lunes, 30 de marzo de 2009

El vigilante

....
I.
Aquel hombre de perfil lleva más de una hora vigilando mis pasos, el más mínimo de mis movimientos. No se fía ni de su sombra, de ahí que mire a izquierda y derecha con recelo y verdadera desconfianza, como si estuviera dispuesto a descubrirme al menor descuido, a fastidiar mi plácida existencia secreta. Y es que no puede uno fiarse de nadie. Dar un paso en falso. Desfallecer. Atreverse siquiera. Ser.
..
II.
Aquel hombre que asoma de perfil recorre, sin descanso, la sala B de exposiciones. Cada día es igual. Desde que le asignaran la vigilancia de la sala, apenas se adentra en los habitáculos laterales, como si no quisiera alejarse demasiado del retrato amarillo que preside su centro.
..
III.
Aquel hombre que no asoma por ningún sitio su perfil, o sea yo, no sabe cómo escabullirse de este laberinto de sombras. Huir sin ser visto ni ser echado de menos siquiera. Lograr la fórmula para dejar de ser de una vez por todas. Poder esfumarse, desaparecer.
....
.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"