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jueves, 5 de noviembre de 2009

Esplendor

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Entregarse a la vida como esas plantas al sol. Sin tibieza ni titubeos que valgan, sin remilgos, con parecido instinto de supervivencia, con igual apetito ciego. Dedicarse a ello sin descanso todos los días del año, desde la tranquilidad que da saberse miembro de pleno derecho de la comunidad, sin preocupaciones que valgan, ni temores excesivos por tanto, a resguardo del abrigo familiar. Preocuparse, en suma, por conservar la salud, por recibir en todo momento la máxima luz...
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Pero ¿qué sería, entonces, de la literatura (de esa otra vida secreta) si todas las ovejas, manzanas e hijas se hubieran revelado tan blancas y sanas, tan sumamente obedientes?
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domingo, 11 de octubre de 2009

Plenitud

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No se escribe ni con la vista, ni con el gusto, ni con el olfato, ni con el tacto. Tales sentidos, si bien útiles, no son imprescindibles frente a la página en blanco. Se escribe de oído. Es preciso encontrar el ritmo, la melodía adecuada para cada frase, el sonido que da sentido a un párrafo, que lo colma y encierra.
F.M., "Oído", recogido en Ciclos, Lengua de Trapo, Madrid, 2000.
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Para alcanzar la plenitud, no basta con tener espina dorsal, ni pelos como escarpias, o en su defecto pinchos de erizo con el fin de impedir ofensas y desplantes. (El hombre es siempre un fruto tardío). Por el contrario, la naturaleza deberá moldearnos con la masa reblandecida de los años; dejar que nuestra piel se curta primero para volverse luego más tersa; permitirnos madurar sin echar mano de púas, espinas, ni ninguna otra arma suicida.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"