viernes, 3 de agosto de 2018

Micrododecálogo

Este decálogo para escribir microrrelatos lo compuse hace ya algún tiempo. Refleja -claro- con todas las inexactitudes e imprecisiones que se quiera, omisiones también, mi propia concepción del género. A decir verdad, en estos dos últimos años apenas si lo he ampliado o modificado, al dedicarme sobre todo al aforismo. Sea como fuere, me pareció que tenía sentido publicarlo; que seguía teniendo validez. Lo irónico de esta clase de escritos es que el autor toma conciencia de aquello que le sirve o inspira cuando ya ha realizado cierto recorrido. Cuando tal vez necesite abrir otras sendas de investigación. Sirva, pues, de punto de partida para todo aquel que sienta aprecio y curiosidad por el género. De otro modo no será útil a nadie.


1. Sé tan breve e intenso como te exija el texto. Esta lección la aprendí del inconmensurable Monterroso.
2. De igual modo, muéstrate sinuoso como Horacio Quiroga, Juan Rulfo y José María Arguedas;

3. eficaz a la manera en que Kafka o Cortázar se muestran en la exploración de sus mundos fantásticos;

4. ingenioso como Luisa Valenzuela, Eugenio Mandrini, Ana María Shua o Raúl Brasca.

5. Trata de mantener, siempre que lo creas necesario, el sentido del humor, o la fina ironía, de José María Merino; las resonancias de Luis Mateo Díez.

6. No desdeñes el tono poético y visionario de Juan Ramón Jiménez, de Ramón Gómez de la Serna ni de Lorca.

7. Las enseñanzas de Montaigne u Oscar Wilde pueden serte útiles para pulir el lenguaje.

8. Aspira siempre a conquistar la humanidad de un Shakespeare, Lope o Cervantes.

9. Ama mientras puedas las vanguardias, con su pretensión dinamitadora de inocular la heterodoxia en el corazón de la ortodoxia. No desdeñes, sin embargo, los textos clásicos, pues ellos son el verdadero semillero de la gran literatura.

10. Un microrrelato no puede ser nunca un esbozo narrativo o un apunte de algo. Antes bien, todo texto que aspire a alcanzar la respiración de este nuevo género debería intentar condensar dentro de sí tantas significaciones como le permita su trama. Recuerda que cuentas con la gran ventaja de la brevedad. Aun cuando la polisemia -la ambigüedad- pueda enriquecer o confundir argumentos y sentidos, debes correr ese riesgo. Del talento del narrador -y del lector- dependerá que la pieza alce el vuelo, o se estrelle con estrépito y quebranto de huesos.

11. Si una narración admite, favoreciéndolas, dos, tres, cinco lecturas, no lo dudes: has dado con El Aleph del género, momento en el que a los demás narradores breves no nos va a quedar más remedio que felicitarte, mientras te sacudes de encima, aliviado, este micrododecálogo pretencioso. Es muy probable que sólo entonces logres escribir sin miedo, aspiración irrenunciable en todo escritor -extenso o breve-  que se precie.

12. Sería una injusticia olvidarse de Arreola, de Max Aub, de Ana María Matute, de tantos otros.


.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"