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Tras la tempestad
Autor fecundo, con varios libros en
su haber, ya se trate de novelas (Un
centímetro de mar, 2011) o de cuentos (La
piel de los extraños, 2012, Premio Setenil), entre otros, Ignacio Ferrando
nos propone en estas páginas un viaje iniciático sembrado de obstáculos, tales como
aquellos que surgen durante la adopción en un país extranjero o la asunción de
una paternidad de la que Héctor, el narrador protagonista, recela. Este profesor
de arquitectura ronda la cuarentena cuando Julia, su exmujer, le pide que la
acompañe hasta la Rusia profunda, como si fueran una pareja feliz, para ir a buscar
a Dimitri, el niño que les han asignado en adopción cuando aún estaban juntos.
Se trata, por tanto, de una propuesta insólita, plagada de fingimientos y acaso
determinada por la urgencia de Julia de aprovechar la que quizá represente su
última oportunidad de ser madre. Por extraño que pueda parecer, Héctor aceptará
viajar con ella hacia lo desconocido, aunque, perplejo ante su propia decisión,
se muestre resuelto a averiguar si en el fondo sigue enamorado de su exmujer. Antes,
sin embargo, tendrá que revelarle a Ann, su joven novia, una verdad difícil, mientras
le escamotea su huida con Julia para no herirla más de la cuenta, lo que supone
para su incipiente relación un verdadero revulsivo. Hasta aquí, la exposición del
argumento a grandes trazos.
A partir de este ambicioso planteamiento,
Ignacio Ferrando profundiza en las múltiples complicaciones que trae consigo la
adopción, en su mayoría de tipo burocrático, pero también culturales, pues
ellos representan a ojos de esas gentes sencillas el feroz capitalismo que los
está diezmando como país. En cualquier caso, lo fundamental estriba en el hecho
de que Héctor y Julia deberán empezar de cero a fin de poder afrontar juntos una
serie de dificultades, mientras encadenan un problema tras otro y sus empeños
parecen condenados al fracaso, pues no otra cosa cabe prever de la gélida Rusia
en la que se adentran atemorizados, un paisaje que no muestra por ellos –en apariencia
− la menor comprensión.
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Por la novela deambulan también otras parejas más o menos estables que
acarrean sus mismos sueños, como la compuesta por las italianas Cinzia y Cornelia,
dos auténticas luchadoras resueltas a ponerse el mundo por montera; junto con
la presencia en la sombra del padre del narrador protagonista, un espejo que le
permite a Héctor cuestionarse su futura paternidad, además de su comportamiento
como hijo.
La novela se lee con fluidez, como
si Ignacio Ferrando la hubiera escrito en estado de gracia. El caso es que no
se perciben escollos y las diversas subtramas parecen hilarse dándose el relevo
en el momento adecuado, ya sea para emerger como acicate del argumento principal,
ya para servirle a éste de contrapunto, sin que ningún elemento chirríe. Acaso
esté de más decir que la prosa del autor, limpia y torrencial, muy cercana en
ocasiones de la revelación o la parábola, llega a hacerse invisible de tan elocuente,
pues ya desde el mismo arranque el lector es conducido por distintas peripecias,
y a las situaciones a que dan lugar, a través de la cimentación de imágenes de gran
fuerza visual, de poderosa seducción.
Tras la tempestad llega la calma o
la quietud de este libro lleno de sabiduría y buen hacer. Es probable que sea
el propio temor al fracaso que persigue con tenacidad a su protagonista, el sentimiento
que lo haya empujado a emprender una travesía llena de peligros, de la que sale
airoso, y, en especial, a afrontar una paternidad conflictiva y dudosa. Y
siendo todo ello así, se trata a su vez de una novela que bucea de manera incansable
en los misterios de las relaciones amorosas, en sus pasiones y engaños posibles,
a menudo plagados de imprevistos.
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* Esta reseña salió publicada en la revista de literatura Quimera, núm. 405, el pasado mes de septiembre.