y los tallos curvos y dóciles,
los interiores de las casas estarían decorados con árboles, mientras vuelos caprichosos
de mariposa surcaban el cielo del comedor, y tras doblar una esquina, se
colaban en el dormitorio de nuestros hogares, empeñadas en posar sus ridículas
patitas sobre el cristal esmerilado de la mesilla de noche, nerviosas como
crías ante el sueño profundo que se avecinaba.
Ay,
si las hojas fueran rectangulares, e
incluso un poco apaisadas,
de un verde brillante.
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