lunes, 10 de marzo de 2014

El vagabundo

...
«Resulta molesto que esta niña pase siempre tan cerca y no me diga nada. Finge ir a lo suyo pero me mira por el rabillo del ojo cada vez».

Lleva el mismo sombrero de ala de entonces, de 30 años atrás. ¿Cómo es posible que todavía me acuerde de él? Vivía donde mis padres.

«Oye, tú. Sí, tú. Ven, que te quiero decir una cosa. Ven, bonita, que seguro que nunca has visto una como esta. Te la voy a enseñar si te acercas, vente a mi lado y siéntate conmigo».

Sigue igual: sombrero de ala ancha como si fuera un vaquero desahuciado, con su botella de litro y los pantalones raídos. Claro que ahora parece inofensivo.

«Ven, te digo. Corre, siéntate conmigo. ¿Cuántos años tienes? ¿12? ¿Has visto alguna vez una como esta? No tengas miedo, cógela».

Y yo lo veo ahora y me sigo acordando. El mismo tipo borracho sentado en un banco. De nuevo a tiro para mejor tropezarse

«Imbécil. Es usted un cerdo, un maldito idiota imbécil». 

Mudo por fin.
...
......
.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"