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Vidas
extrañas
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Con
este primer libro, Araceli Esteves irrumpe en el mundo del microrrelato, aunque
no somos pocos los que frecuentamos su blog, El pasado que me espera, dedicado íntegramente al género. En el
prólogo, Flavia Company nos advierte que “trabaja con gran acierto un humor
particular, de carácter sintético; una fantástica capacidad de observación y
una no menos fantástica capacidad de fabulación”; atributos necesarios –sobre
todo, los dos últimos- en cualquier narrador que se precie, habida cuenta de
que el cultivo del micro no debe limitarse, como a veces ocurre en los
concursos, a ofrecer una exhibición de ingenio y humor.
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Aun
cuando sea frecuente encontrar en estas piezas la comicidad y el absurdo propio
de ciertas situaciones cotidianas, tampoco resulta extraño ver cómo emerge en
ellas lo sorprendente, en un vuelco inesperado de la realidad, si bien la
autora introduce sus fisuras con un
temple y una sorna que hará disfrutar al lector. No en balde, posee una rara habilidad
para alternar en sus piezas lo real y lo fantástico como si habitaran un
territorio común, sin posibilidad alguna de disociarlos. El título, asimismo,
da cuenta de la naturaleza de su contenido: un conjunto de microrrelatos acerca
de los más diversos temas, entre los que destacan las relaciones de pareja, el
trabajo, la madre, el paso y el peso del tiempo y, en general, el sinsentido de
la vida; sujetos a una variedad de tonos y tratamientos. Así, aparecen escritos
ya en primera persona ya en tercera, con un sesgo irónico, trágico o dramático;
lo que redunda en la capacidad proteica del género, de naturaleza profundamente
versátil, cualidad que los críticos no han dejado de señalar.
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La
extensión media de los textos suele abarcar una página, aunque sobresalgan los de
mayor concisión y desnudez, con un punto de laconismo; en mi opinión, los
textos más logrados, ya que cuanto más concisa se muestra la autora en su
escritura, más agudas y afiladas se tornan sus tramas. Así pues, destacan
piezas como “El pasado que me espera”, “Motín”, o “Nuestra casa”, donde se describe,
a partir de la sucesión de una serie de oraciones negativas, lo que para la
narradora todavía constituye su hogar, aun cuando su experiencia se empeñe en
demostrarle justo lo contrario. En otro texto, “Amantis”, se alude de forma
simultánea, en feliz correspondencia, a la figura del hombre menguante y a la
descripción sutil de un orgasmo femenino. Y en “Amor fugaz”, de corte irónico, la
pasión que nace con el sol, se pone de improviso con las primeras sombras del
atardecer. Mientras que en “El terrible drama de Rodrigo”, uno de los más
disparatados del conjunto, nos relata la biografía cruel de un amnésico, del
que afirma al final: «Cuando llegaron los niños del colegio, rompió a llorar.
Él, que ni siquiera tenía ojos». (p. 56). Junto a los microrrelatos citados, de
tono sucinto y elíptico, despuntan también otros de mayor desarrollo narrativo:
“Náufrago con suerte”, “La nueva casa”, “Fisura”, “Pequeñas miserias” o “Viaje
interestelar”, por ejemplo.
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De
igual modo, la autora homenajea a clásicos de la narrativa brevísima como Max
Aub, y sus crímenes ejemplares, o Chuang Tzu, con su pieza maestra
protagonizada por una mariposa, a partir de la elaboración de variaciones de
estos mismos motivos. Hacia el final del libro se intuye el inicio de una senda
hipnótica y poderosa en estos relatos, cobrando la elipsis, el ingenio y el
laconismo un papel creciente, y dotando a sus creaciones de un halo de misterio.
En definitiva, los micros de Araceli Esteves combinan la utopía y el humor, así
como la crítica social y el absurdo, en un acercamiento a la realidad a través
de la concisión que no puede dejar indiferente al lector interesado.
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* La reseña ha aparecido en el número de marzo de la revista Quimera.
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