viernes, 9 de junio de 2017

Cuatrocientos setenta y tres

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descorazonar. Arrancarle el corazón de cuajo al otro con fines dudosos y sin que le tiemble a uno el pulso. Véase desternillarse de la risa.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"