viernes, 9 de diciembre de 2011

El butacón verde

....
.....
Siempre que el señor de zapatillas a cuadros y recortado bigote se sienta en el butacón verde de orejas puntiagudas que hay en la esquina, comprueba cómo una ausencia muy grande lo abraza primero hasta que termina por embargarlo, momento en que una pena de igual tamaño le encoge el ánimo. Entonces suele llorar a moco tendido un rato, aunque al final se duerma acunado en sus propios hipidos. De igual modo, siempre que su esposa cruza el umbral para sentarse en su butacón verde querido, experimenta, ineludiblemente, cómo una alegría enorme va abriéndose paso a la inversa: esto es, de adentro afuera, aunque también de afuera adentro, y le hinche el pecho luego, que, colmado de gozo, tiembla, pues nada la consuela tanto como ver llorar a ese señor de las zapatillas a cuadros, ese hombre descompuesto de bigote recortado, con las orejas en punta y el alma verde de un diablo, ese con sentimientos esquinados de puro falsos. Su asesino amado.
....
.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"