miércoles, 5 de enero de 2011

El mismo yo




Aquel niño me miraba con un extraño gesto de reconocimiento en los ojos, como si supiera desde siempre que yo era él sin asomo de duda y que, por tanto, él había sido yo alguna vez, durante un tiempo lejano, hasta hoy, en que seguía siéndolo más que nunca. ¿Podía este señor que yo era ser a un tiempo él mismo aquí y ahora, allí y entonces ser él yo a un tiempo? Que él y yo fuéramos el mismo no me atreví a dudarlo. Como tampoco que él mismo y yo fuéramos él, compartiendo como hacíamos un corazón atribulado. Aun así, y puesto que no quería empeorar las cosas, decidí ocultar que él, yo mismo y el otro no pudiéramos seguir siendo uno por más tiempo. Me sentía tan mal que tuve que sentarme. Ya saben, para no sentirme.
...
.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"