domingo, 11 de octubre de 2009

Plenitud

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No se escribe ni con la vista, ni con el gusto, ni con el olfato, ni con el tacto. Tales sentidos, si bien útiles, no son imprescindibles frente a la página en blanco. Se escribe de oído. Es preciso encontrar el ritmo, la melodía adecuada para cada frase, el sonido que da sentido a un párrafo, que lo colma y encierra.
F.M., "Oído", recogido en Ciclos, Lengua de Trapo, Madrid, 2000.
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Para alcanzar la plenitud, no basta con tener espina dorsal, ni pelos como escarpias, o en su defecto pinchos de erizo con el fin de impedir ofensas y desplantes. (El hombre es siempre un fruto tardío). Por el contrario, la naturaleza deberá moldearnos con la masa reblandecida de los años; dejar que nuestra piel se curta primero para volverse luego más tersa; permitirnos madurar sin echar mano de púas, espinas, ni ninguna otra arma suicida.
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12 comentarios:

  1. Naturaleza, edad y el descubrimiento de las limitaciones, quizás ahí esté el secreto. Creo que con el segundo texto bastaría. Un gozo leerte.

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  2. Antonio, no me extraña lo que dices, pues de hecho el segundo texto iba al principio como encabezamiento teórico al micro, que escribí después; aunque al final haya optado por cambiarles el orden. Tal como hace F.M. en el libro que cito, con una perfección envidiable además, me propuse jugar con dos voces narrativas separadas por el tono y el conocimiento: aquí la del personaje experimentado resulta más profunda si cabe que la del mismo narrador... Aunque F.M. escribe dos textos separados sin hilazón en torno a un mismo tema, quise hacer algo distinto integrando ambos textos en uno solo. Pero yo también creo que no acaba de funcionar. A lo mejor te hago caso y dejo al final sólo el pensamiento reflexivo del personaje. Seguiré trabajándolo.
    Un beso y gracias por tu opinión valiosa.

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  3. ¡Pero qué bien te ha sentado ese viaje! Me ha parecido alucinante la grandeza que explota desde la pequeñez.¡Felicidades,Gemma!

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  4. "... echar mano de púas, pinchos y otras armas suicidas"

    Poco puedo añadir a lo ya dicho por vosotros. Efectivamente Gemma. Armas suicidas porque nuestras aparentes grandeza, heroicidad y fortaleza lejos de atentar contra los demás, se convierten en nuestro propio enemigo.
    A mí sí me gusta como está. Tal cual (bueno, le sobra una n a encongido, jijajo).
    Un besazo pequeño.

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  5. Izaskun, precisamente se trataba de eso mismo, aparte de lo que apunta Antonio sobre la conciencia de las limitaciones, aunque también cabría denominarlas "verdaderos alcances"... A veces la pequeñez aparente esconde una grandeza mayor que los gestos ampulosos. Abrazos

    Freia, ¡qué bien que te guste! Tengo que advertirte, sin embargo, que la versión que tú lees ahora es la corregida. Antonio llevaba razón. Creo que ahora queda mejor.
    Un abrazo

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  6. A mí me suena a duraciones geológicas, cambios tan mínimos que se necesitan 10.000 generaciones para percibirlos. A verdaderas oportunidades que podemos echar a la basura en cualquier momento. El valor diferenciador de lo pequeño.

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  7. Nuestra aparente fragilidad es lo que nos hace realmente valiosos. Tener miedo, saber que sufriremos y aún así seguir intentándolo es la verdadera condición heroica.
    Un texto buenísimo gemma, para no "hacer mudanza en la costumbre".Un besazo

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  8. Hacerse fuertes es ir necesitando cada vez menos corazas, menos muletas, siendo más conscientes de nuestra vulnerabilidad frente al mundo, y mucho más capaces de soportarla.
    Escribir de oído, escuchando hacia dentro y hablando hacia fuera. No sin miedo, pero haciéndolo. Ser lo que somos.
    Qué difícil es la plenitud.
    Precioso texto, Gemma.

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  9. Endurecerse por fuera mientras nos ablandamos sin remedio por dentro (nos engañan y nos dicen que en eso consiste crecer) pero como bien dices lo importante es olvidarnos de esas "púas, pinchos y otras armas suicidas" y conquistar la felicidad.

    (la cita también me ha encantado...)

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  10. En mi pequeña terraza sólo hay cactus variados o plantas suculentas como la botánica las denomina. Son las únicas que se han adaptado mejor al insistente sol.
    Defensoras de sus jugos se protegen, sin embargo, algunas de que poseen las púas más duras nos otrecen al año una flor, única, distinta y maravillosa por su brillo y color.
    Como si "toda la pequeñez que abriga... se desbordara, venciéndola..."

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  11. La edad no siempre nos impulsa a abdicar de las armas agresivas/defensivas punzantes. Probablemente sea la madurez, el descubrimiento de las limitaciones que apunta Antonio, o una percepcion completamente distinta de lo realmente nos importa. Nuestra mejor defensa es sabernos invulnerables ante determinadas agresiones, porque el "contrincante" no sabe lo poquisimo que nos puede dañar... Un texto magnifico. Besos, querida amiga.

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  12. Nano, me gusta tu lectura. Desde luego me parece que el ser humano -y creo que estaremos de acuerdo- madura su raciocinio de forma tardía, sobre todo con respecto a su evolución física... Esa descompensación me parece el origen muchos de nuestros males: ya sea en lo social como en lo estrictamente personal. Besos

    Marisa, a mí me parece que lo que nos hace valiosos no es tanto la debilidad en sí misma, cuanto la capacidad que sepamos mostrar en sobrellevarla, sin que ello suponga importunar demasiado a terceros... Gracias por tus palabras cariñosas.
    Un fuerte abrazo

    Olga, justamente; yo también lo creo. Lo de la plenitud es una aspiración que sólo se conquista con los años, cada vez estoy más segura de ello. Mental y físicamente. Es curioso, pero a mí siempre me ha gustado rodearme de gente mayor que yo. A lo mejor se debe a esa plenitud que transmiten. Un beso

    María, lo fácil (y, a veces, la tentación primera) es volverse impermeable, qué duda cabe. F.M. es un autor (o autora, pues se esconde bajo el pseudónimo de estas iniciales) que te gustará seguro. Un beso grande

    Isabel, con motivo de la visita al Bonanischer Garten de Berlín, el más grande del mundo y de cuyas fotos va a surtirse esta nueva seccción, tuve la oportunidad de apreciar las flores de cactus más bellas...
    Un beso

    Isabel, en efecto. La madurez a la que apela la plenitud del título apunta en esa misma dirección que señalas. Llega un momento (demasiado tarde en mi opinión) en que descubres que la lucha abierta y las armas arrojadizas no sirven de nada.
    Un abrazo fuerte

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"