lunes, 21 de julio de 2008

Vidas paralelas

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Desde hacía algún tiempo, el tercer personaje del segundo párrafo trataba de zafarse de una trama que se le antojaba engorrosa y hasta agobiante, digna de alguien de menor consideración, con el mismo afán con que el dueño de su destino, el autor propiamente dicho, buscaba por todos los medios someterlo a la severa ficción de aquel relato.
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Mientras el sujeto de papel aspiraba a recibir un trato acorde con el estatus recién adquirido, no en vano había logrado a espaldas del narrador escalar posiciones como si de un Julien Sorel se tratara; el escritorzuelo, en su torpeza manifiesta, pretendía liquidar deprisa y corriendo una historia compleja de vidas paralelas, poniendo en peligro los deseos del personaje, y valiéndose de ridículos ardides, sin considerar ni su adecuación, ni la más mínima verosimilitud con respecto a los hechos narrados.
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Así de crispados andaban los ánimos cuando, de repente, sucedió lo imprevisto: sus anhelos irreconciliables se cruzaron en un plano de imposible intersección. Para entonces, ambos se hallaban en el mismo punto muerto: el hombre de acción, partidario del universo de la mímesis, trataba de elevarse de cualquier modo, en tanto el acérrimo defensor de una diégesis sin fisuras buscaba cortarle las alas al personaje insolente del segundo párrafo.
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El tumulto que armaron a raíz de aquel encuentro fue tal que parecía que un rayo del cielo les hubiera caído encima con toda la furia de los dioses. Pasado un tiempo razonable, empezaron a actuar como si les moviera una misma pasión. Como si aquel rayo fiero, en realidad, los hubiera fulminado de amor.
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jueves, 17 de julio de 2008

La caída

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Sabe que no hay marcha atrás, que se le escapa por la boca los ojos los oídos, por cada uno de sus sentidos de pronto embotados. Sabe también que ese pinchazo en el corazón, esa angustia en el estómago, ese sudor, ese calambre que le recorre la médula espinal como si fuera un coche a la carrera son reales, aunque tal vez fuera más justo decir que son sólo escenas de un pasado remoto.
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Sabe todo eso y más. Por ejemplo, que el hombre del abrigo gris ceñido con cinturón de hebilla es él mismo a los 54 años, bajando deprisa la escalera, segundos antes de chocar con Marta. O que aquel otro tan apuesto, aunque parezca mentira, también es él mediada la treintena, junto a Eva, en su época más feliz y fugaz.
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Después, o quizá sea antes -las imágenes se le agolpan a una velocidad endiablada-, sabe que ese joven de mirada insolente de apenas 23 años, que se muestra ansioso por conocer los resultados, está a punto de licenciarse. O que el chico, el niño, también el bebé, cómo no iba a saberlo, comparten esos tics, y más tarde esos modos que terminarían por definirlo como una persona nerviosa, inquieta.
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Luego, de golpe, nada sabe. Porque ya no sabe nada, ésa es la verdad; la única certeza. Acaso de haber podido, debería habérselo preguntado una vez más: "¿Nada de nada?"

domingo, 13 de julio de 2008

Microrrelato de terror

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Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.
La metamorfosis, de Franz Kafka
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Cierto día, Chuang Tzu se quedó dormido y
soñó que era una mariposa, revoloteando muy
contento por ahí. Y la mariposa no sabía que era
Chuang Tzu soñando. Luego despertó y volvió a
ser el de siempre, pero ahora no sabía si era un
hombre soñando que era una mariposa o una
mariposa soñando que era un hombre.
"Las enseñanzas de Chuang Tzu"
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..Érase una vez una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha llamada Franz Kafka que soñaba que era un escritor que escribía acerca de un empleado llamado Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha.
"La cucaracha soñadora",
en La Oveja Negra y demás fábulas, de Augusto Monterroso
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Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
"El dinosaurio", de Augusto Monterroso

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PROPUESTA
Cuando despertó, la Cucaracha (*) todavía estaba allí.
"El dinosaurio soñador" de Gregorio Samsa

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(*) Una Cucaracha llamada Franz Kafka que soñaba que era un escritor que escribía acerca de un empleado llamado Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha.
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(**) O acaso se tratara de una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era Franz Kafka escribiendo acerca de un empleado con pinta de dinosaurio que soñaba que era escritor.
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(***) O incluso...

VARIACIÓN 1
Cuando despertó, una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era Franz Kafka escribiendo acerca de un empleado con pinta de dinosaurio que soñaba que era escritor, todavía estaba allí.
"El dinosaurio soñador", de Gregorio Samsa.

VARIACIÓN 2, versión final I
Cuando despertó, todavía estaba allí una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era Franz Kafka escribiendo acerca de un empleado con pinta de dinosaurio que deseaba ser escritor.
"El dinosaurio soñador", de Gregorio Samsa.

VARIACIÓN 3, versión final II
Cuando despertó, todavía estaba allí una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era Franz Kafka escribiendo acerca de un empleado con pinta de dinosaurio que soñaba que era escritor...
"El dinosaurio soñador", de Gregorio Samsa.

(...Esto empieza a recordarme al cine: Escena 5, toma 34, jeje.)

VARIACIÓN 4, versión final III
Cuando despertó, todavía estaba allí una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era Franz Kafka escribiendo acerca de un empleado con pinta de dinosaurio que soñaba que era Chuang Tzu...
"El dinosaurio soñador", de Gregorio Samsa.

VARIACIÓN 5, versión final IV
Cuando despertó, todavía estaba allí una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era Franz Kafka escribiendo acerca de un empleado con pinta de dinosaurio que soñaba que era la mariposa de Chuang Tzu...
"El dinosaurio soñador", de Gregorio Samsa.

viernes, 11 de julio de 2008

Un amor etéreo

Aquella carta habría sido decisiva de haber leído en ella: "tienes mi amor eterno".
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jueves, 10 de julio de 2008

El autómata de campo

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El autómata se decidió a abandonar la vorágine de la ciudad para adentrarse en la misteriosa selva negra. Así, en lugar de engrasar sus delicadas articulaciones a base de aceite y 3 en1, su alimento hasta entonces, empezó a consumir resina, un manjar que solía brindarle el bosque de vez en cuando, colmándole el espíritu de resonancias magnéticas. De igual modo, cuando la ocasión se lo permitía, corría a extraer de ciertos árboles centenarios la más sabrosa ambrosía, verdadero néctar de los dioses.

Tras varios lustros de vida salvaje, en feliz comunión con la madre naturaleza, un día aciago sintió la llamada de la ciudad, así que no le quedó más remedio que regresar. Pero ya no es el mismo. Algunos dicen incluso que el fragor de la selva lo ha transformado para siempre.

De hecho, aun cuando haya dejado de perder grasa por las esquinas, no acaba de ser feliz. Tampoco faltan los juicios de sus congéneres de turno, de mirada lustrosa y boca oxidada, con barrigas orondas de puro desdén. Por todo ello, y también por no haber logrado reconocerse en su vieja ciudad, en sus gentes mezquinas de tanto tragar clavos, ha empezado a inyectarse gasóleo. Nadie se atreve a decírselo, pero él lo ha sabido de todos modos: a ojos de los demás, su lata ya no reluce apenas.
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lunes, 7 de julio de 2008

El perfecto idiota

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El perfecto cuentista, en adelante PC, no sólo cree haber dado con el asunto fundamental de su nuevo relato, sino que convencido de su interés, deja cuanto estaba haciendo (enviar unos faxes de cierta urgencia que le ha pedido el jefe) para correr a su escritorio como una exhalación, no vaya a ser que su musa se volatilice antes de haber escrito, cuando menos, un esbozo de la brillante idea que revolotea, desde hace escasos minutos, por su cabeza, y que ahora se dispone a anotar con devoción, a espaldas -desde luego- de sus queridos compañeros de mesa.
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Aunque a ojos de cualquiera en horario de oficina su irreprimible vocación pudiera parecer ridícula y hasta desvergonzada, una irresponsabilidad en toda regla, hace ya quince años por lo menos que el perfecto cuentista no ceja un segundo en su afán por hinchar ese germen tan diminuto y prometedor que lo embarga sin previo aviso, con el fin de transformarlo en el relato que debería haber escrito, como digo, quince años atrás.
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Así las cosas, el PC sabe que su cometido resulta inaplazable, que la urgencia creadora no admite esperas. Lo sabe pero también está lo de su jefe, así que de pronto se encuentra ante una decisión salomónica que tomar, al tiempo que se dice para sus adentros que la resolución de dicho dilema exige la fortaleza hercúlea de un Sansón. El perfecto cuentista se sonríe ante su capacidad manifiesta por hilvanar metáforas de tamaño calibre. Luego, y sin más preámbulos, el PC se dirige a su PC y esboza siquiera el título.
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En vano se esfuerza el perfecto cuentista por desarrollar su fugitiva idea. El cursor se ha quedado parpadeando en mitad de la pantalla como un martillo pilón, piensa con acierto. Y de pronto, el jefe:
-Fernández, ¿para cuándo esos faxes? ¿De veras desea usted que le aumente de una puñetera vez el sueldo? Ante esta última pregunta, retórica a no dudarlo, formulada cuando la hermosa Mariluz cruzaba por delante de su mesa, al PC se le ha puesto cara de perfecto idiota. En adelante, PI.

sábado, 5 de julio de 2008

Recursos de escritor

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Aquel insigne autor, escritor secreto para algunos, solía mostrarse en privado tímido, atento y bastante considerado, aunque hubo quienes dijeron de él todo lo contrario, como si el personaje que lo precedía en sus apariciones públicas insistiera en representarlo, en los últimos tiempos, como un ser petulante, grosero y patán.
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Cierto día que el autor daba un paseo para concretar los detalles de un capítulo en ciernes, fue abordado por un grupo de lectores incondicionales, recibiendo un par de pisotones y un morrillazo accidental no exentos de admiración. Fue la gota que colmó el vaso.
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Aun cuando los periódicos sacaran al pobre hombre con una de sus mejores sonrisas, en adelante haría gala de un carácter irascible, en favor de su integridad. Ha persuadido a todos, incluso a sí mismo, de su condición inédita de escritor maldito.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"