I.
Aquel hombre de perfil lleva más de una hora vigilando mis pasos,
el más mínimo de mis movimientos. No se fía ni de su sombra, de ahí que mire a
izquierda y derecha con recelo y verdadera desconfianza, como si estuviera dispuesto
a descubrirme al menor descuido, a fastidiar mi plácida existencia secreta. Y
es que no puede uno fiarse de nadie. Dar un paso en falso. Desfallecer.
Atreverse siquiera. Ser.
..
II.
Aquel hombre que asoma de perfil recorre, sin descanso, la sala B
de exposiciones. Cada día es igual. Desde que le asignaran la vigilancia de la
sala, apenas se adentra en los habitáculos laterales, como si no quisiera
alejarse demasiado del retrato amarillo que preside su centro.
..
III.
Aquel hombre que no asoma por ningún sitio su perfil, o sea yo, no
sabe cómo escabullirse de este laberinto de sombras. Huir sin ser visto ni ser
echado de menos siquiera. Lograr la fórmula para dejar de ser de una vez por
todas. Poder esfumarse, desaparecer.
....