685

La condición del hombre: ser una luz intermitente.

684

A mayor brevedad, mayor exposición.

683

Cuanto más breve es la escritura, más voluble y volátil se me antoja el destino de ambos: de lo escrito y del escritor.

682

Los viajes de vuelta se hacen tanto más cortos cuanto cumplidos parezcan nuestros anhelos.

681

Mantener la mente en blanco para que el pensamiento grácil no desaparezca cuando asome. Lo más leve tiene pleno sentido.

680

Realidad: limbo que a menudo tomamos como tal.

679

Alcanzar esa edad en que reconocerse en el espejo se ha vuelto un acto inverosímil.

678

La terrible normalidad.

677

Los asombros disipan cualquier amago de sombra.

676

La euforia es el reverso de la melancolía.

675

Quien contempla la luna ansía su reflejo.

674

La escritura debe a veces cargar las tintas para expresar con justeza lo que, de otro modo, quedaría deslavazado.

673

Universo: un verso único.

672

Escribir es pensar.
Cuando escribo, pienso, y escribo cuanto pienso.
Pienso, luego escribo.

671

Los caminos de la vigilia son inescrutables.

670

Hay silencios atronadores, que nos sumen en la algarabía de nuestro abandono.

Una escueta salvación

Hay quien prefiere engañarse a vivir crudamente esta bendita realidad. Yo, sin ir más lejos. Al menos, de vez en cuando. Para desconectar, supongo. La realidad nos bendice a diario, abierta las 24 horas sin descanso; una tabarra en toda regla que no es posible sortear así como así. Bajo esas circunstancias, no resulta nada fácil hallar alivio. Algún consuelo fugaz. Una escueta salvación que nos redima de sus fantasmas. Aunque sea adoptando una actitud enajenada. Enajenante. Enajenadora. A veces, suprimir a tiempo toda comunicación se me antoja indispensable; el único remanso de paz.

669

El amor que se acumula, se renueva, pero también se desgasta. Conviene que no sea a partes iguales.

Verano azul

En realidad, azulísimo. De cuando las fotos eran por lo menos escasas, sorprendentes, casi un milagro. Y los futuros de cada uno de nosotros, lejanos, inconmensurables; tan borrosos, de hecho, como ilusos y francos se me antojan hoy nuestros rasgos de entonces. Hace ya no sé cuánto.

668

Porque, en realidad, nacemos a la muerte.