lunes, 5 de noviembre de 2007

Un absurdo perfecto

Juan y Lucas son hermanos gemelos. Cuando llegue el momento, el primero se decantará por el estudio de las Ciencias Naturales, mientras el segundo es probable que manifieste una clara inclinación por la Filosofía en general y las Letras en particular.

Más tarde, cuando la Naturaleza se lo dicte, Juan se enamorará perdidamente de María, una joven rubia, alta y delgada, pianista de vocación aún en ciernes, pero de enorme talento en un futuro próximo, es decir, dentro de unos diez o doce años, que es el tiempo que la chica precisa para obtener el aplauso y el reconocimiento debidos. Lucas, por su parte, amará y será correspondido por Manuel, compañero suyo de trabajo en un periódico de prestigio, en donde todavía no sabe que entrará a trabajar como jefe de la sección de Cultura. Manuel lo hará poco después en calidad de responsable de las páginas de Economía.

Cuando ambos alcancen los 40 años, Juan y Lucas sentirán un vacío interior que les empujará sin remedio a separarse el uno y a divorciarse el otro, aun siendo idéntico el resultado. Que ambos lo hagan al mismo tiempo será sólo una maldita casualidad. Con hijos a su cargo y hartos de vivir solos, terminarán sus días juntos, como si alguna vez hubieran sido buenos hermanos, y lo harán por un sentido práctico de la existencia, esto es, para compartir gastos. Diez años después, tras darse cuenta de que no pueden vivir con un desconocido, por muy hermano gemelo que sea, lamentarán en un rapto de lucidez haber abandonado a sus respectivas parejas. También en esto, por desgracia, estarán odiosamente de acuerdo.

Y dejo aquí esta historia. Confío en que el paciente lector comprenda mi decisión. Si os soy del todo sincera, debería confesar que antes de interrumpir el relato de forma tan abrupta, llegué a la conclusión de que sus destinos empezaban a resultar demasiado vulgares, por conocidos... A lo mejor incluso consideráis que he sido un tanto cruel con sus vidas. Tal vez estéis en lo cierto y me haya excedido, no lo niego. En cualquier caso, sirva como disculpa que la presentación verosímil del mundo se me hizo de pronto cuesta arriba. Se trataba de describir la vulgar realidad sin tapujos, el absurdo perfecto que nos define y, de golpe, perdí el interés.

11 comentarios:

  1. No, yo disiento.
    La realidad no es vulgar. Sí puede ser absurda, pero lo que siempre es, sin duda alguna, es relativa.
    Por eso las vidas de Juan y Lucas se pueden ver así, como tú las cuentas, pero también de mil maneras más, sin faltar nunca a la verdad de lo que han hecho en ellas.
    Yo me quedaría con la versión que dice que Juan y Lucas, hermanos gemelos, tuvieron la suerte de amar y ser correspondidos durante muchos años, de contar con varios hijos como fruto de ese amor, y de tenerse el uno al otro para ayudarse cuando sus circunstancias les fueron adversas. Luego, a sus 50, les sobrevino una época de nostalgia y reflexión, de añorar ese tiempo pasado que siempre fue mejor... pero estoy segura de que también la superarán, como han hecho hasta ahora con todas las dificultades que se han encontrado en su vida.

    ;-)

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  2. No quería llevarte la contraria. Es que me ha parecido que estabas un poco depre...
    Arriba ese ánimo!

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  3. Gracias, Leg, por los ánimos. Se los transmitiré a la narradora del relato de tu parte. ;-)
    (Por suerte, yo estoy perfectamente, pero te agradezco tu empatía.)

    En realidad, quise que el relato se interrumpiera con la intrusión del narrador como un efecto añadido. Aquí, la narradora (en efecto, algo deprimida), cuenta desgracias cotidianas a través del humor que supone que dos hermanos gemelos, que se desprecian en secreto, tengan que soportar la ironía de ver su vida repetida (más o menos) en la del otro...

    Si le quitas el humor, la vida (a veces) puede mostrarse cruel y deprimente, de ahí que la narradora opte por renunciar a su relato. No te preocupes, ya se le pasará...
    Besos.

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  4. Acerté, por una vez, y sin que vaya a servir de precedente (pura chamba) acerté. Antes de leer vuestros comentarios me dio en la nariz que el "Verbum interruptum" era un recurso literario.
    Me encanta visitar algunas bitácoras para desasnarme.
    Leg, Garib y tú escribís tan bien que siempre voy a rebufo de vuestras entradas, a ver si se me queda algo. Un abrazo,

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  5. Preeeeeeeeeemio.
    A veces creo que soy más malvada que la bruja de Blancanieves...
    ;-)

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  6. ...En cualquier caso, yo considero (a lo mejor tampoco hacía falta decirlo, pero ahí va) que el ánimo del narrador (y desde luego, también el del autor, aunque sea más sutil perseguirlo) quedarían impresos de algún modo en los relatos. O para decirlo del revés: los relatos se impregnarían del ánima del autor-narrador-actor-farsante-etc. ;-)

    El micro plantearía, al mismo tiempo, dos historias: la del relato, y la del narrador.

    La escritura como palimpsesto...

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  7. Ser engañado por los autores es una de las emociones más sencillas, baratas y entrañables que nos quedan. Que las narradoras narren que las narradoras se aburran de sus narraciones; si al principio no lo entendimos así algunos lectores, no nos importa equivocarnos (y hasta podemos ser contumaces en el error si nos gusta). El mundo mundial del que hablaban Gila y Aznar, por ejemplo, es muchísimo mejor desde que su divino autor se desinteresó y nos dejó a nuestra suerte (¡qué suerte!). Y digo esto porque por vivir en MAD he tenido el privilegio de buscar noticias en la Tele y pasar por Telelemadrid, donde he visto a Rouco Varela con un vestido precioso hablando del "hombre nuevo".
    Rezo para que Dios siga olvidadizo de nosotros, si tal es la novedad.

    Volviendo a la otra autora que nos interesa, la que se nos cansó: tienes todo el derecho a no escribir una sola línea más de la vida de estos hermanos, convirtiendo con ello un precioso microrrelato en un relato corto.

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  8. Así que tú crees que ya no se trata de un microrrelato...

    Pues no lo había pensado, la verdad, pero ahora que lo dices, es probable que tengas razón. A fin de cuentas, un micro apenas si tiene espacio para ocuparse de la narración de una sola historia...

    Seguiré pensando en ello. ;-)

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  9. Pero no digo que no sea estupendo, el relato corto.

    ¿Qué hay de malo en que necesites ampliar a veces?

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  10. Nada. ¡Faltaría más! Comparto contigo que un relato termina cuando termina, al margen de la extensión que precise...

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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"