Alcanzar esa edad en que reconocerse en el espejo se ha vuelto un acto inverosímil.
martes, 11 de septiembre de 2018
martes, 4 de septiembre de 2018
domingo, 2 de septiembre de 2018
jueves, 30 de agosto de 2018
miércoles, 29 de agosto de 2018
domingo, 26 de agosto de 2018
674
La escritura debe a veces cargar las tintas para expresar con justeza lo que, de otro modo, quedaría deslavazado.
viernes, 24 de agosto de 2018
jueves, 23 de agosto de 2018
miércoles, 22 de agosto de 2018
lunes, 20 de agosto de 2018
domingo, 19 de agosto de 2018
Una escueta salvación
Hay quien prefiere engañarse a vivir crudamente esta bendita realidad. Yo, sin ir más lejos. Al menos, de vez en cuando. Para desconectar, supongo. La realidad nos bendice a diario, abierta las 24 horas sin descanso; una tabarra en toda regla que no es posible sortear así como así. Bajo esas circunstancias, no resulta nada fácil hallar alivio. Algún consuelo fugaz. Una escueta salvación que nos redima de sus fantasmas. Aunque sea adoptando una actitud enajenada. Enajenante. Enajenadora. A veces, suprimir a tiempo toda comunicación se me antoja indispensable; el único remanso de paz.
viernes, 17 de agosto de 2018
miércoles, 15 de agosto de 2018
Verano azul
En realidad, azulísimo. De cuando las fotos eran por lo menos escasas, sorprendentes, casi un milagro. Y los futuros de cada uno de nosotros, lejanos, inconmensurables; tan borrosos, de hecho, como ilusos y francos se me antojan hoy nuestros rasgos de entonces. Hace ya no sé cuánto.
martes, 14 de agosto de 2018
domingo, 12 de agosto de 2018
jueves, 9 de agosto de 2018
miércoles, 8 de agosto de 2018
martes, 7 de agosto de 2018
Consideraciones vanas
Insensatos por falta de juicio. Por desquicio. Por colisión.
Como cuando dos cuerpos se aman. Sin mesura.
Sin privarse de nada.
Con candor.
lunes, 6 de agosto de 2018
664
Aceptar que la vida sea un continuo derrumbe, cuando no una terca erosión, no para constatarlo, sino para hacerle frente; tamaño candor.
viernes, 3 de agosto de 2018
Micrododecálogo
Este decálogo para escribir microrrelatos lo compuse hace ya algún tiempo. Refleja -claro- con todas las inexactitudes e imprecisiones que se quiera, omisiones también, mi propia concepción del género. A decir verdad, en estos dos últimos años apenas si lo he ampliado o modificado, al dedicarme sobre todo al aforismo. Sea como fuere, me pareció que tenía sentido publicarlo; que seguía teniendo validez. Lo irónico de esta clase de escritos es que el autor toma conciencia de aquello que le sirve o inspira cuando ya ha realizado cierto recorrido. Cuando tal vez necesite abrir otras sendas de investigación. Sirva, pues, de punto de partida para todo aquel que sienta aprecio y curiosidad por el género. De otro modo no será útil a nadie.
1. Sé tan breve e intenso como te exija el texto. Esta lección la aprendí del inconmensurable Monterroso.
2. De igual modo, muéstrate sinuoso como Horacio
Quiroga, Juan Rulfo y José María Arguedas;
3. eficaz a la manera en que Kafka o Cortázar se muestran en la exploración de sus mundos fantásticos;
4. ingenioso como Luisa Valenzuela, Eugenio
Mandrini, Ana María Shua o Raúl Brasca.
5. Trata de mantener, siempre que lo creas necesario,
el sentido del humor, o la fina ironía, de José María Merino; las resonancias
de Luis Mateo Díez.
6. No desdeñes el tono poético y visionario
de Juan Ramón Jiménez, de Ramón Gómez de la Serna ni de Lorca.
7. Las enseñanzas de Montaigne u Oscar
Wilde pueden serte útiles para pulir el lenguaje.
8. Aspira siempre a conquistar la humanidad
de un Shakespeare, Lope o Cervantes.
9. Ama mientras puedas las vanguardias, con
su pretensión dinamitadora de inocular la heterodoxia en el corazón de la
ortodoxia. No desdeñes, sin embargo, los textos clásicos, pues ellos son el
verdadero semillero de la gran literatura.
10. Un microrrelato no puede
ser nunca un esbozo narrativo o un apunte de algo. Antes bien, todo
texto que aspire a alcanzar la respiración de este nuevo género debería
intentar condensar dentro de sí tantas significaciones como le permita su
trama. Recuerda que cuentas con la gran ventaja de la brevedad. Aun cuando la
polisemia -la ambigüedad- pueda enriquecer o confundir argumentos y sentidos,
debes correr ese riesgo. Del talento del narrador -y del lector- dependerá que
la pieza alce el vuelo, o se estrelle con estrépito y quebranto de
huesos.
11. Si una narración admite,
favoreciéndolas, dos, tres, cinco lecturas, no lo dudes: has dado con El
Aleph del género, momento en el que a los demás narradores breves no
nos va a quedar más remedio que felicitarte, mientras te sacudes de encima,
aliviado, este micrododecálogo pretencioso. Es muy probable que sólo entonces
logres escribir sin miedo, aspiración irrenunciable en todo escritor -extenso o
breve- que se precie.
12. Sería una injusticia olvidarse de
Arreola, de Max Aub, de Ana María Matute, de tantos otros.
miércoles, 1 de agosto de 2018
martes, 31 de julio de 2018
domingo, 29 de julio de 2018
sábado, 28 de julio de 2018
miércoles, 25 de julio de 2018
jueves, 19 de julio de 2018
miércoles, 18 de julio de 2018
martes, 17 de julio de 2018
lunes, 16 de julio de 2018
domingo, 15 de julio de 2018
miércoles, 11 de julio de 2018
653
Reducir la literatura a la abstracción esencial de su forma.
O reducir la forma a la literatura esencial.
O reducir la esencia de la literatura.
Para quintaesenciarla.
domingo, 1 de julio de 2018
sábado, 30 de junio de 2018
viernes, 29 de junio de 2018
domingo, 24 de junio de 2018
domingo, 17 de junio de 2018
sábado, 16 de junio de 2018
lunes, 11 de junio de 2018
sábado, 9 de junio de 2018
En El Aforista
José Luis Trullo me ha invitado a participar en su sección de "aforismos inéditos", junto a -entre otros autores que la componen- Aitor Francos, Raquel Vázquez, Elías Moro y uno de sus posibles alter ego, Felix Trull. Muy agradecida. La presente recopilación forma parte del que será mi primer libro en este género, Medidas extremas. Espero que sea de vuestro agrado.
lunes, 4 de junio de 2018
sábado, 2 de junio de 2018
viernes, 1 de junio de 2018
lunes, 28 de mayo de 2018
Objetos frágiles, de Inés Mendoza
En
busca siempre
El denominador común de los dieciocho relatos que recoge la autora en este segundo libro es ir en busca del tiempo perdido, a la manera de Proust, de la esencia esquiva de las cosas, de su sentido profundo. Tras un primer volumen de gran calidad, El otro fuego, Inés Mendoza divide la presente colección de cuentos y microrrelatos en tres partes de título enigmático, ordenándolos de tal forma que parece como si fueran cediéndose el paso los unos a los otros. El tiempo, la amistad y la fragilidad de la vida son sus temas.
El primer cuento es de una belleza rotunda. De factura simbolista, «Nostalgia del velero» se titula, narra con lenguaje erótico la afrenta que padece una embarcación tras ser trasladada al jardín de unos amigos como mero objeto decorativo; perdiendo así no sólo los atributos propios de su naturaleza, sino también su dignidad; lo que aquí podría valer por cualquier usurpación que hombres, objetos y espacios padecen a diario de continuo; sin importarles a los usurpadores que con ello se desnaturalice su papel, sentido y función. El cuento vendría a ser un lamento ante la pérdida anunciada del valor de las cosas, si bien el mismo bajel confía en una posibilidad de redención. Este relato prólogo da buena cuenta del tono general que recorre el libro, a vueltas misterioso y enigmático, casi siempre onírico, con la salvedad del último texto, «Todo lo sólido», de factura más explícita en mi opinión. ¿Apunta, acaso, un nuevo camino en su trayectoria narrativa?
«Despedida», el primer microrrelato, es un canto a la amistad y a la felicidad voluble que esta conlleva de forma inevitable, cuando termina por abandonarnos. La pieza parece guardar relación con los relatos «En el faro» y, de nuevo, con «Todo lo sólido»: mientras en el primero se narra la amistad íntima de dos mujeres, en el segundo los tres amigos acaban compartiendo una relación que va más allá y con la que acaso no contaban. Por el contrario, en «Hopperiana» Mendoza nos muestra el suicidio de una sombra en medio de una ciudad incomprensible, a la que el narrador ha llegado sin recordar por qué; si bien acaba descubriendo que gracias a su mirada extranjera, las cosas “dejan de ser persianas, ventanas o cornisas para resucitar en formas puras”. Se trata de la ciudad misteriosa y vanguardista por excelencia, una Nueva York en la que el tiempo se ha detenido, acercando el cuento a la estampa poética. No en vano, lo único que fluye en él es la voz de la conciencia del narrador, quien, indeciso como la sombra que observa deslizarse en la fachada opuesta, se interroga por el motivo de su viaje, como si él mismo acabara de nacer.
El micro que le sigue, «Deconstrucción de la marquesa», cuestiona, con buenas dosis de ironía, el cultivo de una estética realista que no se atreva a contravenir siquiera “la materialidad de su propio cuerpo”; mientras que «Correspondencias», de apenas tres líneas de extensión, utiliza la elipsis de forma radical, acaso el ingrediente más difícil en la escritura de microrrelatos, epítome del misterio que estas piezas contienen. «Petite place de gare» me ha parecido la decantación misma de la obra pictórica (y no menos narrativa) de Paul Delvaux, también belga como esta historia que transcurre de noche en una estación semiabandonada. Aunque haya en su desarrollo un guiño a la sombra del cuento «Hopperiana», me ha gustado especialmente la elección de un lenguaje plagado de imágenes surrealistas y deslumbrantes, al servicio de un misterio que nunca se agota, con ecos de las leyendas de Bécquer. Todo el relato está ordenado a partir de la sucesión de una serie de escenas de suma teatralidad, de ahí la importancia de los escenarios y de los objetos que en él intervienen.
«Mohr, la que huye de la luz», por su parte, parece escrito en un lenguaje más depurado; a medio camino entre Julio Cortázar y ─digamos─ Ángel Zapata. He creído ver aquí un homenaje velado a los habitantes de Venezuela; un país de gentes luminosas cuyas vidas han de soportar, no obstante, los embates de una política desestabilizadora; resignadas ─cuando no condenadas─ a un destino poblado de tinieblas que deben encajar con la mejor disposición. «Epifanía del enemigo», de lenguaje onírico y simbolista, bellísimo, es un himno a ese reverso de la amistad en que se convierte a menudo el amor. Mientras que «Disolución de los mapas» parece servir de pórtico, un vez más, al cuento que le sigue, «Las ciudades perdidas», el cual enlaza, en su evocación poética, con «Petite place de gare», pero también con «Hopperiana» y, acaso, con la rosa-ciudad que protagoniza «Estado de sitio», donde asistimos a un canto a la belleza como campo de batalla.
En «Arcontes», precisamente, un sabio anciano recluido en su torre, que siempre había soñado con sumergirse “en el fondo del caos”, observa la llegada del Armagedón. Se trata de un relato a favor del misterio y el caos primigenio (anticipado en «Las invasiones»), y contra la presunta razón que nos gobierna desde el llamado Siglo de las Luces, responsable de haber tasado y constreñido el transcurso y la sustancia de las horas. En la tercera parte, el microrrelato «Umbral» franquea, de nuevo, el paso del lector a la siguiente narración, «Naturaleza muerta», protagonizado por un amasijo de restos en aparente confusión aunque con un mismo destino. En él apreciamos cómo Inés Mendoza evoluciona de un simbolismo poético hacia un expresionismo de cariz existencialista que me parece que logrará captar el interés de los lectores, tal y como ha conseguido interesarme a mí.
* Esta reseña ha aparecido, en su versión reducida, en el número 413 correspondiente al mes de mayo del 2018 de la revista literaria Quimera.
sábado, 19 de mayo de 2018
Seiscientos cuarenta y uno
La semántica es una disciplina que estudia los significados mantecosos de las palabras y sus complicaciones lingüísticas.
jueves, 17 de mayo de 2018
miércoles, 16 de mayo de 2018
martes, 15 de mayo de 2018
lunes, 14 de mayo de 2018
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.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.
Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"