miércoles, 30 de septiembre de 2020

894

 Efectos colaterales de la COVID-19

I.

"Vamos a morir, vamos a morir", corea un puñado de cabezas rubias e infantiles a la salida del colegio.





893

El complejo de ejercer un poder que no les corresponde causa verdaderos estragos.



sábado, 26 de septiembre de 2020

892

Descreo de cuanto no sobreviva tras haber languidecido durante un lapso de tiempo.



viernes, 25 de septiembre de 2020

Sed. Una geografía del deseo, de Alfonso Brezmes


La verdad de cada cosa

Con una trayectoria ya a sus espaldas en el terreno de la poesía, pues éste es el quinto volumen que publica en la editorial sevillana en menos de una década, entre los que destaca Ultramor (2017), el nuevo libro presenta un puñado de poemas cada vez más lacónicos, donde el sujeto poético parece despojarse de circunloquios y digresiones para ir a lo esencial. No en vano, nos remite a la búsqueda ascética de una verdad que se halla en cada cosa pero también en sí mismo, centrada en torno a las ansias del hombre. 

El volumen se divide en cuatro partes que se corresponden con los puntos cardinales, compuesta por catorce poemas cada una, excepto Oeste, que contiene uno más, los cuales desarrollan cuatro recorridos posibles. En la primera parte, Norte, «lo más parecido a un horizonte y, por tanto, a la sed», insiste en la imagen del poeta como un pájaro anónimo que canta «estas palabras sin dueño: / podría ser otro quien te las dice / y no tendría importancia». La metáfora del pájaro cantor proviene de la mística aunque su último y más notable cultivador ha debido de ser José Ángel Valente, el poeta del despojamiento y de la depuración extrema, al menos en sus obras posteriores. En consecuencia, asistimos en estas páginas a una poética que persigue limpiar la mirada en la desnudez de la realidad circundante con el propósito de dar con el nombre exacto de las cosas, como aspiraba Juan Ramón Jiménez, aunque reconozca dicha búsqueda imprecisa, habida cuenta de que las palabras «contienen todas las letras de la ausencia / pero solo de oídas conocen su dolor», solo la memoria las dota de sentido pleno. A lo largo de este primer recorrido una teoría estética le sirve de guía: Nadie sabe la forma exacta de su sed. Avanzar es, pues, tantear a ciegas. Su fiebre proviene de la fascinación que siente por lo intangible, por una verdad que brilla, hecha pedazos, tras el dolor. 




La segunda parte, Sur, nos sume en el deseo que se acrecienta con la distancia, y cuyo objeto ─«ese tesoro que solo poseo mientras no lo he alcanzado»─ se basa en un platonismo que ya aparecía destilado en libros anteriores. Así, el poeta clama en «Reflejos»: «Tal vez Platón acertase / y la poesía, como la verdad, / sean tan solo una sombra: / algo que no puedes ver / si lo miras de frente; / aquello que se destruye / si pronunciamos su nombre». Unos versos que parecen convocar a San Agustín con su reflexión sobre la naturaleza del tiempo. De ahí que en «Etimoelegía», el poeta dé nombre a personas y cosas «para poder invocarlas, / pero también para saber / cómo llamar a su ausencia», y en «Poema incompleto» asuma por fin que «no se debe enseñar todo: / es como calmar la sed mostrando el agua». Una vez más, solo a través de la perspectiva que da la memoria, recuperan las cosas su sentido.

Conforme a su propósito de encaminarse hacia un destino inexistente, el tono confesional que apela a un tú íntimo, invocado en la figura del lector o de la amada, se mantiene en la tercera y cuarta parte. Así pues, en el Este se dirige hacia el lugar donde surge la luz y, por tanto, se origina la creación de toda verdad, la misma vida; orientándose hacia un futuro a punto de nacer en cuyo seno «no hay mayor amor que el que nos ciega», y donde «lo que mata, amor, es no sentir la sed». Pero no será hasta que emprenda el recorrido hacia el Oeste cuando descubra que la fiebre por tocar el oro del sol jamás se cura, fascinado por el caudal de luz que retienen las cosas en sí mientras aquel se pone, y que el poeta percibe aquí como una garantía de esperanza. No debe extrañarnos, pues, que en «Venga a nosotros [la sed]», entone una oración a su lector convertido ya en amada, momento en que la sed es vista como salvación. En definitiva, un libro que va creciendo a la par que se diluye en sus versos el apego a lo mundano, embebido todo él en esa clase de luz que proporciona el conocimiento.


* Esta reseña ha aparecido en la revista de literatura Quimera, núm. 441, correspondiente al mes de septiembre del 2020.

martes, 22 de septiembre de 2020

lunes, 21 de septiembre de 2020

890

Hablaba sin sentido, sin ton ni son, sin tino, sin límite, tasa ni medida, sin fin ni cuidado. Hasta que un día dejó de hacerlo —contrariada, contestataria, contenida—, y nos convenció.




domingo, 20 de septiembre de 2020

889

Hay quien se relaciona con los demás buscando imponerse y, en el mejor de los casos, sobreponerse a sí mismo.


sábado, 19 de septiembre de 2020

888

La literatura fagocita la realidad para expelerla en algún grado transformada.




viernes, 18 de septiembre de 2020

miércoles, 16 de septiembre de 2020

viernes, 11 de septiembre de 2020

miércoles, 9 de septiembre de 2020

882

Qué raro resulta volver a casa procedente de la que fue también tu casa al otro lado del espejo. Observar aquí el allá todavía cercano tras convertirte de nuevo en un extranjero.


* Foto tomada desde el Schloss Glienicke, con la Isla de los Faisanes al fondo, en septiembre del 2010.

881

 Pensar cansa, pero no hacerlo cansa mucho más.




martes, 8 de septiembre de 2020

880

La certeza de sabernos cansados, exánimes, abatidos hasta el descreimiento mismo de todo aquello que no sea sustancial.



sábado, 5 de septiembre de 2020

.
.
Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"