martes, 12 de enero de 2010

Circunvalación

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Recorrer las aguas con el cuerpo bruñido, soltando destellos cuando hay suerte, sin disfrutar del ansiado descanso ni vislumbrar un destino las más de las veces, puede parecer una tarea difícil; pero basta subirse a tiempo en la debida curva, y darla desde el ángulo adecuado, con la inclinación justa, para percibirlo de modo distinto. Luego, si se quiere, ya será posible abandonarse, flotar despacio, librarse incluso de uno mismo; o bien subir muy rápido primero para precipitarse después desde lo alto, emergiendo a partir de entonces una y otra vez, sin otro objeto que el simple gusto por sumergirse de nuevo.
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Al comienzo, quién lo niega, puede resultar una tarea propia de valientes, de profesionales y expertos; o gentes que simulan carecer de escrúpulos, como si jamás hubieran sobrellevado cargas molestas. Sólo cuando se alcanza el ansiado conocimiento, se apercibe uno de que recorrer las aguas con el cuerpo bruñido es algo que aprendemos a hacer a su debido tiempo. Aunque nunca sucumbamos lo mismo.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"