domingo, 2 de junio de 2013

La puerta entreabierta, de Fernanda Kubbs


La vida amplificada

En esta primera novela firmada por su hermana de tinta, Fernanda Kubbs, Cristina Fernández Cubas vuelve a recuperar los extraños mundos de doble fondo que ya le conocíamos de sus cuentos, plagados de espejos, distorsiones, y lupas de aumento, pero también de hermanas gemelas –como lo es, de hecho, esta Fernanda que ahora la representa– y distintas clases de seres desdoblados, dispuestos a cruzar cuantas puertas entreabiertas les salgan al paso, a veces sin ser conscientes de ello.

Novela de aventuras y misterio, más que propiamente fantástica, Isa es una joven con el cometido de realizar un reportaje para el periódico en el que trabaja a partir de la visita a una vidente; pero todo se tuerce de pronto cuando, tras un conjuro inadvertido, se despierta absorbida y empequeñecida en el interior de la bola de cristal de la falsa adivina, Krauza-Pepita, pues, como enseguida veremos, las cosas no son lo que parecen. Aquí empieza, por tanto, su particular odisea –entre mágica y fantástica– por desandar el camino recorrido y tratar de volver a su otra realidad, aquella de la que procede, si bien a lo largo de sus páginas iremos viendo cómo establece contacto y estrecha vínculos con los habitantes que pueblan este mundo especular en el que ha desembocado por accidente; cambiando una vez más las prioridades que tuviera al despertar convertida en una especie de Pulgarcita o de Alicia; no en vano, el envés del mundo y de las cosas es capaz de revelarse tan o más auténtico que su haz.
..
..
Múltiples son las relaciones asombrosas que se nos revelan a lo largo de su lectura: no solo la evidente entre CFC (de iniciales palindrómicas, por cierto), Fernanda Kubbs y su reportera protagonista, en su papel de narradora de La puerta entreabierta; sino también las que conservan algunos personajes, como sucede con la pareja Baltus-Miroslav, quienes desempeñan un papel complementario el uno del otro en sus respectivos mundos, conectados por una especie de hilo invisible; sin olvidar las frecuentes remisiones que, como lectores, iremos trazando entre puertas entreabiertas, escondrijos, cortinas corridas –o de agua, umbrales y fronteras varias, también entre las que separan la vigilia del sueño, o la presunta realidad objetiva del relato fabulado. No en balde, la novela está trufada de cuentecillos que son relatos orales narrados por los mismos personajes, como de hecho ocurre ya –si nos remontamos a los orígenes de nuestra tradición narrativa– en El Quijote, y cuyo poder de sugestión consiste en ilustrar o profundizar en los sucesos de la trama principal.

Así pues, y a diferencia de lo que acontece en el mundo objetivo, donde el discurso de lo real tiene preponderancia, en ese otro mundo que la pequeña Isa vislumbra desde la lupa de aumento en que se ha convertido la bola, los sucesos son interrumpidos, amplificados o alimentados constantemente por infinidad de historias secundarias a modo de fábulas morales, con un pie –eso sí– en la realidad, pues como ha declarado la autora, parte de esas historias presuntamente secundarias se dejan rastrear fácilmente a través de Internet. Una vez más, nos topamos entonces con la ambigüedad o dificultad a la hora de deslindar entre la sustancia del discurso perteneciente al plano de lo real y el mucho más fascinante de la ficción. Tanto es así que cuando Isa despierte al mundo real, por llamarlo de algún modo, tendrá que recurrir al sueño para bucear en sus recuerdos y convencerse de que su vida en la bola de cristal, en fin, llegó a suceder de veras. El epílogo funciona, en este sentido, como una vuelta a la normalidad cotidiana, a la recuperación de su identidad primera, pero también como un empeño por tratar de encontrar ese hilo que la conecte de nuevo con esas gentes del otro mundo. Una puerta entreabierta más que el lector no dudará en traspasar gustoso.
..
..
* El pasado mes de mayo publiqué la siguiente reseña en la revista de literatura Quimera. Con ella inicio en el blog una sección de crítica donde iré colgando, al terminar cada mes, las distintas reseñas que vayan saliendo.
...
.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"