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lunes, 8 de agosto de 2011

De gusanos y otras hierbas

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La madre vio al niño morder la manzana. Enseguida creyó el fruto que había sido cosa del gusano, quien sin embargo prefería taladrar al crío porque sí, hastiado de su menú de plato único. Justo en el instante en que el chaval entornaba los ojos para saborear su pedazo, la señora ha dado por sorpresa un mordisco a la lombriz, que, descabezada, ha muerto en el acto. Por tierra rueda ahora el pobre micro desmembrado.
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sábado, 30 de julio de 2011

"Economy is nearly dead"


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Antes de que la dichosa foto en donde aparece  una Economía llorosa copara las primeras páginas de los periódicos, creíamos vivir en un mundo sin Historia, libre por fin de las sucesivas dictaduras que nos habían atenazado, dispuesto a regirse bajo el estímulo de la todopoderosa Economía, según nos insistían ufanos.

Quién iba a decirnos a nosotros, pobres representantes de una clase media maltrecha, que la Historia estaba más viva que nunca.

* La foto, de Luis Matilla, está tomada en el Tiergarten de Berlín, y muestra la pintada de una de las figuras pertenecientes al conjunto escultórico dedicado a Bismarck, bajo el lema de "History is nearly dead".
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lunes, 11 de julio de 2011

Noche de brasa

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Dos luces refulgen en mitad de un ovillo. El gato me mira con fijeza tras detener sus pasos almohadillados, impaciente por que le saque una foto.
-Haz click de una vez, ¿a qué estás esperando? -me increpa ansioso.
Pero sus brasas me hielan con un fuego extraño, de pesadilla nocturna y grumosa, así que no me decido. Tras tomar unas cuantas fotografías del pueblo aquí y allá, por disimular, prosigo mi marcha confiado.
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martes, 17 de mayo de 2011

Ángulo de visión




De pronto se ha levantado de la mesa para ver de nuevo su espacio de trabajo. Deseaba verse sin ser visto desde este otro ángulo; observarse como lo habría hecho de no haber permanecido sentado entonces, de haberse movido al cabo. Viajar a este otro lado de la imagen, hallarse fuera de sí a la distancia salvable de cuatro ridículos pasos, le ha permitido vislumbrarse distinto, acaso la fantasía imposible de contemplarse siendo de nuevo. O al menos imaginarlo mientras duraba esa ausencia momentánea, ese fuera de ángulo repentino. Parece increíble que el menor movimiento cueste a veces tanto. 


De haberse decidido hoy, hace 5, 10, 25, 96 meses, ese otro alguien, ese otro alien, quién sabe si él mismo, estaría viéndose sin duda desde este otro lado, de acuerdo con estas sus otras circunstancias, pero también este su otro corazón y estas sus otras vísceras, de acuerdo con toda su otredad entera. Bastaba levantarse entonces y tomar desde dicha posición esta misma foto, fotografiarlo todo desde este otro ángulo que ya no es aquel sin embargo, recorrer esta misma distancia ridícula, para lograrlo. Eso sólo bastaba. Ahora le queda, por el contrario, la posibilidad remota de realizar este recuento solo

lunes, 25 de abril de 2011

Hombre lobo

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Ese tipo de ahí con pinta de pocos amigos que viste una gorra de visera calada hasta las cejas y prendas de negro impoluto, ese que te digo de aspecto serio y concentrado, lleva más de una hora volcado sobre sí mismo para mejor hablarte, para mejor escribirte y leerte, para mejor olerte. Si te fijas bien, ese tío que parece ir a lo suyo y no estar para nada ni nadie en realidad eres tú...

Versión 2 (sin imagen):

Ese tipo de ahí sentado al ordenador con pinta de pocos amigos, ese que viste gorra de visera calada hasta las cejas, de aspecto serio y sumamente concentrado, lleva más de una hora volcado sobre sí mismo para mejor hablarte, para mejor escribirte y leerte, para mejor olerte. Si te fijas bien, ese tío que parece ir a lo suyo y no estar para nadie eres tú.

* La foto se titula "Redes sociales" y procede del blog de Guillermo Méndez, FugaZes.
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lunes, 11 de abril de 2011

Casuística

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Se le han hinchado los cojones, con perdón, así que sin mediar palabra, ha cogido el cuchillo carnicero y le ha rebanado el cuello de un tajo. No soporta que nadie le alce la voz.

Versión 2

Se le han hinchado los cojones, con perdón, así que sin mediar palabra, ha cogido el cuchillo carnicero y le ha rebanado el cuello de un tajo. No soporta que Nadín le alce la voz.
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* La foto, titulada "Playa y nube" es de Guillermo Méndez y procede de su fotoblog FugaZes.

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lunes, 4 de abril de 2011

Piedras preciosas

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Tras calzarse las botazas de su padre, se ha ceñido el cinturón de su hermano mayor -ese que tiene incontables agujeros-, antes de repetirse que, también él, iba a lograr cuanto se propusiera; así que, entusiasmado, se ha lanzado a la carrera por el pasillo en dirección al dormitorio de los abuelos, esta vez con el deseo de no tener que toparse con ellos. Aquel cuarto siempre le ha parecido que atesoraba los mayores secretos. Cuando ha visto que no había moros en la costa, se ha adentrado en la oscuridad medio a tientas, sigiloso como un ratón, palpándolo todo hasta reconocerlo. Después de asegurarse de que llevaba bien sujeto a la muñeca el reloj de oro del abuelo, se ha entregado a la tarea de rebuscar, entre arrobado y pletórico, algunas piedras preciosas: colgantes y anillos sobre todo. Una punzada accidental lo ha despertado entonces de golpe.
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jueves, 17 de febrero de 2011

De piernas, bigotes y matrimonios

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Tras superar aquella dieta feroz, decisiva, creyó encontrar el modo de cumplir con sus deseos, así que sin más preámbulos se dirigió hacia el armario empotrado del dormitorio y se puso el vestido rosa chicle, el único que se le ajustaba como un guante. Antes de calzarse los zapatos de charol y tacón fino de aguja, se encerró un par de horas en el cuarto de baño para depilarse piernas, axilas y bigote. Afeitarse por entero las patillas le iba a costar tan poco, de hecho, como dejarse barba a su mujer. El intercambio de cuerpos resultó decisivo para ambos.
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domingo, 26 de septiembre de 2010

La vagabunda




He vuelto a reconocerla. Hoy, sin ir más lejos, estaba sentada en el banco de los borrachos. Fumaba un pequeño cigarro a sorbos, como buscando recomponer sus fuerzas, o el ánimo intacto que alguna vez tuvo. Fingía no haberme visto. Aunque no la conozca personalmente, suelo encontrármela a diario al salir de casa. Si no la veo, la busco hasta dar con ella. Siempre que toma el camino que corre paralelo a la vía de la estación Julius-Leber-Brücke se embosca para beber a solas, a sus anchas. La he visto hacerlo en más de una ocasión. Se traga a morro el contenido de una cerveza tibia, mientras con la otra mano arruga una bolsa de plástico. Da la espalda al mundo para mejor empinar el codo. Es la vagabunda de Shöneberg. Una mujer de mediana edad que parece una vieja. La mayoría de las veces, una rubia alcohólica; otras, sin embargo, una dama solitaria y coja.

martes, 9 de febrero de 2010

El loco


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Un loco marca las horas y los segundos al son de un radiocasete de los años noventa, encaramado a un taburete en mitad de la noche. Ocupa el mismo sitio de siempre, y viste la falda escocesa de cada vez, con su correspondiente imperdible y esos calcetines a rombos que deberían cubrirle al menos las pantorrillas, vencidos a la altura de los tobillos, dejando a la vista una carne translúcida y como de cera; el cuerpo apenas abrigado con un chaquetón raído. Cuando lo alcanzo calculo que las calles llevarán desiertas un par de horas. El hombre, más joven que yo aunque pronto deje de parecerlo, actúa para el público ausente de otras veces, animado por el soniquete de la única música que le conozco, como si los movimientos de este autómata humano fueran a durar toda la noche. De pronto unos jóvenes hermosos, rebosantes de salud, se han acercado al loco por divertirse, y con la excusa de echarle unas monedas han decidido increparlo, parodiándolo con gestos simiescos. Les hace mucha gracia gritarle a la cara para comprobar de inmediato que el loco no se inmuta, situación que los excita y espolea en sus burlas, redobles y pantomimas, mientras repiten la gracia sin gracia y aumentan sus risotadas. Cuando los alcanzo y reprendo, compruebo que pese al jaleo que arman apenas son unos cuantos chicos y chicas de entre 18 y 20 años. Demasiado mayores, pienso para mis adentros. Compruebo también que están absolutamente sobrios. No tengo intención de moverme, así que me quedo plantada ahí, con la sangre hirviéndome, sin dejar de gritarles con el mismo desprecio que ellos han empleado con mi loco. Me miran sorprendidos sin entender. Sin ver tampoco. Como harían sus abuelos. Cansados de esperar, su juego se enfría y deciden marcharse. Al autómata y a mí nos tiemblan las piernas. El frío arrecia.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"