miércoles, 26 de septiembre de 2007

¿Liebre o tortuga?

El día de la carrera las cosas transcurrían según lo previsto: mientras la liebre saboreaba una espléndida mañana de sol tumbada a la bartola, la tortuga avanzaba paso a paso, tozuda y pertinaz.

Al cabo de un rato, al nervioso animal le entraron unas ganas injustificadas de echarse a dormir. "Está visto que, en cualquier caso, tiene que ganarme la tortuga, se dijo entre sueños. Si mi vida es disipada y feliz, la del aburrido ovíparo es esforzada y pesarosa. Sea, pues", sentenció.

Tras despertar de su sueño, y conforme a lo establecido, la liebre se encaminó hacia la meta, donde iba a fallarse el famoso premio, pero algo la distrajo de pronto. En una pradera cercana, le pareció ver a la mismísima tortuga tomando un atajo. ¿Cómo era posible?

Pillada en falta (más de uno pensará que donde menos se espera, salta la liebre), la tortuga se justificaba una y otra vez: "No digas nada, no me delates. Tú sabes que debo ganar para que los niños más lentos tengan futuro. Anda, no me fastidies el día".

Y aunque no estaba previsto que la tortuga actuase con tanta doblez, no pudo evitar compadecerse del anciano reptil. Desde entonces, la liebre concede el triunfo a la tortuga en todas las carreras de fábula en las que coinciden.

3 comentarios:

  1. Supongo que habrá mil explicaciones, pero la sensación que me ha producido, desagradable, es que la vida ha sido vendida a lo engañoso, envuelto en la bandera de los buenos actos.

    Y que este microrrelato celebra(sin júbilo; en el sentido en que se celebra un contrato) algunas entregas que hicimos todos, por buen corazón e ignorancia, a las tortugas tramposas preocupadas solo de su propio premio.

    (Dime que no, Mega)

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  2. Por ahí andan los tiros, Nán. Sin pretender hacer un alegato sobre buenos y malos, a mí me parece que las sociedades actuales ya no permiten que las tortugas se muestren eficientes y ganadoras (veloces) a la vez.

    La absurda rapidez de nuestros tiempos (hay que trabajar rápido, hay que pensar rápido, hay que hacerlo todo siempre rápidamente) nos ha llevado a renunciar a la antigua eficiencia; al buen hacer.

    Hoy las tortugas sólo ganan haciendo trampas o, como tan bien comentas tú, aprovechándose de la buena fe de los otros, esto es, "corrompiéndose".

    (Yo también lo lamento.)

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  3. Pues es una buena historia. Y no somos responsables de que el mundo sea como es.

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"