miércoles, 21 de julio de 2010

Para olvidar el tango

El tango

Aquel hombre bebió para olvidar a la mujer que amaba, y la mujer amó para olvidar al hombre que bebía.

Mario Goloboff, “El tango”, en VVAA, El límite de la palabra. Antología del microrrelato argentino contemporáneo, edición de Laura Pollastri, Menoscuarto, Palencia, 2007, p. 134.

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La olvidadiza
Para olvidar el tango, y al hombre que amaba, la mujer olvidaba a la mujer bebedora para que aquel hombre bebiera amando.

La tornadiza
Para olvidar a aquel hombre (y al tango), la mujer bebedora amaba el hombre que bebía para que la mujer le olvidase amando.

7 comentarios:

  1. Y cabe la posibilidad que el hombre amase beber y ella se bebiese el amor.

    Besos.

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  2. o bebe para recordar a su amor, anda que no...
    como Malena

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  3. Excelente el ejercicio. Gracias por tus palabras y por acercarnos el texto de Goloboff. Me apunto su nombre en el neocórtex.
    Un abrazo,
    PABLO GONZ

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  4. Con tu permiso Gemma, me lanzo

    EL TANGO bebió a la mujer que amaba
    y amó la mujer para olvidar al hombre
    para olvidar que Aquel hombre bebía


    No deja de sorprenderme este juego tuyo.

    Perdona por la intrusión y gracias por la visita en el blog de Antón.

    Un abrazo

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  5. Gemma, todo un Tango malabar y en estas calles del olvido con tu permiso entro al bar.

    Tango abrazo.
    Sergio Astorga

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  6. Adanero, "...y ella se debiese el amor", y con éste a aquél. No habría que descartarlo... Besos

    Aroa, estáis de lo más inspirados... También podría ocurrir esto otro que dices, desde luego... (En materia de amor, cualquier combinación es posible). Un abrazo

    Pablo, buen lugar para retenerlo... ;-P
    Gracias, y un abrazo de vuelta

    Jesus, así me gusta, que os soltéis el pelo... Esto del amor es ciertamente, como apunta tu tango, un galimatías. :-P Un beso

    Jaja, Sergio, entra, entra. Y tómate un Tango mango a mi salud. ;-P
    Besos

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"