martes, 4 de marzo de 2014

sábado, 1 de marzo de 2014

Fisuras en el aire, de Araceli Esteves

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Vidas extrañas
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Con este primer libro, Araceli Esteves irrumpe en el mundo del microrrelato, aunque no somos pocos los que frecuentamos su blog, El pasado que me espera, dedicado íntegramente al género. En el prólogo, Flavia Company nos advierte que “trabaja con gran acierto un humor particular, de carácter sintético; una fantástica capacidad de observación y una no menos fantástica capacidad de fabulación”; atributos necesarios –sobre todo, los dos últimos- en cualquier narrador que se precie, habida cuenta de que el cultivo del micro no debe limitarse, como a veces ocurre en los concursos, a ofrecer una exhibición de ingenio y humor.
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Aun cuando sea frecuente encontrar en estas piezas la comicidad y el absurdo propio de ciertas situaciones cotidianas, tampoco resulta extraño ver cómo emerge en ellas lo sorprendente, en un vuelco inesperado de la realidad, si bien la autora introduce sus fisuras con un temple y una sorna que hará disfrutar al lector. No en balde, posee una rara habilidad para alternar en sus piezas lo real y lo fantástico como si habitaran un territorio común, sin posibilidad alguna de disociarlos. El título, asimismo, da cuenta de la naturaleza de su contenido: un conjunto de microrrelatos acerca de los más diversos temas, entre los que destacan las relaciones de pareja, el trabajo, la madre, el paso y el peso del tiempo y, en general, el sinsentido de la vida; sujetos a una variedad de tonos y tratamientos. Así, aparecen escritos ya en primera persona ya en tercera, con un sesgo irónico, trágico o dramático; lo que redunda en la capacidad proteica del género, de naturaleza profundamente versátil, cualidad que los críticos no han dejado de señalar.
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La extensión media de los textos suele abarcar una página, aunque sobresalgan los de mayor concisión y desnudez, con un punto de laconismo; en mi opinión, los textos más logrados, ya que cuanto más concisa se muestra la autora en su escritura, más agudas y afiladas se tornan sus tramas. Así pues, destacan piezas como “El pasado que me espera”, “Motín”, o “Nuestra casa”, donde se describe, a partir de la sucesión de una serie de oraciones negativas, lo que para la narradora todavía constituye su hogar, aun cuando su experiencia se empeñe en demostrarle justo lo contrario. En otro texto, “Amantis”, se alude de forma simultánea, en feliz correspondencia, a la figura del hombre menguante y a la descripción sutil de un orgasmo femenino. Y en “Amor fugaz”, de corte irónico, la pasión que nace con el sol, se pone de improviso con las primeras sombras del atardecer. Mientras que en “El terrible drama de Rodrigo”, uno de los más disparatados del conjunto, nos relata la biografía cruel de un amnésico, del que afirma al final: «Cuando llegaron los niños del colegio, rompió a llorar. Él, que ni siquiera tenía ojos». (p. 56). Junto a los microrrelatos citados, de tono sucinto y elíptico, despuntan también otros de mayor desarrollo narrativo: “Náufrago con suerte”, “La nueva casa”, “Fisura”, “Pequeñas miserias” o “Viaje interestelar”, por ejemplo.
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De igual modo, la autora homenajea a clásicos de la narrativa brevísima como Max Aub, y sus crímenes ejemplares, o Chuang Tzu, con su pieza maestra protagonizada por una mariposa, a partir de la elaboración de variaciones de estos mismos motivos. Hacia el final del libro se intuye el inicio de una senda hipnótica y poderosa en estos relatos, cobrando la elipsis, el ingenio y el laconismo un papel creciente, y dotando a sus creaciones de un halo de misterio. En definitiva, los micros de Araceli Esteves combinan la utopía y el humor, así como la crítica social y el absurdo, en un acercamiento a la realidad a través de la concisión que no puede dejar indiferente al lector interesado. 
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* La reseña ha aparecido en el número de marzo de la revista Quimera.
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jueves, 27 de febrero de 2014

martes, 25 de febrero de 2014

Ciento cuarenta y cinco

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Los amores felices se caracterizan por no precisar 
jamás de ningún reconocimiento.
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jueves, 20 de febrero de 2014

Berlín 2014

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Ya estoy de nuevo en Berlín. Después de instalarnos, he revisado el contenido de unas cajas que dejé allí ex profeso cuando regresamos a Barcelona. Son tres recipientes de tamaños distintos. Abro la primera, veo un sobre grande y blanco, le doy la vuelta y leo, escrito de mi puño y letra en una de sus esquinas: "Al tiempo le gusta brujulear como si estuviera encerrado en un reloj ingrávido". Seguía estando conforme: a mí me agrada especialmente la ingravidez de esta ciudad.
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lunes, 10 de febrero de 2014

Un continente precipitado

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Bastaba cerrar los ojos para vislumbrar la trama en la que mi casa era escenario y sustancia de cuanto me constituía; y yo, un continente irremediablemente contenido, a salvo -o eso creí- de cualquier borrasca inoportuna. Esta vez, no obstante, el sueño mostró las baldosas del cuarto de baño abriéndose raudas al baño del cuarto, como el dique que franquea sus compuertas sin estorbo, mientras una cantinela de pesadilla transpiraba entre bostezos su pequeño ahogo cotidiano. Me acomodé mejor la almohada. Seguí durmiendo.
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miércoles, 5 de febrero de 2014

La música de las sirenas, ed. de Javier Perucho

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Contenta de formar parte de esta antología sirenóloga, a cargo del editor mexicano Javier Perucho

Con Lilian Elphick, Diego Muñoz Valenzuela, Juan Epple, Juan Romagnoli, Sandra Bianchi


Isabel Mellado, Susana Camps Perarnau, Ginés Cutillas, Fermín López Costero, Antonio Serrano Cueto, Nana Rodríguez, Ana María Shua, Raúl Brasca, Daniel Ávila y otros muchos.



martes, 4 de febrero de 2014

Ciento cuarenta y cuatro

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Los asuntos del alma, incluso los dichosos, 
se ven siempre con aprensión.
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viernes, 31 de enero de 2014

La más cruel de las certezas, de Mario Pérez Antolín

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Decir sintiendo
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Tras la publicación de Profanación del poder (2011), este nuevo libro de aforismos, cuyo título alude a la muerte, es la segunda de las tres entregas que ha previsto el autor. Ambos comparten el empeño de criticar el poder y su ejercicio, además de un sinfín de reflexiones sobre la condición humana. En el volumen inicial de la trilogía, donde reúne aforismos, microensayos y poemas, junto a varias reflexiones en torno al cultivo del género aforístico, al que el autor desemboca desde la poesía, se anuncia su concepción del género: «Escribo filosofía; doy testimonio de mi ruina sin inmutarme»; o bien: «Hay maneras y maneras de anunciar el desastre: prefiero la que más se acerque a la hiperrealidad» (p. 48).  
            
Si en aquella primera incursión en el aforismo ponía de manifiesto su interés por diversos asuntos relacionados con el espíritu: ya se tratara de cuestiones más o menos abstractas, como la inspiración, el ansia de poder, el éxito y el fracaso; ya de pasiones netamente humanas, como la vanidad o, por el contrario, la capacidad de resistencia, entre otras; en el nuevo libro ahonda en esta misma senda de exploración del alma humana, y de cuanto la concierne, convencido de que en épocas de incertidumbre el pensamiento aforístico se revela crucial.
            
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Esta vez, sin embargo, el libro parece alimentarse de una interesante aportación: la que supone introducir el uso de la ficción narrativa; un recurso del que ya se hacía eco el profesor José Ramón González en su Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos. Antología (1980-2012), y de la que Pérez Antolín se aprovecha de igual modo: «Entre la pregnancia de lo real y lo ideal alambicado hay una hienda por la que se cuela la ficción, adoptando formas sagradas o profanas. Este relleno lubricante facilita el deslizamiento de los bloques titánicos de racionalidad» (p. 138). No podemos estar más de acuerdo con el autor, aparte de ser un hecho que cuando se remonta a las esferas celestes de la abstracción resulta, en ocasiones, algo retórico y alambicado; mientras que cuando desciende al terreno de lo real manifiesto, sin necesidad de pecar de anecdótico, parece mucho más certero, llevando a buen puerto el desarrollo de su elucubración.
            
La variedad de temas convierte este libro en una miscelánea de saberes y sentires que no duda en ofrecer desde la adopción de géneros diversos. Para ello, junto al aforismo y cierta narración que acerca sus textos al microrrelato sin dejar de ser microensayos narrativos, Pérez Antolín recurre al poema reflexivo, aunque más a menudo redondee sus pensamientos dentro de las hechuras del microensayo libérrimo de Montaigne, y que más tarde cultivaría Goethe, bajo la apariencia de ‘escritos de ocasión’.
            
En este sentido, Victoria Camps no duda en señalar lo siguiente: «Merece la pena detenerse en las ocurrencias que encierra este libro y dejarse interpelar por ellas» (p. 8). También el propio autor lo destaca en sus páginas como una posible poética del género: «En estas notas escribo lo primero que se me ocurre, cuando menos me lo espero y dando al resultado la menor importancia posible» (p. 16). Así, en lugar de ser un defecto, esta escritura de circunstancias se revela todo un acierto. «Has de ser menos elocuente para parecer convincente. La superioridad intelectual nos hace perder credibilidad emocional» (p. 26), comenta. Y, sin embargo, comparado con su anterior libro, en estas páginas creo que desarrolla un estilo más pulcro y llano que casa muy bien con cuanto quiere transmitir. No en vano, al finalizar su lectura nos queda la impresión de haber recorrido un momento decisivo de nuestro tiempo: el que atañe a la primera década del siglo XXI, tan sobrepasado ya de por sí, con tantísimos frentes abiertos que el autor no deja de abordar.
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* Esta reseña ha aparecido publicada en la revista de literatura Quimera del mes de enero.
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sábado, 18 de enero de 2014

jueves, 16 de enero de 2014

Ciento cuarenta y uno

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El medio moldea el mensaje a su imagen y semejanza. 
.................El medio nos hace masaje.
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miércoles, 15 de enero de 2014

Ciento cuarenta

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En las redes sociales cualquiera 
se convierte en exégeta 
de su propia mendicidad.
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martes, 14 de enero de 2014

viernes, 10 de enero de 2014

Ciento treinta y ocho

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 Cuando una esperanza madura, 
 hay un punto en que desespera.
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lunes, 6 de enero de 2014

Ciento treinta y siete

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Los Reyes Magos son los niños.
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Cortesía de Franz Frichard, alter ego peZqueñín de Ricardo Ranz.
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Ciento treinta y seis

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El superyó nos tiene, las más de las veces, 
capitidisminuidos y acogotados.
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viernes, 3 de enero de 2014

Ciento treinta y cinco

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El amedrentamiento es el recurso 
que emplean para medrar quienes 
confían ciegamente en su talento.
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Hay quien amedrenta 
con el extraño fin de captar 
la benevolencia del amedrentado.
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martes, 31 de diciembre de 2013

Ciento treinta y tres

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La madurez no garantiza el talento; 
a decir verdad, ni siquiera sabemos qué lo fomenta.

(Feliz año nuevo)
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lunes, 30 de diciembre de 2013

Confesiones de una chica de rojo, de Lilian Elphick


Seda salvaje

La escritora Lilian Elphick (Santiago de Chile, 1959) ha cultivado el microrrelato, además del cuento, en libros como Ojo travieso (2007), Bellas de sangre contraria (2009) o Diálogo de tigres (2011). Asimismo, ha sido incluida en diversas antologías sobre narrativa breve. Si en su primer libro de microrrelatos se dedicaba a bucear entre los pliegues de la memoria (la sombra de Alejandra Pizarnik es transversal en toda su poética); en el segundo recuperaba, a través de la reescritura, audaces vidas de mujeres mitológicas: Hipatia, Lilith, Pandora o Penélope, cuando no reinventaba otras posibles: Adana, Poseidona, Sísifa o Aquilea...; mientras que en Diálogo de tigres componía historias alegóricas de corte metaliterario en las que los personajes compartían con la narradora su deambular errático.

En su nuevo libro, Confesiones de una chica de rojo, Elphick recrea desde la ficción una voz narrativa con visos autobiográficos, como si necesitara hacer recuento de lo cosechado y perdido, partiendo de determinados rasgos de estilo: el uso penetrante y descarnado del diálogo propio del microteatro, la reelaboración irónica de mitologías o la invención de supuestas historias que persiguen restablecer cierta justicia poética respecto a sus personajes, algunos tan humanos que a menudo olvidamos su naturaleza ficticia.


El volumen se divide en dos secciones: la primera no posee título específico, mientras que la segunda se denomina “Otras verosimilitudes”. La serie con que se inicia, “El crujido de la seda”, quizá sea la mejor del conjunto: Está compuesta por seis microrrelatos numerados, de lectura independiente, protagonizada por una pareja de harapientos a lo Vladimir y Estragon, quienes huyen de un asesino por haber sido testigos de un crimen, y cuya suerte se decide al final, en las palabras que pronuncia uno de ellos: «si cruje, no te asustes. La seda es así». No en balde, las piezas de Lilian Elphick son siempre sugerentes, sensuales y lúdicas, sin que falte en ellas la ironía o la sátira, tanto en relación con el lenguaje (puede apreciarse en “sesilU”, “Ojepse” y “Expejo”), como por lo que refiere a las mismas historias y personajes, quienes a duras penas se libran del infortunio, obligados como están a sobrellevar un destino feroz. La narradora, consciente de ello, se ríe a menudo de sus criaturas, aunque otras veces también se apiade.

De igual modo, es frecuente en estos textos la presencia de narradores testigo o en primera persona, lo que confiere a las diferentes historias poder de convicción, una envidiable fuerza expresiva que termina por agrupar las diversas piezas del conjunto. Aun cuando la mayoría de los microrrelatos hace gala de una prosa poética perfectamente aquilatada, otras veces el tono se revela cercano a lo ensayístico: «(…) convengamos en que el mal sueño es la palabra. No hay nada que descifrar, para qué buscar significados en el agua transparente, esa que bebemos todos los días, un poco cansados, trasnochados, apurando el cigarrillo para prender otro», leemos en “El dolor”. Mientras que en otro texto del último apartado, “Verdadera historia de la infamia”, se afirma: «Decir más es imposible. Porque una palabra más es una explosión más, una mujer sin nombre, el hambre desdentada apoderándose de un mendrugo». Con este libro Lilian Elphick ratifica su importante posición dentro del microrrelato hispánico y chileno, junto a Pía Barros, Juan Armando Epple, Diego Muñoz Valenzuela y Gabriela Aguilera, cultivadores todos ellos de la narrativa más breve.


* Esta reseña ha aparecido en el número de diciembre de la revista de literatura Quimera. El dibujo de cubierta del libro de Lilian Elphick es de Sergio Astorga.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Ciento treinta y dos

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La carestía sobrante del carecer de escrúpulos, 
la eucaristía de nuestro tiempo.
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* Este belén es obra de David Montellà Pellicer, mi sobrino pequeño.
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lunes, 23 de diciembre de 2013

martes, 17 de diciembre de 2013

Ciento treinta

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La verdad sólo importa si conviene. 
                  Firmado: Pepito Grillo
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* La acuarela es de Lola Valls
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sábado, 14 de diciembre de 2013

Ciento veintinueve

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El engaño es la verdad de los necios, 
aun cuando esa certidumbre sea una patraña para ellos.
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viernes, 13 de diciembre de 2013

Ciento veintiocho

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El nacionalismo del yo se fundamenta y ejerce 
sobre la propia ignorancia supina del otro.
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lunes, 9 de diciembre de 2013

Ciento veintisiete

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El escarnio es algo tan tentador como dejarse llevar por las circunstancias; tan apetecible -cuando menos- como caer en la tentación.
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viernes, 6 de diciembre de 2013

Secuencia algorítmica

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Contención
Con
   sin
              Sion
         Contu
           -sión

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sábado, 30 de noviembre de 2013

Ciento veintiséis

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La virtud natural se cumple en el hombre cuando, ante la ausencia absoluta de virtuosismo, este sigue obrando de acuerdo con su conciencia.
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viernes, 29 de noviembre de 2013

Ciento veinticinco

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Al cabo, todo se reduce a una cuestión de fe. 
Mientras tanto, levantamos castillos de naipes desde la razón. 
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jueves, 28 de noviembre de 2013

Ciento veinticuatro

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El deseo es el apetito indomable de la voluntad. 
Su hermano díscolo e irreverente.
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martes, 26 de noviembre de 2013

Ciento veintitrés

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El pasado tiene por costumbre ronronear como un gato bien alimentado; sólo si lo encaras de frente, ruge, araña y duele como el condenado tigre que en realidad es. 
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sábado, 23 de noviembre de 2013

Ciento veintidós

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Basta un párrafo cenagoso para naufragar entre sus líneas húmedas. 
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viernes, 22 de noviembre de 2013

Ciento veintiuno

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A veces se precisa de cierto autoengaño para convencerse uno de que el mundo merece la pena. 
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martes, 19 de noviembre de 2013

Ciento veinte

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Conviene estar muy despierto mientras se duerme. Ganamos, así, durante el día en agudeza y entendimiento.
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sábado, 16 de noviembre de 2013

Ciento diecinueve

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Hay veces en que para no traicionar al otro es preciso faltar a la verdad de uno mismo.
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miércoles, 13 de noviembre de 2013

Ciento dieciocho

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La utopía de tener el corazón en orden y la razón en reposo; la más simple y alta felicidad.
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domingo, 10 de noviembre de 2013

Ciento diecisiete

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La tristeza es algo así como un saco terrero que se nos vacía por accidente.
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viernes, 8 de noviembre de 2013

Ciento dieciséis

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Nuestra casa por dentro es nuestra propia desnudez: ella sola nos muestra a los demás sin ropajes.
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miércoles, 6 de noviembre de 2013

Ciento quince

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A caballo entre cierta felicidad estricta y la desgracia previsible que va licuando el tiempo, nuestra naturaleza avanza pletórica y triste, viuda alegre de cuanto fuimos, amante despechada de cuanto no seremos jamás; Extraña Anhelante.
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domingo, 3 de noviembre de 2013

Ciento catorce

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Hay quien disfruta con el mal: haciéndolo, cortejándolo, envaneciéndose por él, dentro de él, a través suyo. Como si el mal no fuera el bien de los más estúpidos: aquellos que lo son por vocación, por convicción, porque les da la santa gana. Como si alguna vez hubiera sido -ese mal dichoso- otra cosa distinta, de naturaleza menos engañosa de tan puro. Como si ese mal bendito, junto con todas las maldades sucedáneas que lo circundan, hubiera dejado de ser alguna maldita vez el cielo voraz de los engreídos.
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jueves, 31 de octubre de 2013

Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos. Antología (1980-2012). Ed. de José Ramón González

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La riqueza del aforismo
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Varias son las razones por las que esta compilación de aforismos me parece un volumen imprescindible para todos aquellos interesados no sólo en el género, sino en general en la literatura. Acaso la más importante sea que se trata de la primera en España compuesta con criterios rigurosos, pues su editor ha logrado reunir una amplia selección de aforismos de diversa índole perteneciente a 50 autores de distintas generaciones que contaban con al menos un libro publicado, a excepción de Fernando Aramburu y José Luis Argüelles, quienes sin embargo habían visto recogidas sus piezas en alguna revista.
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José Ramón González cifra el despegue y afianzamiento del género en España a partir de los años 80 del pasado siglo, coincidiendo con la aparición de varios libros, fenómeno que irá progresivamente en aumento hasta llegar al siglo XXI, en cuya primera década se produce una eclosión de ediciones inusitada, lo que da cuenta de la buena salud de que goza en la actualidad. Desde entonces, editoriales como Pre-textos, Renacimiento o Cuadernos del Vigía le han dedicado una atención creciente, y en este contexto cabe entender que la editorial Trea haya decidido publicarlo en su colección de poesía, un género que no le es ajeno.
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En un prólogo erudito y utilísimo para todo tipo de lectores, y en especial para los no avezados en la materia, el autor no sólo nos brinda un acercamiento a su historia y genealogía, de donde concluye que el aforismo actual es primo hermano de la máxima y de la sentencia, sus antecedentes más ilustres, sino que señala su condición ecléctica al orbitar en torno de los polos fundamentales de la filosofía y la poesía. Asimismo, propone los siguientes rasgos distintivos: «a) máxima condensación verbal (sintáctica y léxica), b) máxima apertura semántica y c) máxima capacidad expansiva y proyectiva (lo que apunta a la experiencia de lectura)»; todos ellos extensibles a otras formas breves como el microrrelato, al margen de que el aforismo no suela poseer componentes narrativos.
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Otras características propias de su cultivo moderno son el carácter subjetivo, epifánico y fragmentario del género, al ofrecer un pensamiento exento y a la vez inabarcable cuyo significado se completa necesariamente con la participación del lector; o bien su condición paradójica y a menudo irónica, además de su empeño por connotar de forma abierta, sustentado en cierta imprecisión o ambigüedad polisémica, a partir del empleo de tropos tales como la metáfora, la metonimia o la sinécdoque. El editor reconoce también que ha apostado por un tipo de aforismo de determinada extensión, sin que cupiera confundirlo con otras prácticas cercanas; así, por ejemplo, anotaciones, reflexiones, opiniones y comentarios.
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Pensar por lo breve recoge, en fin, una muestra generosa y representativa de aforismos elocuentes y brillantes a un tiempo. Escritores apreciados, la mayoría fallecidos, como Carlos Edmundo de Ory, Ángel Crespo, Antonio Fernández Molina, Cristóbal Serra, Carlos Pujol, Rafael Pérez Estrada, Rafael Sánchez Ferlosio o la certera Dionisia García conviven con Rafael Argullol, Andrés Trapiello, Manuel Neila, Ramón Eder, Miguel Ángel Arcas, Fernando Aramburu, Carlos Marzal o Mario Pérez Antolín, y éstos, a su vez, con los aún más jóvenes Juan Varo, Andrés Neuman o Erika Martínez, entre otros posibles. Alguno de ellos ha querido singularizar sus piezas, proporcionándoles una nueva denominación: aerolitos (Ory), nótulas (Serra), aflorismos (Castilla del Pino), aforemas (Arcas) o electrones (Marzal). Pero lo importante es que ninguno de los autores antologados desmerece ni desentona en el conjunto. Todos dialogan consigo y con los demás en esta antología ordenada cronológicamente, aunque podamos leerla a nuestro antojo. El género nos lo permite. «Amemos el silencio, y algo se oirá», aconseja Dionisia García. Tal vez sea el mejor modo de acercarnos al secreto de esta polifonía de voces.

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* Esta reseña ha aparecido en el número de octubre de la revista de literatura Quimera. La foto de la cubierta es de Anna Blanch Llovera.
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domingo, 27 de octubre de 2013

Ciento trece

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Hay quien se siente muy a gusto enfundado en su disfraz de Matón de Patio de Colegio. A esta especie no suele importarle lo más mínimo que se le vean todas las costuras. Se les reconoce fácilmente porque prefieren el desplante y la chulería al diálogo. De igual modo, aman la sospecha y la inquina en la misma medida en que desprecian la buena fe, cualquier atisbo de inocencia. Acostumbran a dejar un rastro de azufre al hablar.
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A veces

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Hoy he soñado que mi casa amanecía convertida en un zoo que daba cobijo a una marabunta. A veces resultaba incómodo, y bastante molesto, convivir con tanto bicho maleducado, pues de pronto te asaltaban procedentes de los lugares más inhóspitos; en especial cuando veía pulular por las paredes peludas tarántulas de robustas patas y oscuras pretensiones; toda una osadía. Al despertar, como ocurre a menudo cuando nos embargan las pesadillas más abstrusas, me escocía el brazo por el desliz de una picadura. De camino al baño, un cocodrilo muy simpático me ha dado los buenos días tras haberse zampado una perdiz a modo de desayuno. Esta vez su atrevimiento me ha reconfortado. 
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"