jueves, 26 de febrero de 2009

La tristeza

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------es una mujer
fría, impávida,
de brazos largos
y dedos finos,
-aunque ensortijados-
como de pianista
virtuosa.

...
Su mirada
frígida,
de sonrisa
apagada
y gesto
ceniciento,
ha decidido
hoy
lanzarte,
furiosa,
viejas
aristas

cauterizadas
por tu cuerpo.
...
Pero nada
sirve
de nada. ¿A
qué si no

vuelven
sus dedos
de aguja,
de alfiler doliente,
a recorrer
con tacto sumo
y desánimo
cansino
esas líneas
antiguas,

de impresión
fulgente?

..

martes, 24 de febrero de 2009

Frases malabares, 9

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I.
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Ella no me amó a mí, sino al que yo deseaba ser, y siempre me reprochó que no hubiese cumplido mis deseos.
André GIDE
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No hay nada tan amargo como estar largo tiempo pendiente de una promesa.
Lucio Anneo SÉNECA
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La poesía es la ambición de discurrir, que aspira a verse cargada de más sentidos y ungida de más música, que el lenguaje ordinario.
Paul VALÉRY
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La historia es la ciencia de lo que nunca sucede dos veces.
Paul VALÉRY
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Entonces, como no estudiaba nada, aprendía mucho.
Jacques Anatole FRANCE
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Todas las cosas son imposibles, mientras lo parecen.
Concepción ARENAL
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El inteligente se percata de todo; el tonto hace observaciones sobre todo.
Heinrich HEINE
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Fe: Significa no querer saber la verdad.
Friedrich NIETZSCHE
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II. Y un poema malabar...
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Saber la verdad
significa no querer
imposibles,
no hay nada tan amargo.
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La poesía es que
todas las cosas
sean, mientras lo parecen,
y que el inteligente
no estudie todo sobre nada

y el tonto
haga observaciones

siempre.
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La historia es fe:
como el lenguaje ordinario,
se percata de todo.
Aspira a la ambición de discurrir
la ciencia de lo que nunca sucede dos veces.
Verse cargada de más sentidos.
..
Ella no me amó a mí,
sino al que yo deseaba ser.
Entonces, como aprendía mucho,
me reprochó mis deseos;
estar largo tiempo
ungido de más música,
pendiente de una promesa
que no hubiese cumplido.
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viernes, 20 de febrero de 2009

La visita

....
La memoria vacilante de este hombre se ha asomado por sus ojos verdes de fondo amarillo con la timidez de un pájaro, en el mismo instante en que los primeros rayos de sol resbalaban por el cristal de la ventana. Hace ya más de un lustro que ocupa por entero esa cama de matrimonio de dimensiones ciclópeas, pero sólo se anima si recibe cierta visita en particular, lo que de un tiempo a esta parte ha empezado a ocurrir a menudo.
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Cada atardecer, cuando las luces se vuelven irreales y los fantasmas campan por sus respetos, hace su aparición para ir a sentarse en el extremo opuesto de la cama. Se comporta como si, en realidad, no fuera una completa desconocida. Ella se justifica diciendo que ha venido para hacerle un poco de compañía, que sólo pretende aliviarle esa soledad desconsiderada, por su bien y consuelo, etcétera.
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-Más consumido que una vela estoy: sin apenas cera que arder. Apagándome, ¿sabe usted?
Y la dama, que no es mujer de muchas palabras, no le dice ni que sí ni que no; antes bien, se limita a sonreírle tímidamente como si esas palabras no fueran con ella y, en efecto, se tratara de una visita de circunstancias, discreta y precavida.
Siempre que recupera la memoria se olvida de la visita; por lo mismo, sólo cuando aquélla lo abandona, hace ésta su aparición.
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-Y dígame, señorita, ¿a qué debo tanto honor?
El viejo se expresa así porque la mujer es toda una señora. Al menos, viste y calza como tal, con telas buenas y caras, y va siempre bien peinada, aunque no parezca necesitar demasiado maquillaje. Por el contrario, luce una piel finísima de porcelana, casi translúcida.
-¿Me lo puede usted aclarar? Le estaría muy agradecido.
Y aunque otras veces, cuando recibe las verdaderas visitas de importancia, de su hija o de sus nietos, se pone tan contento que confiesa haberle entrado unas ganas locas de bailar, sólo la otra se ha vuelto fiel y asidua, familiar.
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Esta vez la señora ha decidido darle un abrazo por toda despedida.
-Bueno, pues en tal caso, también quiero un beso, ¿concede usted?
..
.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"