miércoles, 5 de enero de 2022

miércoles, 8 de diciembre de 2021

950

Sus ambiciones tenían el mismo talante que sus inseguridades. Vivía descorazonado.



domingo, 24 de octubre de 2021

948

La belleza de las nubes como correa de transmisión de no sabemos qué.


viernes, 22 de octubre de 2021

jueves, 14 de octubre de 2021

945

Escribir aforismos para, una vez plasmados, comprobar si se cumple su propuesta.



miércoles, 13 de octubre de 2021

944

La edad nos decanta la mirada, los gustos y las posesiones. (Por no hablar de los afectos).




miércoles, 22 de septiembre de 2021

miércoles, 25 de agosto de 2021

viernes, 20 de agosto de 2021

939

Quien padece "ansias de poder" atesora unas insensatas "ansias por humillar o sojuzgar ", aunque, a sus ojos, las considere meras "ansias de (hacer) justicia".



miércoles, 18 de agosto de 2021

lunes, 16 de agosto de 2021

937

 La quietud aparente de una vida en fuga.



La playa y el tiempo, de Ernesto Calabuig

Ansias de vivir

El autor de este libro es profesor de Filosofía y crítico literario en El Cultural y ha publicado, además, dos libros de relatos (Un mortal sin pirueta, 2008; y Caminos anfibios, 2014), junto con una novela (Expuestos, 2010). Ahora, Calabuig ha reunido diecinueve historias a caballo entre el cuento y el microrrelato, que giran en torno al motivo del paso del tiempo y de la voluntad humana por retenerlo o, cuando menos, por extraerle unas gotas de sustancia. Sus personajes, ya en la edad madura, tratan de librarse de esa impaciencia al borde de la ansiedad, tan propia de nuestra época y de su etapa vital.

Llama la atención que el conjunto de relatos esté planteado desde un enfoque metaliterario que busca reflexionar o ilustrar un determinado aspecto narrativo o técnica de escritura. Así, por ejemplo, el que da título al conjunto, acaso el más extenso, ahonda en la psicología de la protagonista, una mujer de 47 años que decide alargar de forma indefinida unas vacaciones en la playa hasta diluirse en ese mismo entorno que la acoge sin prejuicios, habitado por comunidades hippies y nudistas. Se trata de un relato de corte –digamos- quiroguiano, donde su disolución es consecuencia directa del progresivo despojamiento que experimenta. En el libro, de hecho, aparecen varios con un desenlace semejante.

La segunda y tercera narración estarían unidas por el subtítulo de Un cuento chino (I y II, respectivamente). En «Pekín-Xátiva», su protagonista, «un traductor de alemán agobiado por el plazo de entrega de una novela», en realidad, una especie de alter ego del autor, figura recurrente en estas páginas, emprende un viaje en tren desde la estación de Atocha, con destino a Valencia, dispuesto a aprovechar el tiempo del trayecto para traducir algunos pasajes de Siegfried Lenz, pero ya desde el principio tiene que renunciar a sus planes al tropezar con una joven china que necesita ayuda y que sólo chapurrea un poco de inglés. El título alude irónicamente al hecho de que su tiempo haya dejado de ser del narrador, quien sale desde Madrid, para pasar a serlo de la mujer oriental (Pekín). Si bien a cambio ha obtenido el argumento para escribir un relato. Frustrados sus planes, el traductor se entrega a imaginar varios destinos posibles ─a cada cual más fantasioso─ junto a la joven china, entre los que figura su propio deceso. Este relato le sirve, pues, al autor para ilustrar aspectos tales como el tratamiento del espacio, la ambientación de las escenas o la importancia de las descripciones, aparte de la elucubración libérrima que supone echar la imaginación a volar, una estrategia, esta última, constante en estos cuentos.

Asimismo, el microrrelato «Tiempo sagrado», que funciona como un entreacto o entremés para separar los dos cuentos chinos, se ocupa de la cuestión central del punto de vista, aparte del desarrollo narrativo, y lo hace con visos de poética: «Estas cosas del tiempo no merecerían una intervención despiadada (…) sino el suave, respetuoso pincel de un arqueólogo capaz de justicia, emoción, llanto y recuerdo», concluye. Y el segundo cuento chino, «¡Almuerzo, ciao!», a caballo entre el cuento breve y el microrrelato, se centra de nuevo en ilustrar el poder de la imaginación, la capacidad evocadora y las asociaciones de ideas, de las que el narrador echa mano para impulsar la trama; lo que ya vimos en la fabulación libre del primer cuento chino; y de hecho la protagonista podría identificarse con la misma mujer oriental, si bien tras su llegada a España. «Escribir es también poner en marcha hipótesis», zanja esta vez el narrador.

En el siguiente cuento breve («Estampa de una tarde en el mar del Norte») utiliza una mirada poética que se anticipa en el título, y en él cobra importancia el poder de evocación del narrador protagonista, quien se encuentra pasando unas vacaciones junto a M, confundiéndose la voz que habla con la del propio autor, y M con su mujer, la María que aparece en la dedicatoria. Hacia la mitad del libro, se suceden tres cuentos de invierno que transcurren en la capital alemana y que nuestro narrador-cronista ha compuesto para abordar, respectivamente, la capacidad de sugestión del artista, la vida vivida y, por último, la vida no vivida. Así pues, el primero («El señor Takanawa abrió una botella de agua con gas») trata de «la identidad y el límite que nos circunscribe», asunto que lo relaciona con el primer cuento de la colección, al ocuparse también el protagonista japonés de esta historia de la memoria y de los lastres del pasado. No en vano, un día se despierta aturdido, en la habitación de un hotel de Berlín, con la cabeza nublada, como si hubiera sufrido un ictus o algo parecido, aunque en esta ocasión el personaje logre vencer ─o sublimar─ la muerte tras evocar, en una especie de exorcismo, un episodio que vivió en la Segunda Guerra Mundial.

El segundo y tercer cuento de invierno estarían protagonizados por ese narrador-cronista que ya vimos en la estampa, de modo que no sólo entroncarían con la experiencia vital del autor, sino también con esta serie de relatos en donde él mismo toma la palabra y decide asomarse adrede para darnos su opinión cuando le place o considera oportuno. No en balde, en «Después de los niños» vuelven a ser ellos, M y el narrador, quienes pasan unos días de descanso en un hotel de Berlín poco antes de las Navidades, lo que les sirve para hacer balance de una vida compartida, ahora que los niños ya han crecido. Por fin, en «Una navidad tendrás cincuenta», será «la voz de ELLA» (sic) la que le dé pie al narrador a fantasear con una vida no vivida pero que pudo haber sido.

Acaso empiece aquí la tercera parte del libro ─tras una primera compuesta, a grandes rasgos, por la narración prólogo y la serie de cuentos chinos, y una segunda, por los cuentos de invierno─, formada en esta ocasión por relatos sueltos sin necesidad de subtítulo que los agrupe. En «Algorta lejano», por ejemplo, «ese hombre cincuentón, con su pelo cano ensangrentado, [que] fue en su día un buen atleta», es decir, el propio narrador-autor de estos relatos, se halla en el trance de morir tras sufrir un accidente inesperado, momento que aprovecha para rememorar a una novia vasca que tuvo y de cuya muerte ─también inesperada─ se ha enterado poco antes, compartiendo en el desenlace su mismo destino aciago. Hacia el final, el narrador toma consciencia, pues, de su propia muerte, que volvemos a encontrar en «Radiofrecuencia», o en «Mommsen», si bien en este último fantasea con la muerte como trasunto de una vida cumplida para preguntarse quiénes somos, mientras en la duermevela del narrador protagonista se entremezcla la ensoñación (la memoria recuperada) y la realidad (pues ha llegado a la última estación, al último día de su viaje).

De esta última parte, yo destacaría dos cuentos de extraña belleza: en el primero, «Túnel del tiempo con filósofos», protagonizado por el narrador-autor y «un buen amigo» (el escritor valenciano Pepe Cervera), el narrador le cuenta a su amigo, cuando ambos han franqueado ya la frontera de los cincuenta, cómo, con apenas 20 años, llegó a conocer a un Parménides y a un Heráclito con aspecto de haber resuelto por fin el viejo dilema que mantenían ambos entre identidad y devenir; encontrando de paso «un remedio contra la inquietud y la ansiedad» tan propia de la edad madura. Pero es en el segundo, «Cohen y Roshi en el monte Baldy», donde ese mismo narrador que guarda cierto parecido físico con el personaje, nos cuenta el retiro espiritual del cantautor y poeta Leonard Cohen en compañía de su maestro Roshi, dando como resultado un cuento-reportaje-crónica lleno de sabiduría y buen hacer: «Escribir, sabes, no es como estar ante un lujoso buffet donde te sientas y eliges esto y lo otro. Más bien lo que ocurre es que partimos de tener poco o nada, y rebuscamos por los bolsillos, arañamos a ver si aún nos queda algo, una idea, una historia que contar»; toda una poética, la de Cohen, que bien podríamos hacer extensible a nuestro autor en este inspirado conjunto de relatos.



* Esta reseña ha aparecido en el núm doble 451-452 de la revista de literatura Quimera, correspondiente a los meses de julio-agosto del 2021.

sábado, 14 de agosto de 2021

936

Detallar la inexactitud, la imprecisión, en un par de líneas: he aquí la tarea ingente del esforzado aforista.



domingo, 18 de julio de 2021

934

A veces sueño que vivo cosas: experiencias cotidianas que, al despertar, considero ciertas. Más frecuentemente, sin embargo, me desvivo por ideales de ensueño.


sábado, 17 de julio de 2021

Matrícula abierta

Ya está disponible la inscripción en el Ateneo de Barcelona de los cursos de narrativa (en catalán y en castellano). Pincha en el enlace y conoce todos los detalles sobre el curso de escritura de mayor éxito en Europa.

Duración: 8 meses (de octubre a mayo).
Con un 10% de descuento si te matriculas antes del 31 de julio.




domingo, 11 de julio de 2021

sábado, 10 de julio de 2021

Nano

Cuando pienso en la época dorada de los blogs, que algunos vivimos y disfrutamos de forma intensa entre el 2006 y el 2012 más o menos, me viene a la cabeza irremediablemente el blog de Rafael Lassaletta Cano, Nano para los amigos: Ángeles sobre Berlín (http://angelessobreberlin.blogspot.com/.../envidia...). Su bitácora se convirtió andando el tiempo en lugar de encuentro, intercambio de lecturas y amistad de la buena.

Nano fue un lector apasionado, amante de las letras, autor él mismo de relatos muy interesantes y, desde luego, un agitador cultural nato de quienes por aquel entonces abríamos tímidamente blogs literarios para escribir y publicar nuestras cosas. Como era fácil reunirnos en torno a su blog y su persona, no tardó en ganarse por méritos propios el título de "maestro de ceremonias". Me entero estos días de que se ha ido de pronto sin poder despedirse. Y no puedo sino escribir estas líneas para rendirle el homenaje que se merece por haber sido un alma noble, en primer lugar, hacedor de amistades y relaciones, nuestro lector más fiable y generoso en unos años que fueron decisivos para todos nosotros.
Descansa en paz.





* Las fotos son de abril del 2009.

domingo, 4 de julio de 2021

932

 Se me antoja estúpido pretender entenderlo todo sin dar ocasión al flagrante misterio.




sábado, 26 de junio de 2021

930

Cuanto más cerca de su condición personal o situación particular lo que le acontece a un individuo, más borrosa y escurridiza su percepción.




jueves, 24 de junio de 2021

miércoles, 16 de junio de 2021

BREVESTIARIO en Letras de Chile

Ya está disponible la nueva antología panhispánica al cuidado de Lilian Elphick para su descarga gratuita desde la página Letras de Chile (https://www.letrasdechile.cl/.../3734-presentacion...)

BREVESTIARIO, feliz término acuñado por el también escritor de microrrelatos Diego Muñoz Valenzuela, reúne una selección amplia y generosa de autores de las dos orillas para los lectores más atentos en este género narrativo.
La bella bestia de la cubierta es obra de Sergio Astorga.
Muy honrada de aparecer entre sus páginas.




lunes, 14 de junio de 2021

928

Decepcionar. Creer que sí cuando es que no. O, por decirlo de otro modo, querer que no sea lo que es.




sábado, 5 de junio de 2021

927

La escritura implica, la mayoría de las veces, una redimensión constante, una suerte de antojadiza redención.




sábado, 29 de mayo de 2021

viernes, 28 de mayo de 2021

925

Los sueños son deseos vaporosos que, sin embargo, nos persiguen, metáforas encarnadas con voluntad de ser.




martes, 25 de mayo de 2021

Dicen los síntomas, de Bárbara Blasco

La enfermedad de vivir


Ganadora del XVI Premio Tusquets Editores de Novela con su tercera obra narrativa ─la autora tiene en su haber dos novelas más: Suerte (2013) y La memoria del alambre (2018)─, nos hallamos ante una ficción de hondo calado, ya sea por la madurez de su factura, ya por el estilo pulcro y fluido que cultiva la autora, todo lo cual redunda en esta obra de extraña belleza.

El argumento resulta sencillo: Virginia, una mujer cercana a la madurez y furiosa con el mundo, al menos cuando empieza el relato, vela a su padre, que se encuentra en un hospital en estado de coma (traslación simbólica de una figura paterna ausente). Al principio, lo hace acompañada por su madre, alguien que ha entregado su vida al cuidado de la familia por imperativo categórico, más que por propia elección, resignada a su suerte sin embargo y aquejada, a partir de cierto momento, de una ciática repentina que la devuelve a su casa. Sólo en contadas ocasiones consigue la narradora protagonista velar al progenitor en compañía de su hermana Esther, contrapunto de nuestro personaje, y cuya aparición resulta demasiado intermitente y fugaz. No en vano, no duda en arreglárselas para dejar a Virginia a solas con el enfermo y con «el extraño» con quien comparte habitación, convertido por fuerza en un convidado de piedra que irá cobrando protagonismo.

Los distintos estados emotivos y físicos que presentan los personajes de la novela a menudo se corresponden con una enfermedad o con su sintomatología como caracterización y posible retrato. Todo lo cual nos permite profundizar en el carácter y pasado de los cuatro seres en liza, en sus fricciones y desengaños respectivos, mientras la protagonista va recordando episodios de su vida ─ya sea privada, ya compartida─ en un examen de conciencia terapéutico, de indudable intensidad y crudeza, que se extiende a lo largo del soliloquio de la narradora.


Aunque Esther acuse a Virginia de padecer hipocondría con el fin de restarle autoridad a su discurso, resulta hasta cierto punto lógico que la protagonista reflexione en el hospital sobre la enfermedad y sus penurias, al margen de que le sirva, además, de hilo conductor para trenzar las diversas historias que refiere. Así pues, unas veces se detiene a pensar en el estado vegetativo del padre, la meningitis infantil de su hermana o la ciática repentina de la madre, y otras, por ejemplo, en los prejuicios morales no tan lejanos que hubo en torno al cáncer y el SIDA en los años 90, o en el actual suicidio en masa ─no por programado, menos incomprensible─ de unas morsas del Ártico debido a la destrucción de su hábitat como resultado del cambio climático. Sin olvidarse de padecimientos frecuentes, tales como la depresión, la ira, el estrés o el insomnio, tan propios de nuestros días, entre otras dolencias.

Pero la historia alcanza su punto de inflexión cuando la vela del padre se desarrolla cara a cara, en soledad; momento a partir del cual parece incluso que sea el cuerpo inerte del enfermo quien vele por su hija y no al revés. Esta circunstancia cambiará in extremis su actitud con respecto al padre moribundo, mientras entabla asimismo una relación cada vez más íntima con «el extraño» que comparte habitación, quien de nuevo se revelará como otra cosa; un hombre mayor, de edad indefinida y sin nombre, capaz de insuflarle vida a la narradora en todos los sentidos de la expresión. En este sentido, y al margen de la peripecia referida, importa señalar cómo Bárbara Blasco va contando esta historia llena de vaivenes, trufada por un pensamiento crítico.

El estilo de la autora es cuidado y poético, y en la narración a menudo apela al meollo del sentido más que del argumento; lo cual se refleja, por ejemplo, en los apuntes de tono aforístico que Virginia anota en una especie de dietario al final de ciertos capítulos, y que a nosotros nos sirven de reflexión quintaesenciada sobre esa enfermedad que es siempre vivir.


* Esta reseña ha aparecido en el número 449 de Quimera. Revista de Literatura del mes de mayo del 2021.

sábado, 22 de mayo de 2021

Medidas extremas en El aforista

José Luis Trullo Herrera ha escrito la primera reseña que cosecha Medidas extremas en la página que dirige de El aforista.

Agradecida.

Pinchad en la imagen para acceder a ella.




viernes, 21 de mayo de 2021

Medidas extremas en infoLibre

Carmen Peire destaca Medidas extremas en sus recomendaciones literarias junto con otras lecturas escogidas para esta temporada.

Muy agradecida por su selección.




martes, 18 de mayo de 2021

viernes, 7 de mayo de 2021

TURIA RECOMIENDA MEDIDAS EXTREMAS

 Siguen las alegrías...

Puede ser una imagen de texto que dice "Gemma Pellicer MEDIDAS EXTREMAS 业 ALAMÍNIMA RENACIMIENTO"
TURIA recomienda hoy: "Medidas extremas", de Gemma Pellicer (Renacimiento)
Que el aforismo en España goza de buena salud editorial lo acreditan colecciones tan atractivas como “A la mínima”, que publica Renacimiento. Y en ese ámbito destaca el último libro de Gemma Pellicer como un ejemplar testimonio de que la clarividencia, la sabiduría y el don de la brevedad propician resultados inolvidables: “Ya no es sólo que la bondad esté devaluada; sino que la estupidez, esa especie de maldad ejercida de forma consciente, se halla puesta al día, felizmente revaluada entre nosotros, convertida al fin en moneda de uso corriente. Pobres de espíritu, ¡a ver si os enteráis!". No dejen de leer atentamente a Gemma Pellicer y tomen buena nota de lo que nos dice. Será provechoso para su inteligencia.

jueves, 6 de mayo de 2021

922

En política, todos los extremismos son buenos hasta que no se demuestre lo contrario.




miércoles, 5 de mayo de 2021

QUIMERA RECOMIENDA MEDIDAS EXTREMAS


Quimera recomienda en su último número (449),

dedicado a la crítica literaria,

Medidas extremas.

Feliz.




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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"