sábado, 13 de agosto de 2011

Niñoárbol

Árbol del fuego
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Es el niño primero de la clase, extraño niño de sobresalientes y matrículas. Por las tardes abunda en su sustancia, y en el parque soslaya la facilidad de los cerezos y los arces y trepa, con dificultades, a lo más alto de un árbol del fuego. Abajo, intuyendo la caída que algún día tendrá que llegar, espera sin prisas otro niño, éste más discreto tras sus gafas: el que fantasea en la clase en el último pupitre bajo el mapa, donde nunca llegan los premios del maestro.
Hipólito G Navarro, Relatos mínimos, Ediciones del 1900, Huelva, 1996, 
recogido en Los últimos percances, Seix Barral, Barcelona, 2005, p. 318.
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 Niñoárbol
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Con dificultades, espera tras sus gafas en el último pupitre soslayar un premio del maestro: es el primero de su clase, el que fantasea sin prisas en el parque por la facilidad de los Árboles -los cerezos y los arces-, bajo el mapa intuye la caída de fuego de lo más alto. El más discretoniño de sobresalientes y matrículas abundantes, que algún día extraño tendrá que llegar abajo, donde nunca llegan en sustancia los otros niños de la claseafuego trepador en esta tarde.

5 comentarios:

  1. Me han gustado mucho los dos, muy ingenioso el traslado de expectativas y voluntades... y del misterioso árbol de fuego. Me gustan tus 'juegos malabares', muy buena serie (y muy personal). Besos.

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  2. Vaya ritmo que llevas, Gemma, no es fácil seguirte. Debilidad por tus textos, por Hipólito y por tus juegos malabares; todo junto es un regalo.

    Besos

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  3. Susana, me alegra mucho. Los malabares suelo componerlos a partir de micros que admiro, aunque antes los hacía también partiendo de frases célebres de filósofos y escritores varios. Un abrazo fuerte

    Jesus, aprovecho -ahora que puedo- las vacaciones, que luego no voy a poder con este ritmo seguro... Besos y mil gracias

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"