Mostrando entradas con la etiqueta Desajustes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Desajustes. Mostrar todas las entradas

lunes, 23 de marzo de 2009

La niña requetegorda

...
..
La chiquilla del tercero segunda sigue empeñada en adelgazar más y más, en una especie de obcecación tozuda y suicida. De nada ha servido intentar convencerla de que esos brazos sumamente finos y descarnados, que asoman por debajo de su camiseta de talla infantil, no se parecen, ni de lejos, a los de cualquier modelo esbelta de metro ochenta y pecho firme; ni mucho menos persuadirla de que sus piernas de palillo, de alfeñique escuchimizado en realidad, hace siglos que dejaron de ser las de aquella niña graciosa y hasta un poco regordeta. La obstinación de la chica es tal, que cualquier intento por convencerla o disuadirla ha resultado
inútil. Y es que no parecen querer enterarse: por mucho que se engañe o esfuerce, nadie nunca jamás dejará de reírse una y mil veces de sus mofletes sonrosados, de ese culo enorme que tiene, tan requetegordo e hinchado. Jamás nunca nadie. Ni siquiera ella misma. A ver si se enteran de una puñetera vez: "Nadie, nunca más".
..
..

domingo, 1 de marzo de 2009

Encadenamiento

...
...
En el instante mismo en que su conciencia se libere del ruido circundante y, sobre todo, de la tristeza que la atenaza, le parece que va a poder hacerlo, que acaso logrará escapar. Así que cierra los ojos de nuevo y se concentra en esa idea fija y la amasa a conciencia hasta la obsesión, convirtiéndola en una plegaria, en alimento. Nunca más bofetadas, nunca más insultos, ni desdenes, ni desprecios, ni humillaciones.
-Nunca, nunca más.
...
Enfurruñada, la anciana cabecea y da palmadas en el aire para alejar de sí el peso de un cuerpo ajeno.
-Nunca más, te digo. No quiero.
Y entre tanto llora y patalea en vano, como siempre.
La conciencia es así de caprichosa: traslada a los más débiles al vacío para que agonicen a sus anchas, despacito, con todo el tiempo del mundo por delante. Aquella sombra insiste en no dejarla en paz.
..

jueves, 12 de febrero de 2009

Inversión

..

El fotógrafo prepara su trípode y mete la cabeza bajo la manga. Aprieta el botón. Todo lo que ve delante del objetivo se precipita hacia él. Queda en el mundo un hueco incomprensible. Ya no se podrá llenar con nada.
.
Antonio Fernández Molina, "Esa máquina", Las huellas del equilibrista, Menoscuarto, 2005.
.
Él mete toda la cabeza, se prepara y aprieta el botón. El fotógrafo se precipita, incomprensible, hacia el mundo. Bajo su trípode ya no queda un objetivo: en adelante, con nada podrá llenar lo que vea el hueco de la manga.
..

lunes, 26 de enero de 2009

Las cuatro hermanas

......
Son cuatrillizas: de la misma altura y complexión, igual de rubias y esbeltas. Suelen apostarse en la esquina de siempre, aunque en ocasiones les encante romper filas. A esa hora en que las sombras ganan terreno, se les nota a la legua que están impacientes por que alguien -quizá, cuatro hermanos mellizos- las venga a rescatar de su aburrimiento. Más de una vez, he pasado por su lado con la idea de captar, de robarles, un pedazo de conversación, pero no he tenido suerte. A esa hora extraña en que las mujeres se convierten en sombras de sí mismas, no creo que les apetezca demasiado conversar... Lo más seguro es que las haya vencido el cansancio, el posible enfado o la desilusión ante una espera excesiva. A mí , en particular, me sorprende un hecho que tal vez a nadie extrañe, y es su empeño en vestirse a la moda turca aun siendo alemanas. ¿Por qué lo harán? No me lo explico. Siempre que me topo con ellas, en horas de sueño y vilo, las encuentro muy erguidas, petrificadas por el frío, absortas, como a la espera, ya digo; vigilantes y fieles a su espacio de inexpugnables torres vigías. Y, sin embargo, también las veo dispuestas, como si en realidad estuvieran encantadas de poder contestar a todo aquel que se decidiera a preguntarles algo en serio, qué se yo, cuaquier cosa: a qué hora cierra, por ejemplo, el comercio de enfrente. De momento, nadie se anima.
...

lunes, 19 de enero de 2009

El caracolillo

.. .. ..
Se fue encogiendo primero de espaldas, brazos y piernas, hasta quedar bien prieta, como si fuera un caracolillo empeñado en absorber, de una sola vez, todo el sol que le cupiera sobre las espaldas las raras veces en que salía a pasear. Luego, cuando se le hubieron caído los dientes y el leve pelo ralo que milagrosamente conservaba, fue desprendiéndose poco a poco de los gruesos jerséis de invierno, y de las sucesivas bufandas, gorros, sombreros, orejeras y guantes de lana, para terminar vistiendo un finísimo camisón de seda por todo abrigo, como las antiguas combinaciones que antaño usaban las abuelas, muda que se reveló mucho más benévola ante los implacables cambios de que era objeto su cuerpo, cada vez más comprimido, más necesitado de presteza y agilidad.
..
Los años no sólo le habían reducido los huesos, sino también los andares, los gestos y hasta las miradas. De poder hablar con franqueza, diríase que se había convertido en un saquito de carne lleno de protuberancias, de perfil indistinguible. Los pasitos que daba para ir a la tienda de la esquina no sólo eran cortos y audaces como sus pensamientos, sino que incluso los saludos y buenos deseos que repartía eran expresados en forma de pequeñas ráfagas, como si temiera gastarlos de golpe. A decir verdad, resultaba dificilísimo reconocer en aquella pobre anciana a la mujer rotunda que había sido: si bien nunca fue alta del todo, hubo un tiempo en que sus piernas y pestañas fueron largas, y anchas sus caderas, y sus andares, acompasados, además de exhibir sonrisas y saludos calmos y generosos, capaces de enamorar a más de uno y de dos.
..
Tras unos breves instantes de duda, al final se ha decidido a cruzar. El coche metalizado no ha tenido tiempo de reparar en aquel caracolillo que se desplazaba por la calle medio a tientas, con la ligereza torpe de un ser espiritual.

..

jueves, 25 de septiembre de 2008

La mujer sin rostro

:
.
La mujer sin rostro la había increpado de pronto:
-Óyeme. Soy tu futuro, ¿querrás escucharme?
.
Pero no iba a querer, así que en cuanto el metro dio la primera curva, ella saltó.
.
Hacía tiempo que lo tenía decidido.

jueves, 10 de julio de 2008

El autómata de campo

...
El autómata se decidió a abandonar la vorágine de la ciudad para adentrarse en la misteriosa selva negra. Así, en lugar de engrasar sus delicadas articulaciones a base de aceite y 3 en1, su alimento hasta entonces, empezó a consumir resina, un manjar que solía brindarle el bosque de vez en cuando, colmándole el espíritu de resonancias magnéticas. De igual modo, cuando la ocasión se lo permitía, corría a extraer de ciertos árboles centenarios la más sabrosa ambrosía, verdadero néctar de los dioses.

Tras varios lustros de vida salvaje, en feliz comunión con la madre naturaleza, un día aciago sintió la llamada de la ciudad, así que no le quedó más remedio que regresar. Pero ya no es el mismo. Algunos dicen incluso que el fragor de la selva lo ha transformado para siempre.

De hecho, aun cuando haya dejado de perder grasa por las esquinas, no acaba de ser feliz. Tampoco faltan los juicios de sus congéneres de turno, de mirada lustrosa y boca oxidada, con barrigas orondas de puro desdén. Por todo ello, y también por no haber logrado reconocerse en su vieja ciudad, en sus gentes mezquinas de tanto tragar clavos, ha empezado a inyectarse gasóleo. Nadie se atreve a decírselo, pero él lo ha sabido de todos modos: a ojos de los demás, su lata ya no reluce apenas.
..

sábado, 5 de julio de 2008

Recursos de escritor

....
Aquel insigne autor, escritor secreto para algunos, solía mostrarse en privado tímido, atento y bastante considerado, aunque hubo quienes dijeron de él todo lo contrario, como si el personaje que lo precedía en sus apariciones públicas insistiera en representarlo, en los últimos tiempos, como un ser petulante, grosero y patán.
.
Cierto día que el autor daba un paseo para concretar los detalles de un capítulo en ciernes, fue abordado por un grupo de lectores incondicionales, recibiendo un par de pisotones y un morrillazo accidental no exentos de admiración. Fue la gota que colmó el vaso.
.
Aun cuando los periódicos sacaran al pobre hombre con una de sus mejores sonrisas, en adelante haría gala de un carácter irascible, en favor de su integridad. Ha persuadido a todos, incluso a sí mismo, de su condición inédita de escritor maldito.

domingo, 18 de mayo de 2008

La mariposa de Chuang Tzu

Antes de acostarse leyó con atención el legendario microrrelato de Chuang Tzu, del que tanto le habían hablado:
Cierto día, Chuang Tzu se quedó dormido y__
soñó que era una mariposa, revoloteando muy__
contento por ahí. Y la mariposa no sabía que era__
Chuang Tzu soñando. Luego despertó y volvió a__
ser el de siempre, pero ahora no sabía si era un__
hombre soñando que era una mariposa o una__
mariposa soñando que era un hombre.__
Las enseñanzas de Chuang Tzu_

Fue caer dormido en un profundo sueño y empezar a sentir cómo su pecho se henchía de un sentimiento gozoso ante la contemplación de sus alas recién desplegadas, lo que vino a convencerle de que él era la verdadera mariposa de Chuang Tzu. Conforme a su naturaleza recién adquirida, pasó la noche entera revoloteando feliz y despreocupado como un picaflor, ajeno a las miserias del mundo.

Los primeros rayos de sol iban a depararle, sin embargo, nuevas vicisitudes. Entre ellas, el descubrimiento fatal de su vulgar existencia de gusano soñador.

jueves, 24 de abril de 2008

El otro


Después de levantarse a la misma hora de siempre, fue vistiéndose con gestos automáticos. Primero se puso las zapatillas, luego el batín, y sólo cuando hubo anudado el cinturón, se encaminó medio dormido hacia el cuarto de baño. Situado al fondo de un largo y tortuoso pasillo, a mano derecha, mientras se dirigía hacia él con la parsimonia de todas las mañanas, sintió que tenía el cuerpo revuelto, pero no pudo averiguar si su incomodidad procedía de la boca del estómago o, más bien, de sus adentros.

Le bastó verse en el espejo para descubrir que ese señor que había enfrente no era él. Tras reconocer el susto reflejado en los ojos del otro, se asustó él también. Gritó, o quizá gritara el otro primero, no lo sabía a ciencia cierta, pero en cualquier caso fue un grito lo bastante ensordecedor como para desparramarse, insolente, por el estrecho hueco del patio de la escalera. Más de uno se estremeció al oírlo.

Cuando a la mañana siguiente el vecino del sexto B le preguntó en el vestíbulo si se había encontrado indispuesto, el otro dijo por toda respuesta que se había sentido algo mal pero que, gracias a Dios, ya se encontraba mucho mejor.

viernes, 18 de abril de 2008

La gallina escritora

..
El escritor inquieto tenía que entregar antes de que finalizara la mañana la cuenta de resultados del mes anterior, pero no lograba concentrarse en los cálculos. Un ansia de creación irresistible le recorría el cuerpo por entero, impidiéndole el desarrollo de su cometido: como si se tratara de una pobre gallina impaciente por poner un huevo.
..
Una gallina que hacía números en lugar de revolotear por el corral a sus anchas, y que recibía desde hacía tiempo las amonestaciones de un gallo desdeñoso y de unos compañeros de trabajo más interesados en exhibir sus plumas de pavo real que del buen funcionamiento de la empresa.
..
Como no había modo humano de poner el ansiado huevo, la gallina escritora se dispuso a liquidar, con la mayor diligencia posible, las sumas y restas pertinentes. Pero de nada sirvieron sus desvelos. Al gallo le bastó verificar su esterilidad para apartarla del grupo y relegarla al cuidado de los polluelos. Ya sólo aspira a donar su cuerpo para que, en el mejor de los casos, elaboren con los despojos un buen caldo jugoso.
..

sábado, 29 de marzo de 2008

Breve compendio de la historia del hombre

A mediados del siglo XXI, cuando la presencia de los robots en la vida diaria del hombre posinternético todavía era una entelequia, los científicos más brillantes establecieron, sin solución de continuidad, la siguiente secuencia evolutiva:
Célula->pez->anfibio->reptil->mamífero->mono antropomorfo->hombre->humanoide.

Hoy, decenas de siglos más tarde, a punto de despedirnos de un siglo terrible e indigno, amén de espantoso y deleznable, y deseosos de iniciar un ILVII distinto, más próspero e inteligente, resulta cuando menos intrigante comprobar cómo aquellos seres endebles de siglos pretéritos no fueron capaces de prever siquiera nuestra implacable y paulatina involución de homo roboticus a homo reptilis.

Tras lustros de ensayos clínicos con resultados fiables, los neurocientíficos pseudohumanizados auguran para el infrahumano que está a punto de alumbrar el nuevo siglo un desplome absoluto y desolador.

En la actualidad, la secuencia evolutiva de nuestra especie se muestra, pues, como sigue:
Célula->pez->anfibio->reptil->mamífero->mono antropomorfo->hombre->humanoide->reptil.

Después de siglos de lenta y dolorosa deshumanización, tal vez nos hallemos a las puertas de su mismo exterminio. De seguir así, es probable que el pronóstico inmediato, todavía reservado, nos lance, en caída libre, a un vacío sideral auspiciado por la propia muerte, tan benigna siempre.
..

jueves, 7 de febrero de 2008

El desmemoriado, 3

..
El pobre infeliz no recordaba ni una sola línea del discurso que debía pronunciar en el salón de actos de una reconocidísima universidad de prestigio. Falto de tiempo, optó por salir al escenario, sonreír amablemente a quienes presumía que eran las autoridades competentes, e improvisar un discurso magnífico que hilaría de principio a fin sin que le temblara la voz, en buena medida gracias a su dilata experiencia de escritor, y a sus innumerables recursos de viejo zorro.

Apreciadas señoras y señores; ilustres autoridades académicas, señaló convencido, estoy encantado de encontrarme aquí esta noche, sin duda feliz, frente a tan insigne público. Aunque no sea exagerado afirmar que poseo una memoria prodigiosa, no quisiera esta vez aburrirles con relatos fatigosos de recuerdos lejanos, por todos conocidos. Por el contrario, nada me satisfaría más que poder contar con el testimonio erudito y fundamentado de los profesores pertenecientes a esta ilustre casa, por lo que quisiera invitar, desde un principio, a los miembros académicos sentados en la primera fila a que suban al estrado y me brinden su inestimable compañía, sabia y grata por igual. Será para mí un placer conversar con ellos de forma distendida sobre cuantos asuntos crean convenientes. Espero que esta noche tan deliciosa como festiva les resulte de merecido provecho. O, cuando menos, ojalá esta charla improvisada sea, para ustedes, digna de recuerdo.

Estimado público, en breves minutos daremos comienzo al acto sin más preámbulos, una vez nos hayamos acomodado como es debido...
..

domingo, 27 de enero de 2008

El desmemoriado, 1

Para José María Merino

Aquel hombre andaba por la calle con las manos en los bolsillos; el gesto contrariado y algo pesaroso, la tarde entera por delante sin tener nada que hacer. Pensó que, tal vez, si iba al bar de la plaza, se toparía con su buen amigo de la infancia, que acaso podrían charlar un rato juntos. Pero de pronto cayó en la cuenta de que no recordaba el nombre de aquel amigo tan leal. A decir verdad, tampoco lograba acordarse de cómo se llamaba el bar. A punto estaba de sufrir un ataque de ansiedad cuando se percató de que ni siquiera recordaba su propio nombre. Lo libró del síncope el hecho de olvidar enseguida el comportamiento natural de quienes padecen un acceso agudo de angustia. Antes bien, era la viva estampa de la felicidad. Tranquilo al fin por sentir un peso tan ligero sobre los hombros, en realidad no sabría decir qué clase de carga sobrellevaba, se dirigió, el paso decidido, hacia el lugar donde creía que estaba su casa.

sábado, 29 de diciembre de 2007

Poética

..
Aquella mañana Microrrelato se sentía deprimido. Tras despertar, comprobó ante el espejo con disgusto que su nombre era demasiado largo para una naturaleza tan concentrada y compacta como la suya. Sin duda le habría ido mucho mejor si sus padres le hubieran llamado Micro desde el principio. Estaba convencido de que, con ello, se habría evitado buena parte de los malentendidos que seguían dándose de forma recurrente en su fantasiosa y libresca vida, tan literaria por lo demás.

Microrrelato se sentía, desde hacía ya algún tiempo, desconcertado y confuso. ¿De dónde sacaba el común esa manía de querer confundirlo, cada vez que hacía su aparición en público, con un chiste dudoso y vulgar? Otras veces, en cambio, preferían tomarlo por cualquier ocurrencia que la gente tuviera a bien referir; sin detenerse a pensar un minuto si con ello ofendían su sensibilidad extrema.

Microrrelato se sentía, según era previsible que ocurriera, profundamente dolido. Estaba cansado de gritarle al mundo que él no era en absoluto ni un cuento ni mucho menos un poema en prosa, aunque por supuesto guardaba ciertas características comunes con aquéllos, tales como la revelación del primero y la intensidad del segundo. Le ponía furioso que lo trataran como si fuera un género menor. Tampoco le gustaba que lo considerasen un maldito haikú.

Micro se sentía, en fin, tan pesaroso ese día, que se convenció de que acaso lo más sensato fuera esperar la llegada de la primavera antes de volver a salir a la calle. Así, y con el objetivo secreto de proteger su integridad, aquella misma tarde decidió emboscarse entre las páginas de un libro todavía en proceso de elaboración.

Horas después, mientras la joven que escribía a diario exhibía sobre el papel, sin el más mínimo pudor, su naturaleza desnuda, hecha de hibrideces y mixturas de todo tipo, Micro no pudo menos que reconocer la solemne tontería de haber querido mantenerse sano y salvo a toda costa. Como si la vida no terminara por colarse siempre.

..

sábado, 22 de septiembre de 2007

Dudas existenciales (M)

Veinte, diecinueve, dieciocho, cuando acabara la cuenta atrás se decidiría de una vez por todas, diecisiete, dieciséis, no podía seguir así, sin saber por qué hacía las cosas, quince, catorce, trece, no iba a dejarse engañar, doce, once, tampoco arriesgaba nada. Diez, nueve, ocho, siete, sintió miedo, seis, cinco, cuatro, dudó, tres, dos, tuvo pánico. Uno, cero, se desmayó.

martes, 18 de septiembre de 2007

El penitente (Mic)

..
Después de entrar en su casa todavía nervioso, y dejar el maletín tirado de cualquier modo, pudo quitarse finalmente el abrigo, los guantes y la bufanda. Buscaba aligerar la angustia que lo ahogaba. Sin mediar palabra con su reflejo, pasó a desvestirse a toda prisa hasta quedar en ropa interior frente a un espejo empeñado en burlarse de él. Nada, todo en vano. Desnudo, sentía la misma angustia de antes.

Entonces optó por afeitarse la barba. Pensó que acaso de este modo lograría rebajar un poco esa imagen de ejecutivo agresivo de la que se había sentido tan orgulloso en otro tiempo. Como era previsible, tampoco sirvió de nada.
..
En aquel preciso instante, decidió pasar a la acción. Tras rasurarse la cabeza, el pecho y las piernas, abrió el cajón de la cocina y, cuchillo en mano, empezó a despellejarse con la misma facilidad con que pelaría un plátano maduro. Le sorprendió no sentir dolor más allá de la consabida presión dichosa bajo el pecho. Insistió una y otra vez; tampoco hubo manera.
..
Cuando apenas le quedaba ya una tira de piel bajo el glúteo izquierdo, creyó atisbar en el abismo más profundo de sus adentros una pequeña porción de luz. Por fin comenzaba a sentir un poco de alivio. Pero se equivocaba una vez más. La arremetida feroz de los remordimientos lo empujó a no vacilar en su labor de seguir pelándose como una cebolla. No cejó hasta convertirse en la viva estampa de la muerte.

En su epitafio, una mano irónica escribió poco después lo siguiente: «El consuelo es la verdadera recompensa de los justos».
..

sábado, 25 de agosto de 2007

Identidades en fuga (Microrrelato)

Cada vez que el autor se dispone a escribir, pacta con el narrador que le representa que interprete sus anhelos, con el fin de dar forma narrativa a cuanto hasta entonces sólo había sido un amasijo de ideas y sentires.

De igual modo, cada vez que el narrador se decide a poner por escrito las ideas dictadas por el otro, no es extraño que sienta su identidad amenazada ante lo que considera un abuso de autoridad, circunstancia que lo fuerza a traicionar a su homólogo, según aprecia y reconoce el mismo autor.

Desde entonces, y en justa correspondencia, los autores han adoptado la sabia costumbre de negar la veracidad de cuanto relatan sus narradores, sin que logren, la mayoría de las veces, conciliar sus respectivos pareceres. Así las cosas, mientras el autor tiene que conformarse con la ficción del reconocimiento público, el narrador logra realizarse tan sólo sobre el papel.

lunes, 2 de julio de 2007

La ducha (Microrrelato)

..
Puso el pie dentro de la bañera y sintió el suelo más helado que de costumbre. Luego metió el otro pie y corrió la cortina para no pasar más frío de lo normal. Era temprano. Abrió el grifo y el agua empezó a caer tras un pequeño borboteo. Primero se quemó, luego se heló y al cabo volvió a quemarse. Hasta que no hubo cerrado y abierto el grifo varias veces no consiguió regular el agua. ..
Mientras ésta caía con fuerza, su cabeza se despejó de toda animadversión. Cada vez que se frotaba con la esponja, sus temores disminuían de modo perceptible, así que cuando terminó parecía haber perdido dos centímetros de miedo y tres kilos de malos presagios. Asombrada por los extraños poderes de la ducha, creyó que la existencia en conjunto, llegado el momento, acaso fuera susceptible de transformarse de forma tan radical y súbita como su cuerpo acababa de hacerlo, pero al salir del baño y ver que la habitación del hotel era la de siempre y que el hombre con el que había pasado la noche, el mismo desconocido de cada noche, su optimismo se evaporó.
..
Tras alcanzar con la mano la toalla y envolver con ella su pelo castaño, fue secándose sin prisa mientras, al otro lado, los ronquidos del intruso iban en aumento.
..

viernes, 22 de junio de 2007

Vanitas (Microrrelato)

Todo en él reflejaba una naturaleza brillante y prometedora pese a su probada juventud: así, poseía una altura intelectual poco común, un saber fundado y razonado de las cosas, y una facilidad de palabra que, por lo general, solía servirle para ensalzar su ingenio, aun cuando a menudo la utilizara para proyectarse sobre los demás desde una superioridad cuyo brillo le complacía en extremo. Por supuesto, también solía hacer gala de un humor y una simpatía irresistibles.

Sólo una cosa podía objetársele entre tanto derroche de talento: su insistencia en decir llamarse Albert Einstein.
.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"