sábado, 26 de diciembre de 2009

Crestas de gallo

..

...


Ha estado desbrozando de malas hierbas todo el camino y justo ahora, rastrillo en mano, se dispone a limpiar de hojas muertas el sendero colindante. Cumple instrucciones estrictas del señor. Por fortuna, el sol no va a calentar demasiado hoy, se dice para sí. A estas flores que se desparraman como racimos de uva madura les sienta bien cierta humedad, aunque luego sean capaces de soportar largos periodos de escasez de agua y sequedad impuesta. La señora desprecia, por el contrario, su exuberancia. Ella es más de lirios y amapolas. De rosas rojas con sus espinas de toda la vida, de siemprevivas y geranios en flor. Ignora qué pueda estar causándole tanto espanto, pero cada vez que sale al jardín, la señora evita por todos los medios cruzarse con esa planta desbocada, de aspecto carnoso y lenguaraz. El señor, ya lo habrán adivinado, la venera en cambio. A él parecen subyugarle esas cabelleras teñidas de rosa palo, tan Amaranthus caudatus; su indiscutible fortaleza y capacidad de resistencia. Siente por ellas verdadera adoración. Mientras la señora anda de acá para allá con los nervios de punta, visiblemente alterada, al jardinero toda esta situación se le antoja de lo más incómoda.
..
.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"