viernes, 13 de enero de 2017

Trescientos noventa y ocho

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El mundo va a su maldita bola. 

¿Debemos, pues, 
rasgarnos las vestiduras? 
¿Abrirnos las venas? 
¿Cerrar la boca 
para que no entren 
moscas inoportunas

¿Acaso deberíamos
quitarnos el sombrero,
ponernos las botas? 

La bola del mundo no debería importarnos, 
pero nos importuna
mal que nos pese 
                               -y nos pesa mucho-.

Cada segundo 
cientos de almas 
se estrellan contra el asfalto; contra esta ciénaga
que, en realidad, es 
camposanto.



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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"