jueves, 12 de agosto de 2010

Perra vida

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Aquella tarde de interminable solana y aburrimiento, Pelayo Osorio corrió la pesada lápida dispuesto a visitar por última vez a quienes habían sido sus seres queridos. Nada más entrar en la casa, tía Engracia soltó un grito mayúsculo que él dejó sin réplica por no tener entonces medios humanos ni fantasmales de hablar con los vivos, sin que esta situación le provocara -la verdad sea dicha- ningún pesar, persuadido como estaba de que intercambiar palabras con algunos no llevaba a ninguna parte; así que pasando de largo frente a ella, se encaminó hacia el salón comedor en busca de tío Eusebio, quien en tiempos le había propinado un porrazo de órdago y, sobre todo, de muerte; y ahora se dedicaba a mojar, apacible e insolente como siempre, bollos de azúcar en el que fuera su respetable y enorme tazón de café con leche, como si las cosas pudieran tomar el rumbo deseado sin que la verdad importara a nadie un ardite. Y ya no digamos un ápice. Contrariamente a lo que espera el lector, de nada sirvieron sus proezas por hacer que se le atragantara el bollo. Tío Eusebio, además de asesino, se había vuelto ciego y sordo, y ya sólo mostraba interés por lo firme y palpable; además de por lo material. Perra vida, en efecto.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Cuando ella me paseaba

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Cuando me paseaba con ella, las cabezas de los paseantes se transformaban en gigantescos ojos que la miraban.
Cuando entraba en el metro con ella, los cuerpos de los que la rodeaban se transformaban en gigantescas manos que la tocaban.
Y cuando me besaba, su cabeza se convertía en dos labios que lentamente me devoraban.
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Fernando Arrabal, “[Cuando me paseaba con ella]”, La piedra de la locura,
introducción y notas al texto por Francisco Torres Monreal,
Destino, Barcelona, 1963, p. 63.
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I.
Cuando ella me besaba, me convertía en dos labios con cabeza que se transformaban; en metros de cuerpo con paseantes cabezas; en gigantescos ojos que se devoraban, en manos gigantescas, que lentamente la rodeaban. Cuando me miraba, entraba transformado y la tocaba.
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Cuando ella me paseaba...
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II. Cuando Lola me paseaba...
Cuando ella, lentamente, me besaba, me convertía en su cabeza con dos labios que se transformaban en metros de cuerpo con paseantes de gigantescos ojos y cabeza gigantesca, los cuales se devoraban las manos que la rodeaban, transformando lo que tocaban.
Cuando en ella me miraba, entraba en ella.
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martes, 3 de agosto de 2010

Mi doble cuerpo

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"El doble"
Sería bueno y feliz si yo fuese sólo mi cuerpo.
Fernando Pessoa
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Yo nunca lo hubiera hecho; pero mi cuerpo lo hizo.

Luciano G. Egido, "El doble", en Cuentos del lejano oeste, Tusquets, Barcelona, 2003, p. 25.
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"Mi doble cuerpo "
Y él sería feliz si yo fuese bueno, pero lo hice yo solo: su cuerpo nunca lo hubiera hecho.
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viernes, 30 de julio de 2010

Te tejo y me cercas

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Oh, tú, criatura alada, vuela alto si puedes, que sólo así podrá mi sueño voraz rondarte sin consuelo.
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* La imagen, titulada "Entre dos mundos", la he tomado prestada de la bitácora de Abel Murcia, Al trasluz. No deja de ser curioso que ambos títulos (el de la foto y el del blog) compartan la idea de umbral... En su bitácora, además de traducir a importantes poetas polacos contemporáneos, publica fotos enigmáticas y reveladoras como ésta.
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lunes, 26 de julio de 2010

Fábula vegetal

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Nada más despertar de la siesta, descubrió que bastaba estirar los dedos, extender brazos y piernas, para congraciarse con el aire de la tarde. Tras recomponer su vestido de lino echó a andar por caminos pedregosos y senderos, recabando memorias vegetales. A esa hora los rayos de sol volvían dóciles zarzales y rosas. Pudo conocer todo tipo de flores y plantas. Varias veces trató la noche de sorprenderla, derramando oscuridades. Pero Flor no se amedrentó. En absoluto quería volver a un redil hecho de parterres; antes bien, prefería reimplantarse en cualquier parte ventilada, entre semejantes. Y fue así que no regresó. Ha descubierto que adora las tormentas de verano.
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jueves, 22 de julio de 2010

Volúmenes

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Ay, si los deseos fueran diáfanos y distinguibles como ese aire que recorta el bosque.
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miércoles, 21 de julio de 2010

Para olvidar el tango

El tango

Aquel hombre bebió para olvidar a la mujer que amaba, y la mujer amó para olvidar al hombre que bebía.

Mario Goloboff, “El tango”, en VVAA, El límite de la palabra. Antología del microrrelato argentino contemporáneo, edición de Laura Pollastri, Menoscuarto, Palencia, 2007, p. 134.

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La olvidadiza
Para olvidar el tango, y al hombre que amaba, la mujer olvidaba a la mujer bebedora para que aquel hombre bebiera amando.

La tornadiza
Para olvidar a aquel hombre (y al tango), la mujer bebedora amaba el hombre que bebía para que la mujer le olvidase amando.

martes, 13 de julio de 2010

Hipnosis

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A la de tres caerás en un profundo sueño que te trasladará a tus años más silvestres, allá cuando vivías sin memoria, con la ligera congoja de apenas un par de deseos vagos, y te dejabas mecer por el viento y el cricrí ensordecedor de tus semejantes, o te arrastrabas por entre tallos y hojas en busca de alimento, a resguardo de los saltamontes más fieros, siempre dispuestos a atacarte por el flanco, o te emboscabas noches enteras para hundirte -si había suerte- en aguas cenagosas...

A la de cinco despertarás entumecido y mareado, sin que logres comprender lo que te sigo contando.
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* La foto, de Luis Matilla, aparece como emblema de su bitácora La realidad inventada; a mí me gusta sobre todo la serie que le dedica a la gente de Almería, en la que aparecen, certeramente retratados, amigos, conocidos y familiares.
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jueves, 8 de julio de 2010

Emboscada

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Y entre tanto, la luz abriéndose paso una vez más, empeñada -tozuda como es- en alimentar y fermentar cualquier atisbo de vida que sea capaz de arraigar [de enraizar, brotar y erguirse, de prosperar en suma] entre rastrojos y hojarasca.
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martes, 6 de julio de 2010

Las caracolas, siempre tan inoportunas

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Llamada al orden. Cuando termines de besarme no te olvides de poner, otra vez, todas las cosas en su sitio: el mar, las nubes, las caracolas ─siempre tan inoportunas─, el aire, ese arco iris que no sé de dónde ha salido, las flores del jarrón y el azul añil del cielo, por favor. Juan Yanes


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La caracolas, siempre tan inoportunas
Por favor, del jarrón han salido todas las cosas: llama al mar otra vez, que no sé de las flores su sitio. Pon donde las nubes al aire, y en orden el azul añil de ese arco iris. Cuando termines el cielo, no te olvides de besarme.
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ANCH'IL MAR PAR CHE SOMMERGA
(Bajazet (Il Tamerliano) II, 2-Idaspe)
Anch'il mar par che sommerga
Quella nave, che tu vedi
Dissipata da procelle.
Poi la vedi, e par che s'erga
Presso all'altra in fra le stelle.


Aunque parezca que el mar esté hundiendo
aquel barco que tú ves
destruido por la tempestad;
más tarde lo verás resurgir de las aguas
junto a los demás en mitad de las estrellas.
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viernes, 2 de julio de 2010

Azrael

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Cuando el ángel bajó del Cielo dispuesto a salvar al único hombre bueno que habitaba la Tierra, las aguas de Dios lo habían sepultado bajo arenas movedizas. Desde entonces, la conmoción de Azrael es un techo de arena que le impide regresar.
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* La imagen, una bella vista de la bahía del Mont Saint-Michel, en Normandía, fue tomada el pasado mes de junio por Paz Juan Robledo, Condesa de Freia.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"