jueves, 15 de agosto de 2013

Noventa y cuatro

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El mayor logro del aforista consiste en desbrozar 
mientras se adentra, sigiloso, en la emboscadura. 
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1 comentario:

  1. Los aforismo matutinos tienen la gracia de la frescura.
    Los aforismos vespertinos tienen la certidumbre del hambriento.
    Los aforismos nocturnos tienen la hondura del bosque.

    Todos los días se adentra el aforista y puede comenzar en sentido inverso.

    Abrazo sigiloso.

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"