domingo, 21 de enero de 2018

Quinientos noventa

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Amar secretamente y en perpetua confusión personas, ideales -a personas ideales, también- sueños de infancia; las mismas cosas, símbolos al cabo de otras; reconocer en todo momento nuestra condición anhelante de seres incompletos.
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viernes, 19 de enero de 2018

jueves, 18 de enero de 2018

lunes, 15 de enero de 2018

domingo, 14 de enero de 2018

sábado, 13 de enero de 2018

Quinientos ochenta y cinco

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Tensar la cuerda sin llegar a romperla, hacerlo bajo cualquier circunstancia que se precie, ¿es cosa de astutos o de insensatos?
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miércoles, 10 de enero de 2018

lunes, 8 de enero de 2018

Quinientos ochenta y dos

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La tristeza es una fuerza centrípeta; la alegría, centrífuga. Centrifuguémonos pues.
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sábado, 6 de enero de 2018

martes, 2 de enero de 2018

Quinientos setenta y nueve

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Más que el porte, al adelgazar recuperamos el espíritu del joven que hemos sido.
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sábado, 30 de diciembre de 2017

Quinientos setenta y ocho

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Penetrar en el secreto de las cosas para así comprender mejor cuanto en un futuro fuimos.
F e l i z    2 0 1 8


jueves, 14 de diciembre de 2017

lunes, 11 de diciembre de 2017

La garza atrevida

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Una mocita quiso querer
un día venturoso 
a un mozo de bien. 
La garza atrevida,
dichosa y alegre

de puro candor,
recibe el cortejo mocero
con gentil corazón.
¡Nada hay más bello
que verlos danzar
en compañía
y audaz vuelo
de su otredad!

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viernes, 8 de diciembre de 2017

Desbocado

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Creía que eso les ocurría sólo a los jóvenes; a los jóvenes incautos. Pensaba que la madurez era una especie de escudo defensivo gracias al cual la vida, sus peores incidentes, resbalaban piel abajo sin mayores consecuencias. Por fortuna, solía decirse. Y, desde luego, creía que a él no le iba a pasar nunca cosa semejante. Pero ocurrió. ¿Dónde se había visto? Trató de ignorarlo; basta no creer en algo para que ese algo terrible no exista, se dijo, convencido de sus buenos reflejos. Y aunque los días empezaron a correr más ágiles, al cabo no pudo evitar que un runrún extraño se instalara en la boca de su estómago. Es el trabajo, zanjó. ¿En serio?, se cuestionaba tan sólo horas después. Fue al médico. Tenía palpitaciones y sueños deslumbrantes como fogonazos. Tuvo que admitir que pensaba demasiado en ello. ¿Se estaría enamorando? Decidió atajarlo de raíz, dejar de verla. Fue peor. El runrún que albergaba su estómago hizo implosión. Basta no querer reconocer algo, para que ese algo terrible exista aumentado, barruntó. La situación empezaba a ser embarazosa. Optó entonces por decírselo. Quedaron un día cualquiera y se le declaró. No fue correspondido como esperaba. Se deprimió. Ahora trata de calmar los periódicos estallidos que soporta su estómago practicando alambicados deportes de riesgo; también atiborrándose de toda clase de noticiarios. Cuanto más tóxicos, mejor. Como si la propia desazón del mundo pudiera alcanzar un día a cubrirlo por entero. Sigue descorazonado y confuso. No tolera que no haya cura.


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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"