lunes, 2 de julio de 2007

La ducha (Microrrelato)

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Puso el pie dentro de la bañera y sintió el suelo más helado que de costumbre. Luego metió el otro pie y corrió la cortina para no pasar más frío de lo normal. Era temprano. Abrió el grifo y el agua empezó a caer tras un pequeño borboteo. Primero se quemó, luego se heló y al cabo volvió a quemarse. Hasta que no hubo cerrado y abierto el grifo varias veces no consiguió regular el agua. ..
Mientras ésta caía con fuerza, su cabeza se despejó de toda animadversión. Cada vez que se frotaba con la esponja, sus temores disminuían de modo perceptible, así que cuando terminó parecía haber perdido dos centímetros de miedo y tres kilos de malos presagios. Asombrada por los extraños poderes de la ducha, creyó que la existencia en conjunto, llegado el momento, acaso fuera susceptible de transformarse de forma tan radical y súbita como su cuerpo acababa de hacerlo, pero al salir del baño y ver que la habitación del hotel era la de siempre y que el hombre con el que había pasado la noche, el mismo desconocido de cada noche, su optimismo se evaporó.
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Tras alcanzar con la mano la toalla y envolver con ella su pelo castaño, fue secándose sin prisa mientras, al otro lado, los ronquidos del intruso iban en aumento.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"