domingo, 4 de agosto de 2019

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Se impacienta todo aquel que no tiene aguante ni pretende tenerlo por la cuenta que le trae, que es impacientarse de forma manifiesta (pero también notoria) ante cualquier circunstancia que se precie, abocado como está al estallido y a soltar impertinencias bochornosas, sin matices ni templanzas que valgan, sobre todo en verano, cuando la capacidad de resistencia se halla bajo mínimos, valga la paradoja, mientras los individuos más pacientes asisten a semejante espectáculo sin sobreponerse apenas a su asombro, ni tampoco al asombro ajeno, esa es la verdad, replicándose ambos asombros —el propio y el ajeno— en una especie de continuidad sin fin que, por extraño que parezca, termina por impacientar más si cabe al impaciente de turno del principio, y así hasta la exasperación.


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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"